Opinión

El voto es apenas una parte del poder

Por Jorge Zaccagnini En la edición impresa de La Nación del sábado 26 de agosto, Eduardo Fidanza dedica su tradicional columna de opinión a reflexionar sobre la real incidencia de los resultados electorales en las relaciones de poder. La lectura completa de ese artículo ayuda a comprender en qué medida los intelectuales bien pensantes de... Leer más »

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Por Jorge Zaccagnini

En la edición impresa de La Nación del sábado 26 de agosto, Eduardo Fidanza dedica su tradicional columna de opinión a reflexionar sobre la real incidencia de los resultados electorales en las relaciones de poder. La lectura completa de ese artículo ayuda a comprender en qué medida los intelectuales bien pensantes de la oligarquía explicitan los límites objetivos que presenta -también para ellos- la democracia liberal o burguesa.

«El voto es apenas una parte del poder», titula La Nación el artículo de Fidanza. Un encabezado que perfectamente podría ser utilizado en la discusión -sin saldar- que revolotea encima de los sectores sinceramente opositores al actual gobierno, y que puede resumirse en una simple pregunta: ¿partidocracia o movimiento?

Fidanza le reconoce al emblemático sociólogo francés Pierre Bordieu, el mérito de develar «una falencia inadvertida del método demoscópico». Y afirma: «la equiparación de opiniones encubre las relaciones de poder. Esa crítica excede a los sondeos para inscribirse en el realismo político. Esta escuela desnuda la naturaleza excluyente y agresiva del poder, más allá de las ilusiones de la democracia liberal».

Para Fidanza, «la sociedad se desenvuelve en dos niveles; uno es el del hombre medio, … el otro es el de las elites… que poseen más poder que los individuos y desarrollan una lucha perpetua entre ellas». Afirma que «en democracia, la hegemonía de las elites se matiza con el voto, que puede fijarles límites pero no cambiar su naturaleza «.

Analicemos el pensamiento de Fidanza de la perspectiva nacional y popular. Es indudable que los sindicatos, las iglesias, los empresarios y los medios de comunicación son parte de los actores sociales permanentes, «elites» según la poco feliz definición que utiliza. Sugestivamente, omite a la omnipresente élite -ésta sí que lo es- que permanentemente » teje una trama de fuerzas capaces de doblegar, si no de someter, al adversario»: la oligarquía argentina.

Fidanza define la acción política como la tarea profesionalizada de una «clase», unos pocos a los que les asigna el noble rol de constructores de la sociedad que le cabe al conjunto de la población. Reducir la acción política a una «élite sometida a los comicios» es un pensamiento equivocado, y constituye una puerta de entrada a las concepciones totalitarias que asolaron la historia argentina del siglo pasado. Y se esperanza: » Macri no es un abogado cautivado por la República, sino un hombre del poder, con todo el pragmatismo y la dureza que eso supone».
¿De qué poder habla Fidanza? Del que no se cautiva con las instituciones democráticas, pero que no duda en destruirlas en función de su propio beneficio.

Este intelectual de la oligarquía arroja una impensada luz sobre nuestra eterna polémica ¿partidocracia o movimiento? al reconocer a los trabajadores organizados como el enemigo natural del actual gobierno.
Advierte, con claridad, dónde reside la principal fuerza social opositora a las políticas que Macri nos intenta imponer con «pragmatismo y dureza».