Entrevistas

«La miseria está en el ser humano, no en el género»

Diana Zurco es la primera presentadora trans del noticiero central de la TV Pública. Su recorrido profesional, los obstáculos que debió saltar y su mirada sobre el periodismo actual.

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Por Rosmery Alayo Rodríguez

¿A qué edad empezó su carrera como periodista? ¿Qué cosas no negocia para ser ella misma? ¿Qué opina sobre el periodismo actual? De estos y otros temas habló Diana Zurco, la primera mujer trans egresada del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) y, desde 2020, una de las presentadoras del noticiero central de la TV Pública de Argentina.

Diana Zurco nació en Hurlingham en 1980. En diciembre de 2014 se recibió de locutora en el ISER, dos años después de la sanction de Ley de Identidad de Género en Argentina. Inició su carrera en medios como locutora de Radio Ciudad AM 1110.

¿Quién o qué te impulsó a estudiar en el ISER?

En el colegio, desde la primaria, me di cuenta que ciertas aptitudes ya venían conmigo. Pero en ese tiempo estudiaba en un colegio católico binario, estereotipado… pensá que estoy hablando de hace más de treinta años. En ese contexto era imposible imaginarse una nena trans. Me sacaba buenas notas en expresión oral y escrita: en eso me destacaba. Esas aptitudes no fueron impulsadas y motivadas por nadie. Mi padre es de Misiones y mi madre de Salta: ninguno de ellos tuvo la posibilidad de hacer una carrera. Ni siquiera terminaron el secundario. No tenían las herramientas para apoyarme o estimularme y eso es lo que más me faltó. Tuvieron una crianza severa, de campo, y orígenes estructurados. Pero los valores de trabajo, respeto hacia el otro, de ser consciente de que me puedo equivocar, que me enseñaron mis padres no los negocio.

¿Tenés claro el punto inicial de tu carrera profesional?

Sí, a los doce años se me ocurrió grabar un saludo para el Día de la Madre en un cassette que había comprado mi mamá. Junto a mis dos hermanos menores le hicimos un saludo cortito. Todo muy rústico. Esto fue en el año 91 o 92. En ese tiempo algo pasaba por mi cabeza, por mis deseos. Ya entrando a la adolescencia escuchaba mucha radio. En el 93 mi mamá me regaló un centro musical y para mí era como la NASA, comparado con el grabador anterior. Es ahí que me grababa, jugaba a hacer radio, presentar temas, publicidades, un musical, a veces, hasta sin micrófono. En ese momento iba más por la parte artística y la publicidad, pero todo esto se me ocurría sin una referencia cercana o familiar. Creo importante el hecho de jugar a lo que me gustaba. Me escondía porque aún no era Diana y mi voz era atípica para la de un varón. En tercero y cuarto año de secundaría jugaba a hacer las voces de las locutoras de Cadena 100. Todas esas locutoras me inspiraban y con mis compañeros jugábamos a hacer publicidades. Pero tenía mucho temor a desenvolverme libremente por el miedo al rechazo, todavía era un chico que iba al secundario: ni pensaba que iba a ser una locutora y mujer trans.

¿A qué edad comienza tu autopercepción como mujer trans?

Fue a los 18 años. En ese momento no pensaba en estudiar porque en mi cabeza tenía el tema de mi identidad de género que se estaba construyendo y tomando forma física. Por eso se pospuso mi sueño: de hecho, lo había desechado. A los 21 años tuve mi primer trabajo en una cadena de peluquerías muy grande. Sabía que las mujeres trans somos discriminadas y como opciones de trabajo tenemos la prostitución. Por suerte mi viejo no me echó a la calle y tener techo y comida ya me cambiaba la vida…mirá lo que te estoy diciendo. Es que en muchas provincias del país se da con frecuencia que las mujeres trans son expulsadas de sus casas. Se vienen a las grandes ciudades y sufren en la calle por su condición de género.

¿Pensaste en la opción de la prostitución?

Sí. Ya pensaba en este fantasma de la calle. Eso fue hace más de 20 años. No había leyes de igualdad de género, no había cupo laboral trans, ni matrimonio igualitario ganados gracias al activismo y la militancia. La calle nos ronda a las mujeres trans, pero un amigo me dijo, “Yo estudio para colorista, ¿Por qué no probás?”. Por los consejos de este amigo, estudié para asistente en peluquerías. Lavaba la cabeza a las clientas. Pero, en realidad, no quería trabajar en peluquerías. Sentía que no era lo mío. En ese momento se venía dando una maduración mental en mí y, como digo siempre, “Los tiempos tienen sus tiempos”. Cada tiempo marca algo y tiene una coyuntura alrededor; pasan cosas que se tienen que vivir y hay que crecer. A esa edad no tenía ni las herramientas psíquicas ni emocionales para poder decir “Voy al ISER aunque me rechacen”.

¿Cómo es que decidís estudiar locución en el ISER?

Finalizando el secundario escuché sobre el instituto pero empecé a estudiar a los 32 años. Se decía que los aspirantes eran muchos y sólo había un cupo de cerca de 60 personas por año. Encima yo con mis temas de identidad, pensaba que sería imposible. Pero atravesé distintos cambios y ya de más grande empecé con el instituto.

¿Qué pensás de los derechos de género adquiridos?

Los tenemos ganados gracias al activismo y la militancia en coordinación y articulación con la política. Se fue dando así porque nuestro colectivo LGTB o Comunidad trans entendió que el camino era por ese lado: unirnos de manera colectiva y articular con el estamento político. Ahí se empezaron a lograr las leyes y no creo que nos hayan regalado nada. Fue militado, trabajado y por eso no le atribuyo a ningún gobierno. Un grupo político apoyó más que otro, eso sin duda, pero la militancia viene desde los años 70 y 80, por mujeres trans que dieron la vida al alzar la voz por nuestros derechos; y eso no se puede negar.

¿Creés que ha sido estigmatizada la comunidad trans?

Quien lea nuestra historia LGTB sabrá que el primero en alzar la voz por los derechos de nuestra comunidad fue Carlos Jáuregui, el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) entre 1984 y 1987. Esta etapa está muy vinculada a los derechos de las personas con HIV. En ese tiempo estaba muy asociado con nuestra comunidad. Si no se hubiese alzado la voz para pelear porque había injusticias y desigualdades no se hubiesen abierto los caminos y hoy nos incorporamos nuevos y nuevas referentes. También nos estigmatizan con que somos anti-familia. Yo no me considero de esa manera. Creo que a veces tengo más valores que alguien heterosexual que discrimina. La miseria está en el ser humano, no en el género o una orientación sexual.

 

¿Qué pensas en relación a los medios y la televisión?

Este ambiente, a veces, no es tan simple. El paisaje se vuelve un poco turbio y difícil. Hay bemoles en el ambiente de la comunicación, porque se entrecruzan energías, complejidades internas del trabajo y la política. Hay normativas, hay sindicatos, decisiones, formas de proceder, caracteres que se cruzan, convenios; entonces, hay una serie de cosas que hace que tu vida laboral se desarrolle de una manera u otra. No es lo mismo trabajar en medios privados que en medios públicos. No he trabajado para medios privados, pero sí conozco muchos colegas y sé que la forma de trabajar en un ambiente privado suele ser más difícil porque se manejan con otros procederes. Quizás hay más abuso por parte de las patronales o empresas más grandes. Colegas periodistas que dicen: “Me conviene no hablar porque compromete mi trabajo y me castigan, me frizan, me apagan y dejan en una oficina”. Estas cosas todavía siguen pasando. Sigue habiendo maltrato laboral y qué decir de los micromaltratos que se van sumando y te tiran más para abajo que para adelante como trabajador.

Me parece que hay una parte del periodismo que tiene una deuda con la sociedad porque está alejado de lo que realmente le está pasando a la gente. Es un desafío y una interpelación interna porque se percibe que hablamos desde un escritorio y creemos que el universo social pasa por ese microclima.

Considerando que hace poco fueron las elecciones, ¿cómo ves el resultado de las PASO?

Pienso que la cabeza social que hace que voten a un candidato que trae un discurso de odio, de negacionismo, de bajar una agenda de derechos ganados, no es casual. Está más allá de la coyuntura económica o de que hubo un voto castigo; es el reflejo de un hartazgo, una desilusión con la clase dirigente política. Ahora hay una reflexión, un llamado a la conciencia sobre por qué atrapa un discurso que trae toda esta visión de recortar derechos adquiridos. Creo que debemos proponernos mirar más desde la empatía y qué le sucede al otro que tenemos en el entorno. Ver las carencias y fallas sociales como la inseguridad, la inflación, la economía, el odio, la intolerancia. Hablo de los medios. Tenemos que ver quienes nos hablan y desde dónde nos hablan. Hay que poner en práctica la observación crítica de qué es lo que viene de uno y qué nos metieron de manera arbitraria.

En relación al contexto que se está viviendo ¿qué pensás sobre el periodismo actual?

El periodismo desde hace un tiempo no intenta ser parte de las soluciones. Me parece que hay una parte del periodismo que tiene una deuda con la sociedad porque está alejado de lo que realmente le está pasando a la gente. Es un desafío y una interpelación interna porque se percibe, se ve esto de trabajar en un microclima donde hablamos desde un escritorio, desde un estudio de televisión, con un micrófono o una cámara y creemos que el universo social pasa por ese microclima. Eso se ve en la charla de la gente. No es de ahora este periodismo guiado por intereses más que por un ejercicio de la profesión. Me parece que hay que retomar ese rumbo de un periodismo con responsabilidad, de soluciones, de construcción social; que comunique lo menos contaminado posible. Desde ese lado miro el periodismo. El desafío está en si comunicamos para la sociedad o si el periodismo busca congraciarse con el poder.

A los jóvenes que se sienten sin metas, sin proyectos, ¿qué le dirías?

Que yo en un momento también estuve abatida por la depresión y hasta pensé que el camino era pasar a otro plano. Pero un día dije: “Tengo estos sueños, tengo estos componentes, estas pequeñas herramientas cerca de mí y, ¿si me animo?”. Y así fue. Pero mi fuerza de carácter y de personalidad no tienen porqué ser la de todos. Quizás podemos ser fuente de inspiración y llevar una palabra de ayuda. Hablo desde ese lugar, después cada uno tiene que hacer su camino. Si una persona tiene la pierna lastimada, puedo ayudarlo, pero no puedo caminar por esa persona. En todo caso les diría que nunca abandonen sus sueños y, si pueden, que busquen ayuda o referencias para saber si con eso pueden hacer algo. Mi fe y esperanza está en los jóvenes y se interesan por causas justas. Para que se den los cambios, hay que militar, activar y alzar la voz. Falta mucho por aprender.

Fuente: ANCCOM