Economía

Inflación

La insólita diferencia de precios entre las provincias y Buenos Aires

En nuestras provincias los precios de los alimentos son más caros que en la Ciudad de Buenos Aires, donde no se producen. La lechuga alcanzó una diferencia del 116%, el aceite del 70% y la leche del 49%. Un informe de la Fundación Colsecor desnuda el costado más irracional de la escalada inflacionaria.

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Fuentes es una localidad ubicada en el sur de Santa Fe, en la región que para la industria lechera se la conoce como Cuenca Santa Fe sur. La provincia es una de las tres principales productoras de leche de la Argentina. Sin embargo, en Fuentes el litro de leche se pagaba en el mes de Abril $ 117, un 89,94% más que en los precios cuidados

Paradójicamente en Tuclame, Provincia de Córdoba, el aceite de 900 cc se pagaba $220, un 109,52% más que en la Ciudad de Buenos Aires. También en Fuentes, Santa Fe, se pagaba $202. Ambas provincias ocupan el bastión en la producción agropecuaria de granos del país, pero claro, con fines de exportación.

El kilo de harina 0000 se llegó a pagar 40% más caro en el interior de la provincia de Buenos Aires que en la capital, con indicadores similares en La Pampa, Santa Fe y Córdoba.

El kilo de vacío supera los 800 pesos en localidades de Córdoba y Santa Fe.

Los datos emergen del último relevamiento de precios realizado por la Fundación Colsecor, que mes a mes, compara el valor promedio de 15 productos en localidades de nuestro país con el programa precios cuidados o hipermercados de Caba.

De los elementos estudiados, la mayor diferencia se observó en la lechuga, cuyo valor promedio se ubicó un 116% más que el del programa precios cuidados. Le siguieron el aceite con el 70% y la leche con el 49% mientras que los precios del pollo, la yerba y el azúcar se ubicaron entre el 30% y el 45% más elevados que los de referencia nacional.

El precio del kilo de pan continúa más bajo en el interior, llegando en Abril al -26%. Es el único producto que registró ese comportamiento desde junio del 2020. También se encontraron por debajo el cemento, los huevos y la lenteja, cuyo valor se situó entre el -7% y -23%. La manzana, por su parte, se ubicó en -35%, siempre tomando como referencia los valores de CABA.

Con respecto a la variación intermensual, el alimento que mostró mayor diferencia con respecto a Marzo fue la leche que registró un aumento promedio del 12%, en tanto que el aceite subió en promedio un 8% y la lechuga el 7%, mientras que el vacío y la nalga coincidieron en un incremento del 6%.

Por otro lado, hay productos cuyos precios muestran mayor estabilidad  a lo largo del territorio, como es el caso de los huevos cuyo precio promedio se incrementó un 2% desde junio, mes en el que comenzó el relevamiento, y el azúcar, que sólo subió 4% desde ese momento.

“Observamos que hay productos con precios heterogéneos e inestables a lo largo del territorio, como pueden ser la lechuga y la manzana. También hay otros que se mueven de manera más compacta a lo largo de nuestra geografía como la carne, el aceite o la leche. En el caso de la carne, el año pasado se mostró estable con una fuerte suba hacia noviembre, mientras que se observó un comportamiento diferente en los precios del aceite y la leche, que registraron desde fines del año pasado un incremento sostenido e importante en todo el territorio nacional”, señaló la socióloga Natalia Calcagno, coordinadora del proyecto.

El estudio desnuda no solo la profunda distorsión especulativa de los precios, evidenciada en que las provincias pagan por su propia producción precios mucho más caros que en la Ciudad de Buenos Aires. Al mismo tiempo, se verifican las desigualdades sociales que sigue escondiendo la trampa de un modelo de desarrollo al que le falta federalismo, por mucho que se lo intente evocar.

La inflación no golpea a todos por igual

La inflación es un claro mecanismo de distribución regresiva del ingreso en un país. Es un parteaguas entre aquellos que por su grado de concentración en el mercado les permite ser formadores de precios y aquellos que apenas cuentan con su fuerza de trabajo para vender, y no pueden torcer en su favor el precio de su esfuerzo, es decir, el salario.

Como bien enseña en esta nota el Ingeniero Enrique Martínez: “Me sorprende que haya muchos economistas que creen que el neoliberalismo tiene que ser superado, que creen que los monopolios no son la causa de la inflación, sino la política del Banco Central con el dólar, los aumentos de tarifas, los posibles aumentos del salario real. Esos economistas dicen que si el salario real aumenta demasiado rápido, eso va a generar inflación. Es decir, que terminamos en el horno: aun los propios amigos creen que quienes a nuestro juicio son los responsables de acelerar la inflación (monopolios), no tienen que ver, sino que son consecuencia de la política de otros”.

Julio Gambina, en un reciente artículo en InfoNativa, sostuvo que: “La inflación es una manifestación del poder, del poder que tienen los que pueden incrementar los precios de los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado. Solo “puede” aumentar precios el que «puede», no el que quiere, para ser más precisos, el que tiene el poder de hacerlo.”

La identificación de este problema es la premisa fundamental para encontrar una respuesta adecuada para el dilema inflacionario. No se trata apenas de sostener que los salarios deben aumentar, lo cual es estrictamente cierto. De nada sirve que esos aumentos terminen en la canaleta especulativa de los mismos dueños de producción que aceleran el ritmo inflacionario para maximizar sus ganancias.

De lo que se trata, en definitiva, es de asumir la responsabilidad política de atacar el corazón de la concentración, y lejos entonces, de intentar alcanzar acuerdos con los sectores oligopólicos o monopólicos del mercado, hay que ser capaces de establecer una dirección a la inversión pública destinada a aumentar el número de actores en el mercado que permita atacar la concentración y establecer un férreo control de precios para el mercado interno que no sean coto de ganancia especulativa para los grupos económicos que se alimentan en dólares de las exportaciones.

 

Las tensiones silenciosas

En el rincón de los perdedores se encuentran aquellos que viven de su salario o un ingreso popular. Aquellos que no aparecen en la tapa de los diarios y no parecen ser protagonistas de la conflictividad social y política cotidiana.

Los problemas de la dirigencia política, las necesidades de los sectores empresarios transformadas en titulares de diarios y portales, parecen habitar la agenda de respuestas necesarias. Hay una suerte de cámara de eco en la que habita una minoría que piensa que los problemas que atraviesan la Argentina son los que le suceden a la minoría que integran.

Por fuera de ello, la Argentina está llena de tensiones sociales. Hay tensión cuando un laburante se mete la mano en el bolsillo para pagar en el SUpermercado. Hay tensión a la hora de comprar pañales, hay tensión en el comerciante que no puede pagar el cajón de pollo que acaba de aumentar una vez más y hay tensión en el jubilado que no sólo dejo de comprar pechuga, si no también pata y muslo y está por dejar de comprar las alitas el día 15 de depositada la jubilación.

Son tensiones silenciosas que atraviesa el malhumor social, muy alejada de los debates superestructurales, muy atomizada y carente de agenda política aglutinante. Pero está ahí, castigando la legitimidad de la política de una manera preocupante.

Son el caldo donde habitan los discursos más afiebrados que se riñen con la democracia.

 

La retórica del federalismo

Cada vez, con mayor frecuencia se argumenta sobre la Argentina que necesita mirar las provincias para pensar su desarrollo. Los anuncios que proclaman el federalismo, suelen acabar rendidos frente a la realidad con la que se edifica en forma material y efectiva, por parte de los grupos económicos, la planificación centralista del país.

Argentina es un país desigual. Sin embargo, no todos los problemas se resuelven en el enfrentamiento porteños y provincias. La clave del incremento de los precios, la desarticulación territorial de un proyecto productivo y solidario que ordene la vida cotidiana de nuestra gente, es producto de un fuerte nivel de concentración y extranjerización del desarrollo económico del país.

En la rentabilidad de un puñado de grupos económicos, mayormente extranjeros, se explican las razones de la distorsión de precios que existe y el saqueo efectuado sobre el bolsillo de nuestro país federal.

 

“El tiempo de los vivos”

La rueda en que transita el abordaje político de este conflicto que carcome la confianza social oscila entre la retórica y las acciones.

En el campo de la retórica, el enfrentamiento al “tiempo de los vivos”, la amenaza de cerrar comercios, multar el desabastecimiento, sancionar a los especuladores, operan el terreno del discurso, y por momentos, hasta dejan sorprender con una épica que colisiona con las acciones.

En el terreno de la acción, las mesas de consenso con exportadores que no bajan los precios, los alivios fiscales, las ventajas crediticias y la preferencia política de los sectores oligopólicos por los actores de la producción popular, marcan el ritmo de una agenda que va quedando en las antípodas de la retórica.

En un país que encabeza el top 3 del ranking inflacionario mundial, que ha devaluado su moneda en un ritmo del 40% anual y que no logra recomponer salarios al ritmo siquiera de la inflación estadística, las amenazas retóricas no alcanzan para frenar el avance de los especuladores.

Los niveles inflacionarios de la Argentina siguen siendo los más altos en términos globales y la pandemia, desnuda de manera clara y notoria que la razón de ser de dicho problema son los niveles altísimos de concentración económica, especulación financiera y cartelización empresaria en los formadores de precios.

 


Fuente: Infonativa.com, articulado original publicado en este link