Opinión

Una confusión sobre el rol y competencia de los ministerios

Raúl Alberto Garre, escribe sobre el proyecto denominado “Servicio Cívico Voluntario", sus orígenes y sus implicancias.

UNA CONFUCIÓN SOBRE EL ROL Y COMPETENCIA DE LOS MINISTERIOSDías pasados el Senado de la Nación aprobó – un- cuanto menos –curioso proyecto denominado “Servicio Cívico Voluntario”: Denominación capciosa, por lo que es fundamental llevar tranquilidad a los hogares: no se trata de la estatización de las agrupaciones de Boys Scouts, ni mucho menos de la creación de una nueva entidad filantrópica; pueden despreocuparse también los miembros del Rotary Club.Se trata en realidad de un intento tan torpe como demagógico para que los ciudadanos logren completar su educación formal y capacitarse en oficios.La iniciativa parlamentaria de Julio Cobos plantea que los jóvenes que no estudian ni trabajan, de entre 14 y 24 años, puedan terminar sus estudios y reciban capacitación en oficios en los cuarteles militares que tienen capacidad ociosa. Prevé además, que reciban a cambio el equivalente a 3 asignaciones universales, es decir, unos 540 pesos.Claro que no cualquier ciudadano, el proyecto en su artículo 2º habla de los jóvenes en situación de riesgo, es decir personas de entre 14 y 24 años que se encuentren en una situación de marginalidad social, propensos  ya victimas de algún tipo de adicción, que sufran ausencia de contención por parte del  núcleo familiar, jóvenes en conflicto con la Ley penal, etcEl servicio Cívico que quiere Cobos es una hipocresía y esconde una política pseudos-disciplinaria que se basa en la concepción de peligrosidad; por lo tanto, hay que internarlos, segregarlos y hasta militarizarlos so pena de perder el ingreso que les prometen, con ropa y vivienda incluidas. Ahora bien, lo que torna escalofriante a este proyecto y lo desvela de eufemismos, es el propósito de que la educación a impartirse se desarrolle en instalaciones de las Fuerzas Armadas que se encuentren disponibles y resulten apropiadas para tal fin. Basta con releer el concepto recientemente esbozado, para notar lo contradictorio de la norma.Nadie en sus cabales – yo pensaba que nadie- puede plantear la factibilidad de tal medida, por el simple hecho de que se trata de infraestructura preparada para el entrenamiento y capacitación de personal militar.Difícilmente nuestros jóvenes puedan aprender a manejar un torno, trabajar la madera, o bien adentrarse en los pormenores de la soldadura en un ámbito destinado a la formación castrense. Con igual lógica se podría enviar a la enfermeras a realizar las prácticas profesionales a las oficinas del correo.No en vano, desde el Ministerio de Defensa y la cúpula de las tres FF.AA. se manifestaron en contra de la viabilidad de esta iniciativa, aduciendo  la incapacidad de las mismas para capacitar jóvenes en oficios y mucho menos si se trata de jóvenes en situación de riesgo.La media sanción al proyecto de ley del Servicio Cívico Voluntario, que votó por una ajustada mayoría el Senado de la Nación, vuelve a poner en debate el derogado servicio militar, pero también el lugar que una sociedad democrática le da a los jóvenes en situación de riesgo.El Servicio  militar obligatorio, previsto en la ley 3948, fue derogado en Argentina, luego del caso Carrasco, que expresó el rechazo de la sociedad civil a los continuos malos tratos que sufrían los soldados en los cuarteles.No explica cómo se manifestará la voluntariedad de este servicio cívico. Es difícil pensar que jóvenes, a los que ni la familia ni la escuela pudo contener, que han caído en adicciones seguramente por innumerables problemas familiares, sociales, ligados a la pobreza o a la falta de oportunidades, manifiesten prestamente su consentimiento para concurrir a los cuarteles a recibir educación y aprendizaje en oficios.Luego de casi veinte años derogado el servicio militar obligatorio, este servicio  cívico es peor que aquél, pues tiene un contenido más discriminador. Es que la “Colimba era para todos los jóvenes varones, quienes eran destinados a cada una de las tres FF.AA. según el número de sorteo que les tocaba. Hoy para que los manden al servicio Voluntario, los jóvenes deberán ser previamente calificados en riesgo o en una situación de vulnerabilidad social, ambas situaciones casi siempre asociadas a la pobreza y la marginalidad.Para la consagración de este engendro normativo, se omitió dar participación a las comisiones de Defensa, de Legislación Laboral, y por si fuera poco a la mismísima Comisión de Educación cuando en el texto del proyecto el Ministerio de Educación de la Nación aparece como una suerte de autoridad de aplicación del mismo.Tuvo por el contrario un ferviente tratamiento en las comisiones de justicia, Seguridad Interior y Narcotráfico. Final carnavalesco: el polémico cuerpo normativo   fue tratado dentro del paquete de “Leyes de seguridad”.Los autores intelectuales –imploro misericordia a los intelectuales- de esta novel creación legislativa, fueron los senadores Ernesto Sanz y Liliana Negre de Alonso inspirados en la gestión llevada a cabo por el otro prócer mendocino Vicepresidente disidente Julio Cobos durante su gobernación en la Provincia de Mendoza, donde el proyecto fracasó estrepitosamente al disminuir en un 40% el número de voluntarios al servicio.Otro detalle a tener en cuenta –aquí sonrojarse es inevitable- es la ausencia deliberada del socialista Rubén Giustiniani al momento de la votación, dirigente que podría haber aportado valiosos detalles sobre el interesante programa llevado a cabo por el Gobierno de Santa Fé sobre la cuestión. Se trata en definitiva de un proyecto vacuo de eficacia y plagado de un eufemismo carente de estilo. El mensaje es limpiar el paisaje de jóvenes marginados para enviarlos a los cuarteles, con la salvedad de que, esta vez, se les pregunta si quieren ir.Aquí no interesa ciertamente la educación ni la capacitación de la juventud, sino que se trata de fomentar la estigmatización del pobre; fulminando toda posibilidad de inclusión social.Si no basta con la educación universal, obligatoria y gratuita, deberán articularse mecanismos más serios ante el indudable flagelo juvenil. Programas de capacitación, intensificación educativa, y acuerdos de política laboral con entidades públicas y privadas, sumados a una activa participación de la comunidad en su conjunto, son por supuesto necesarias.En Uganda (si, en Uganda) se implementaron talleres comunitarios, grupos de entidades culturales, agrupaciones religiosas y de funcionarios de prestigio para lograr la reinserción social de los niños soldados; obteniendo resultados más que satisfactorios.En Argentina (si, en Argentina) algunos improvisados creen que la solución para nuestra juventud flagelada es hacinarla en barracas,  bajo la tutela de un “orden” que agudizará aun más su resentimiento.Domingo Faustino Sarmiento fundó la Escuela Militar y a su vez dio inicio a la formación profesional de maestros, impulsando como nadie la creación de instituciones educativas; una de las moralejas de ello es la importancia de saber separar la paja del trigo Raúl Alberto Garre