Con dramaturgia de Lisandro Penelas y dirección de Ana Scannapieco, los sábados a las 20.00 horas en el porteño Moscú Teatro, en Juan Ramírez de Velasco 535.
Un texto potente y perturbador llega con El Tipo, escrito por Lisandro Penelas y en formato de unipersonal, que expone en primera persona los pensamientos de un hombre que se encuentra profundamente solo y que parece no encajar en el mundo que transita a diario, le cuesta decodificar la realidad que lo rodea. La violencia está presente en su rutina, pero el se siente distinto y trata de hacer las cosas bien y servir al otro como le decía su abuela.
Nuestro protagonista es policía y de manera fortuita, mientras patrullaba una zona de su jurisdicción, conoce a una chica que atiende un negocio. El encuentro es fugaz, confuso y breve, causando dos efectos bien diferentes. La chica se asusta mucho con la situación, pero el policía tiene otra percepción, y se vá de aquel local, enganchado con aquella chica e imaginando como será el próximo encuentro, porque no tiene dudas que lo habrá.
Desde la tranquilad de su hogar, entraremos en su mente y en su labor diaria. Pronto nos daremos cuenta, que no está cómodo en su trabajo. Le molesta la violencia verbal de sus compañeros, lo irrita, pero la tolera, no se rebela, pese a que le gustaría hacerlo. Soporta que Sandrini, uno de sus compañeros de fuerza, lo apode Trola o que Robocop aproveche un momento en los mingitorios del baño de la comisaría, para incomodarlo con frases de alto tono sexual, dirigidas a las nuevas compañeras de la institución.
No se siente integrado con sus compañeros y eso además de notarse, emite señales de alerta para el resto. Hasta el comisario se preocupa e indaga, porque hay alguien en su comisaria que se comporta de manera extraña, es decir diferente a los demás. El texto nos ofrece una excelente pintura de la institución policial, una fuerza donde la violencia machista está fuertemente arraigada y donde cuestionar algunos de sus mandatos, es una misión casi imposible y garantía segura de la exclusión de la institución.
El tipo se refugia en su casa y piensa en la chica del negocio, se obsesiona con ella. Ingresará a sus redes sociales, para ver que música le gusta y comenzará a escuchar esos temas. Se enterará cuales son sus libros preferidos y pronto irá a una librería a comprarlos. El contrapunto es muy interesante, un hombre de modales duros, que porta un arma y vive en un mundo donde la violencia manda, tiene un lado sensible. En la soledad de su hogar es lector, canta y hasta ensaya algunos pasos coreográficos, vemos un interior humano y bien intencionado. El problema es su falta de empatía y su dificultad en integrarse al mundo en el que vive.
Se puede ser víctima y victimario a la vez ?? Como opera internamente la mente de una persona violenta ?? Que sucede cuando una persona no piensa de manera clara ?? Porque muchas veces no percibimos como violentos nuestros actos ?? El texto que nos presenta Penelas, pone el foco en estos interrogantes, que funcionan como disparador para que el espectador reflexione, sin bajadas de línea, en un tema de gran actualidad.
Es tiempo ya de hablar de la enorme y minuciosa composición que realiza Lisandro Penelas, que estuvo más de un año preparando este personaje, hablando con policías en la calle, observando sus posturas y tratando de decodificar a la persona que existe bajo el uniforme. Y los resultados están a la vista. Es un placer ver a Lisandro en escena, ver cada uno de sus gestos, miradas y silencios. Tuvimos el privilegio de estar en primera fila y pudimos disfrutar en toda su dimensión, gracias a la cercanía que la puesta nos propone de la soberbia composición de Lisandro.
En la escena porteña, estamos muy habituados a ver monólogos protagonizados por mujeres, tal vez por eso disfrutamos tanto este trabajo de Penelas, mostrando una gran presencia escénica y confirmando que es un gran actor. Es muy interesante además, remitirnos a El Amante de los Caballos, una extraordinaria obra del off, que lleva varios años en cartel protagonizada por Ana Scannapieco y dirigida por Lisandro Penelas. Aquí los roles se invierten y Ana es la que dirige a Lisandro.
Vayamos entonces a la puesta que nos propone Ana, austera y con pocos elementos, logrando humanizar el protagonista y con algunos recursos más que interesantes. Como ese micrófono que el protagonista tiene en su living, que además de servir para interpretar algún tema musical, parece ser una manera de exteriorizar sus pensamientos. Esos momentos musicales y los movimientos coreográficos que ejecuta el hombre, son también un acierto. Para destacar el diseño escenográfico de José Escobar, que reproduce el sencillo hogar del policía, con el sillón de sus abuela dominando la escena y también resaltamos el diseño lumínico de Soledad Ianni, generando los climas que el relato propone, donde la oscuridad predomina.
En definitiva, nos gustó mucho la propuesta de El Tipo, un texto fuerte e inteligente, que nos invita a reflexionar, sin bajar línea. No se juzga al protagonista, se exponen los hechos y el espectador es quien saca sus conclusiones. La violencia queda al descubierto, los comportamientos machistas quedan en primer plano y hay una sensación de inquietud se percibe en el ambiente. Las personas que en teoría tienen un arma y están al servicio de la comunidad listos para defendernos, están aptos psicológicamente aptos para cumplir esa tarea ?? Todos conocemos la respuesta a esa pregunta, pero elegimos no pensar mucho en ello y seguir adelante con lo nuestro, asumiendo que no podremos modificar esa realidad, aunque seamos conscientes de la misma.
Una vez más nos vamos contentos de Moscú Teatro, una cálida sala donde se respira teatro independiente, en este caso pudimos disfrutar de una propuesta fuerte y original que nos habla de violencia machista, de obsesiones, mostrando como puede funcionar la mente de una persona violenta. La obra inspirada situaciones reales, cumple su objetivo y nos interpela, exponiendo una problemática muy vigente en nuestra sociedad, el combo de violencia, armas y mentes perturbadas, una combinación demasiado peligrosa, con resultados trágicos.