Entrevistas

A 100 días de Cuarentena ¿Cómo fue cambiando el humor social?

Hoy se cumplen 100 días de aislamiento social, preventivo y obligatorio. Un pequeño recorrido por el humor social, entendiendo el mismo no sólo como estar a favor o en contra de las medidas sanitarias, sino pensando en cómo se fueron modificando percepciones y expectativas de lo que ocurre.

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La decisión conjunta del Presidente Alberto Fernández, los 24 gobernadores y un jefe de gobierno aquel 20 de marzo de decretar la cuarentena fue consensuada y coordinada, tal y como el anuncio de extensión en el ámbito del AMBA y el recrudecimiento del aislamiento realizado ayer.

Desde un principio la medida fue altamente acompañada e incluso en cierto modo propuesta y presionada, con apenas 158 casos detectados, por todos los medios de comunicación.

Los ciudadanos aceptaron, en su inmensa mayoría al principio, la nueva normalidad. Un estudio de opinión pública con alcance nacional realizado por Analogías Consultora allá por el 23 de marzo arrojaba hasta un 93% de aprobación sobre la gestión de la crisis sanitaria. Un 81,9% de los encuestados se mostraba positivo y creía que era posible frenar la pandemia o hacerla menos grave.

Estadísticas de un estudio realizado por la misma consultora la semana pasada, arrojan que el 74,3% de las personas consultadas continúa apoyando en mayor o menos medida las medidas del gobierno de Alberto Fernández para enfrentar la pandemia. El 57,7% de las y los encuestados opinan que el gobierno no debe seguir habilitando la apertura de actividades, es decir, no quieren que se flexibilice la cuarentena.

A la hora de hablar de las principales preocupaciones de quienes fueron encuestados, el principal miedo es el colapso del sistema de salud, con un 26,8%, en segundo lugar aparece el peligro del contagio del virus con un 20,4% y luego el desempleo con 19,6%. Entre las preocupaciones menos destacadas, se encuentra la pérdida del año escolar con 3%.

Hubieron algunos grupos que en ningún momento se quedaron en casa. Personal de salud, personal de transporte público, fuerzas de seguridad y quienes reparten alimentos

Si los expertos aconsejan a los gobernantes endurecer la cuarentena, la misma deberá imponerse , pero el margen para un período largo esta vez es más complicado, por más que el gobierno sostenga y explique, acertadamente, que la crisis económica es global y aunque mañana mismo se permita levantar las persianas a todos los negocios, nadie gastaría más que en insumos básicos porque la economía está destrozada.

Cualquier aumento del descontento social, va a ser descargado contra la figura de Alberto Fernández. Tal vez no ahora en plena pandemia, pero sí apenas comience a pasar el temblor sanitario y empiecen a palparse aún más las consecuencias. Para ello, el Estado deberá darse las estrategias para una rápida recomposición económica.

Al comienzo de la pandemia, las frases motivacionales sobre no volver a la normalidad, sino a un mundo mejor, abundaban en redes sociales. Pero nos chocamos de frente con la realidad, que indica que la salida de esta situación implica más pobreza, mayor concentración de la economía y las mismas ridículas correlaciones de fuerzas existentes previo a la “nueva normalidad”. Aún a quienes siguen de acuerdo con las medidas, lo hacen ya sin ánimos de una realidad mágica posterior.

Pasado el primer mes comenzó a verse un desgaste, previsible ante un virus con baja tasa de mortalidad. Siempre habrá quienes estén dispuestos a correr el riesgo de contagiarse, por buenas y válidas razones como la imperiosa necesidad de trabajar o al menos changuear para rebusque, o malas, irracionales y hasta sumamente descuidadas razones, como concurrir a una marcha en el Obelisco para defender a una empresa cerealera que estafó al Banco Nación.

Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia deberán encontrar respuestas políticas urgentes, pues la emergencia económica en la que quedará sumida gran parte de la población, no podemos aún dimensionarla solo leyendo estadísticas desde una pantalla. Las imágenes serán espantosas, comparables con escenarios lamentables como los vistos a fines de los años noventa y principios del nuevo milenio en nuestro país.

Tampoco se pueden dimensionar los sentimientos, sensaciones y secuelas de cada persona que a lo largo de este tiempo tuvo miedos, incertidumbres, carencias y ni siquiera pudo recurrir a la forma más elemental de la raza humana de encontrar consuelo: un simple abrazo.

Lo más parecido a un abrazo han sido las miles de personas comprometidas que han atendido las enormes demandas en comedores y merenderos, siendo protagonistas indiscutibles de las pocas postales con alguna belleza humana que nos deja esta cuarentena. También el personal sanitario, que acaba todos los días sus guardias con agotamiento, y que no están recibiendo siquiera los aplausos del primer mes de cuarentena, otro indicador de que el ánimo social está por el suelo.

La virtualidad y quienes garantizan la misma, son los grandes ganadores de todo esto. Así que no, de ninguna manera el mundo será mejor post pandemia. El mundo que se viene será menos habitable porque será más desigual, salvo que los gobiernos adopten cambios absolutamente radicales que, por lo menos en Argentina, no se pueden avistar hasta el momento, por parte de un gobierno muy moderado que tiene desproporcionado terror a un histórico porcentaje de la población que no es mayoritario, que perdió en las urnas hace apenas seis meses, pero se opone a cualquier medida popular con unos niveles de violencia tales, que hacen parecer al ser reproducidos en los canales de televisión que se trata de un monstruo imparable.

Y es insaciable, pero imparable no. El Estado puede (y debe) frenarlo con medidas soberanas y redistributivas antes de que sea demasiado tarde, no hay manera de salir de la crisis económica consecuente de la pandemia sin justicia social.