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«Están condenando a los árboles de la Ciudad a la muerte”

Profesores de Jardinería de la Facultad de Agronomía afirmaron que quienes deberían cuidarlo, “no saben nada de árboles". Y agregaron, "la Dirección está en manos de un periodista y un biólogo marino. No están capacitados", lanzaron. El Gobierno porteño no los consulta.

La poda y traslado de árboles realizada en la Avenida 9 de Julio dejó al descubierto la precariedad del control sobre el estado del arbolado urbano.

 

Según el Ingeniero Agrónomo Héctor Svartz, profesor a cargo de la cátedra de Jardinería de la Facultad de Agronomía de la UBA, “No sirve de nada ir a plantar árboles si no se garantiza que durante dos años se los va a mantener. Habría que prevenir, hacer un seguimiento de cómo están, especialmente los que presentan ramas secas o decrepitud, y entonces actuar sobre ellos preventivamente. Pero no hay planificación, cosa que quizás sí hubo hace cuatro, cinco años, o más” 

 

La poda y traslado de árboles realizada en la Avenida 9 de Julio por el Gobierno de la Ciudad para trazar los carriles del Metrobús dejó al descubierto la precariedad del control sobre el estado del arbolado urbano.  

 

A pesar de que no ocupan un lugar privilegiado en la agenda pública, las políticas de control sobre los árboles impactan en la vida cotidiana. No solo por las distintas funciones que cumplen), sino por las consecuencias que tiene su falta de mantenimiento: veredas rotas por raíces descuidadas, ramas que entran en las casas y árboles que se desploman sobre vehículos y personas ante cualquier tormenta fuerte.

Cuando los árboles se salen de control

 

Para José María Menini, taxónomo a cargo del Jardín Botánico “Carlos Thays”, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,  “El manejo del arbolado en la ciudad es muy complejo, porque han crecido en demasía muchos árboles como consecuencia de que a lo largo de los años no se controlaron bien. Además se construyeron muchas casas encima, se achicaron las veredas, aumentó la contaminación y se fueron produciendo una serie de cambios que alteraron su desarrollo, explica,  El avance de la urbanización representa una amenaza creciente para los árboles, porque afecta el entorno en el que fueron plantados. Por eso un cuidado intensivo se vuelve indispensable”.

 

“Cuando se hacen trabajos de caños pluviales o se instala algún cableado, nadie se acuerda que en el suelo hay raíces y las van cortando. Eso provoca que luego el árbol se caiga”, dice Svartz.

 

“La rotura de veredas puede deberse a que se trata de una especie mal elegida. Pero en otros casos pasa por la compactación que tiene el suelo producto del pavimento, de la vereda y de las sucesivas tareas que se realizan. Es una reacción del árbol, que busca dónde ubicarse para poder absorber mejor”, añade.

 

Este tipo de problemas está lejos de ser insoluble. “Hay una operación -describe Svartz- que es hacerle un corte superficial o profundo de raíces. Pero si hubiera un trabajo integral, no sería necesario esperar a que se produzcan los problemas. Todo debería basare en la prevención, que es mucho más barata”.

 

De estas  operaciones  debería ocuparse la Dirección General de Arbolado, dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, porque el Estado tiene por ley la potestad sobre los árboles. Está prohibido que los vecinos intervengan sobre las especies que están en la calle y podrían recibir multas y hasta ser detenidos si fueran descubiertos haciéndolo.

 

Sin embargo, la Dirección de Arbolado parece alternar entre dos opciones. La primera es ignorar durante meses los reclamos de ciudadanos afectados por el crecimiento indebido de un árbol.

 

“Muchas veces sólo se actúa sobre los que tienen el privilegio de acercarse a algún funcionario público. Entonces se los trata como clientes vip. Mientras, a árboles que están en peor estado se los deja caer en la puerta de gente menos importante”, denuncia Svartz. 

 

El otro camino que sigue el Gobierno es la poda indiscriminada. “Ellos tienen una frase que es ‘Más poda, más seguridad’. Pero la seguridad pasa por otro lado. El exceso de poda los termina debilitando y arruinando, y hace que después se caigan con las tormentas”.

 

Para controlar el arbolado urbano, “Lo más práctico es establecer cuadrículas, que trazan el recorrido que deben seguir los inspectores. Después de una revisión se decide si hay que plantar, retirar, realizar una poda de mantenimiento o una sanitaria”. Así describe Svartz la rutina de un control bien hecho.

 

“Pero lo que termina pasando es que sólo salen porque justo en ese momento hay presupuesto o porque alguien salió a denunciar el mal estado de los árboles. Entonces se limitan a podar, y dejan a todos los ejemplares secos. Eso está mal. No hay un trabajo integral”, explica.

 

Una de las principales causas de que los controles no sean eficientes es que las distintas instancias están a cargo de dependencias diferentes. Por ejemplo, los inspectores, que dependen del Gobierno, sólo se limitan a relevar el estado de los ejemplares. Las intervenciones sobre las especies están a cargo de empresas, que no siempre respetan las indicaciones de los inspectores.

 

“Las empresas no tienen una labor profesional. Hacen lo que quieren o lo que les queda más cómodo”, afirma Svartz.

 

Pero no siempre fue así. “En 2005 existía una licitación que se llamaba mantenimiento integral de árboles, que incluía el cuidado de los nuevos ejemplares plantados, la intervención sobre ramas de riesgo, todo lo relativo al retiro de árboles en riesgo y la plantación de los nuevos. Eso permitía un abordaje integral, pero ahora se terminó y sólo se sale a podar como bomberos”.

 

Respecto de los “Los árboles de la 9 de Julio, habrían tenido un trasplante exitoso si hubiera sido en otro momento del año, con otro protocolo técnico y con un especialista a cargo. No solamente los movieron, sino que los intervinieron de tal manera que les quitaron raíces y copa. Entonces están trasplantando troncos”, explica Svartz.

 

“Además dicen que van a plantar ceibos como pantallas acústicas, pero esos árboles es imposible que den esa función, porque son de ramas caídas y bajas. Es un error fundamental”, agrega.

 

A los 305 árboles que serán removidos, el trazado de los carriles del Metrobús sumó también el recorte la Plaza de la República, lo que despertó aún más polémica. Pero a pesar de las protestas y amparos judiciales, todo indica que las obras terminarán realizándose.

 

“Todo esto tiene un estrés impresionante y en dos años la mitad de los árboles van a estar muertos y no van a servir paisajísticamente. Era más barato comprar ejemplares nuevos. Le están pagando a un experto, que no es internacional ni es arboricultor, una fortuna por mover piezas de ajedrez. Están condenando a los árboles a la muerte”, concluye Svartz.