Entrevistas

“La grieta siempre ha existido”

El conductor y escritor Alejandro Dolina repasa política nacional, la literatura, el mundo de los medios y la problemática de la violencia de género. “La maldad -dice- empieza por la estupidez”.

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En 2015 se lo vio muy desencantado a causa del resultado de las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a Mauricio Macri. ¿Ha tenido una reacción similar tras las PASO de este año?

Es una sensación lejanamente parecida, porque evidentemente no trae consecuencias que no estemos padeciendo ya. Los resultados de agosto fueron una especie de confirmación, tampoco demasiado enfática, de unas tendencias electorales por las que está pasando el país. El mundo, incluso, parece preferir el neoliberalismo y está siendo apoyado en casi todas las latitudes. De todos modos, tal vez en el fondo de mi corazón esperaba que la realidad económica influyera un poco más en el voto de la gente, pero hay otras cosas que también forman parte de su realidad…cierta influencia, una gran influencia que tienen los medios. Yo no digo que manipulen a la gente pero sí que establecen cuáles son los asuntos importantes. Establecen la agenda, un discurso, una forma de ver y la creación de algunas mitologías, ¿a qué negarlo?

¿Sigue sosteniendo que hay dos modelos de país?

Sí, claro. A lo largo de la historia argentina ha habido dos modelos bien definidos. Esta famosa grieta no es nueva, ha existido siempre: unitarios y federales; sarmientinos y nacionales; peronistas y radicales; liberales e intervencionistas. A trazos gruesos se deja escribir siempre.

Ya que introdujo el tema de la escritura, ¿puede comentarme de qué se trata su nueva novela?

Se trata de un escritor ficticio que acaba de morir y publica sus cuentos póstumos con glosas de un intelectual que ha sido su alumno. Estas glosas, al principio, son absolutamente técnicas y convencionales, pero conforme avanzan los cuentos se tornan más personales y se van revelando algunas cosas, incluso acerca de la muerte del propio escritor, que se llama Morozov. La novela no es otra cosa que lo que surge alrededor de esos cuentos como notas al pie.

¿Un recurso similar al que usa Rodolfo Walsh en el cuento “Nota al pie”?

Algo así. En realidad, la nota al pie es más importante que el cuento, en el caso de Walsh. Aquí se va haciendo cada vez más íntima, más novelística y más extensa. Hay notas que duran páginas y páginas, y lo que primero eran simples contradicciones, en realidad, revelan un encono anterior y no hijo de cuestiones literarias. Ese es el asunto de esta novela.

¿Usted cree que ha sido reconocido como escritor de la misma manera que lo fue como figura de la radio?

Posiblemente han competido esas dos actividades y se han ido perjudicando convenientemente, una a la otra. Convengamos que la radio tiene una ventaja, pero usted debe saber que yo respeto mucho más mi condición de narrador que la de conductor de radio. Me parece que es una profesión más compleja.

En realidad yo no sé si usted es un conductor de radio…

Yo tampoco sé, y no sé qué es ser un conductor de radio.

Lo que quiero decir es que uno no termina de saber si La venganza será terrible es un programa de radio con público o una obra de teatro transmitida por radio.

Si bien lo que hacemos es algo sencillo, que no tiene la complejidad del teatro, sí tiene unos protocolos que son más de lo teatral que de la radio propiamente dicha. La forma de presentarnos, los silencios, la actitud del público…ya que exista público presente es algo raro para la radio. Es que la radio necesita de la ausencia. Si no fuera por la ausencia nadie hubiera inventado la radio. ¿En un mundo de omnipresencias, para qué querríamos la radio?

“Nuestro vecino, nuestro padre, los tangos que escuchábamos cuando chicos, todo eso nos va construyendo”.

Usted ha dicho más de una vez que le hubiera gustado tener más oportunidades en la televisión. ¿Ha pensado en transmitir el programa por Internet?

Lo he pensado y a lo mejor algo se nos ocurre. Pero si agrego lo visual, a mí ya no me basta este formato. El mismo programa que ve la gente esta noche no basta. Necesita parecerse más a otras cosas que hemos hecho, como Recordando el show de Alejandro Molina o Bar del infierno. Me sigue seduciendo eso, pero es muy difícil, por lo menos para mí.

¿Por falta de auspiciantes?

No, es más por una cuestión de las empresas mediáticas. Créame que no he tenido mucha suerte con los medios. Yo estoy aquí porque hay gente que viene a ver el programa y gente que lo escucha, y ni siquiera gano muy bien. Ahora cuando nos presentamos en otros lugares y cobramos entrada, cosa que antes no hacíamos, va mucha gente. El capital que tenemos es ese: el público.

¿Y no es ese el capital más importante para un medio masivo?

Uno cree que sí, pero yo no consigo empresas mediáticas interesadas en que yo haga algo. No, de ninguna manera. Ni un tipo que quiera hacer una película con nada que yo haya escrito nunca jamás. Supongamos que usted viniera de marte y yo le tengo que dar una reseña de cómo me va: le diría que me va bien con la gente y me va muy mal con los canales de televisión y las radios.

¿Puede tener una razón política?

No creo. Tiene que ver con que les gusta otra cosa. Otros actores, otras propuestas.

Como al principio de nuestra charla, cuando hablábamos de las PASO y las preferencias políticas…

Exactamente. Y hay que admitirlo. Así como les gusta Esteban Bullrich, también les puede gustar algún grupo de actores, de creadores, que evidentemente no profesan mi estética, pero que justifican una inversión.

¿Piensa que el arte puede servir para transformar la realidad de quienes son alcanzados por él? ¿En su caso, a sus lectores y oyentes?

No tengo mucha fe en eso, no lo sé. Sin embargo, creo que toda vivencia produce algo. Nuestro vecino, nuestro padre, los tangos que escuchábamos cuando chicos, todo eso nos va construyendo. Y finalmente, si uno hace un examen de esos materiales que ha usado para construirse, encuentra que lo consumido nos forma. Y a veces construye las partes más importantes. Igual yo no estaría muy esperanzado en que la existencia de un arte no solo excelente sino con contenido ético y estético pudiera contribuir a cambiar la sociedad. Es evidente que la mayoría de las personas no está interesada en el gran arte y tienen más éxito otras influencias más directas como la cautividad televisiva de todos los días. Intratables influye mucho más que una pléyade de grandes novelistas.

¿No le parece que la televisión está siendo menos consumida que en otros tiempos?

No, yo creo que sigue apareciendo de distintas maneras. ¿Qué diferencia hay entre la televisión y Netflix? Quizás la calidad y la inteligencia de algunos contenidos podría ser una esperanza. El problema es que la estupidez ha hecho un gran daño. Yo creo que el diablo tiene cara de estúpido, y la maldad empieza por la idiotez. Esta exacerbación de lo estúpido, del panelismo, la controversia fácil, ese tener la puteada a flor de labios siendo no un recurso sino una tara del lenguaje, es lo contrario de la inteligencia. Los argumentos no son otra cosa que extorsiones autorreferenciales del tipo de “a usted porque no lo asaltaron” o “si te secuestran tu hijo…”.

O “con la plata que se gasta en X se podría hacer Y”…

Claro, ¡con la plata que se gasta en gorras en el universo podrían hacerse miles de colegios! ¿Para qué usa gorras la gente? ¿Por qué no renunciar a la gorra y con ese dinero bla bla bla? Así se razona, a eso le llaman pensar.


¿Existe una distancia real entre la llamada cultura culta y la cultura popular? Hay muchos que ven en usted esa unión, ya que habla de temas cotidianos con lenguaje erudito y de temas filosóficos con un lenguaje barrial.

Eso que acabás de describir es quizás un truco del que me he servido. Más que un truco, un recurso literario como tantos. Es más un recurso que una realidad de mi persona, porque yo no creo ser una mezcla de pibe de barrio con un filósofo. Primero porque yo no tengo derecho a ser un pibe de barrio. Soy un señor grande que ha tenido la ocasión de aprenderse algunas cosas, entonces sería pecaminoso hacerme pasar por un tipo formado en la universidad de la calle, que no sé qué cosas pueda enseñar. No tengo derecho a fingirme un pibe de la calle, porque uno es de la calle generalmente por carencias y yo no puedo afectar carencia, sería canallesco.

Según sus palabras, un poeta debe ser juzgado por sus mejores versos. ¿Cuál serían los suyos?

Bar del infierno y Cartas marcadas, mis dos últimos libros. Otras obras tienen más suerte o resultan más simpáticas, pero me gustaría que me juzguen por estas, que son un poco ásperas pero me gustan más.

Otra de sus célebres frases es aquella que dice que el hombre hace todo lo que hace con el fin de conquistar mujeres. ¿Ha cambiado su idea de la conquista en esta época tan sensible con respecto al rol y la lucha de la mujer por sus derechos?

No me gusta la palabra conquistar, tiene algo de violencia. Estos asuntos son tan delicados, tan difíciles, acarrean una historia de abuso tan grande, tan tremenda, que lo obligan a uno a andar con pies de plomo, y no me parece tampoco una buena noticia ni un avance. Ese cuidado culposo del hombre de temblar cuando se acerca una mujer por temor a violar andá a saber qué protocolo no me parece un buen resultado, ni un logro deseable para quienes desde hace mucho esperamos una razonabilidad mayor entre los sexos. Es cierto que las mujeres vienen padeciendo injusticias desde hace milenios y cuando creés que muy de a poco se va saliendo, hacés dos cuadras y ves que el machismo sigue impoluto. Sin embargo, justamente esa sensibilidad que tienen las mujeres en este momento para defender sus derechos hace que cualquier terreno resulte espinoso. Nunca me gustó el piropo, su banalidad, su agresividad intrínseca, pero tampoco me gusta esta dificultad del acercamiento que hay ahora y mete miedo ¿Qué pasa si yo veo en la calle a una persona que me gusta, que me atrae y legítimamente me quiero acercar? ¿Cuál sería el método? La respuesta es que no lo sabemos. Lo mejor es no hacer nada, y que las cosas ocurran naturalmente.

Fuente: Agencia de Noticias de Ciencias de Comunicación - UBA