Política

Elecciones argentina

¿Predestinados al éxito?

Cuando esta edición de InfoNativa vea la luz, el primer tramo de campaña electoral habrá terminado, sin mucha pena y con absolutamente nada de gloria. En veinticuatro horas, las escuelas abrirán sus puertas para ofrecer las urnas a un pueblo que enfrenta con preocupante apatía la contienda electoral.

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Tarot, política y militancia

¿Que los países tienen carta astral? Mirá vos, tomá mate. Esa sí fue una novedad que dejó la campaña electoral que acaba de cerrarse, al menos, para las personas legas en los asuntos celestes de la astrología.

Sorprendente, por cierto. Imagine usted, por un instante, que el 20 de diciembre de 2001 estaba escrito a sangre y fuego en la carta astral del país. Si usted estuvo tirando piedras ese día, se va a quedar con la boca abierta. Y peor se va a quedar si anduvo durante diez años acumulando colectivamente en la marginalidad política a la que se condenaba a la militancia peronista que desafiaba al menemismo.

Al final, se hubiera usted quedado haciendo negocios con Menem, en nombre del peronismo, total las cosas ya estaban anotadas en el asiento marginal de la carta astral de nuestra gloriosa Argentina. Todo iba a suceder de esa forma.

Diga usted que todavía hay zonzos, que se siguen aferrando a aquella certeza que se le agregara a la marcha en su cierre. Eso de “resistimos en los 90, volvimos en el 2003”, es una máxima más militante, menos determinista y más aferrada a lo pedestre de nuestra capacidad de transformación.

Por eso, quizás, la campaña era una linda oportunidad para que la política pudiera salir del chiquero y construir las condiciones para volver a convocar masivamente a nuestro pueblo a las urnas.

Eso, al menos en las PASO, va a estar sumamente complicado.

Predestinados al éxito

En lo que no hubo sorpresa es en aquello que se dijo de que “viene una etapa de mucho crecimiento” en la Argentina.

Mas allá del tránsito converso de Júpiter durante los meses venideros, lo cierto es que Argentina atravesó los últimos 18 meses con una alza brutal del precio de las materias primas que exporta. De allí que los números para el país, siempre agobiado por el ingreso de dólares, empiece a ser alentador.

Mas allá del cuadrante de Neptuno, si alguien se detiene en la cantidad de “activos externos” formados en el extranjero. Es decir, la cantidad de dólares que tienen encanutados en el extranjero el 5% de las personas que se dicen argentinos, se va a dar cuenta que hay más dólares que lo que se necesita para pagar la deuda externa y motorizar el crecimiento económico del país.

Si uno repara en el billón y moneda de pesos que le vamos a tener que pagar a los bancos por los intereses que arrojan las Leliq, los pases pasivos y los instrumentos que le otorga el Estado Nacional para que no le hagan una corrida cambiaria y financiera, nos daríamos cuenta que el país va a gastar diez veces el presupuesto del Ministerio de Vivienda en todo el 2021 para que a los bancos le cierre el negocio de operar en la Argentina, uno puede concluir que -el nuestro- no es un país asfixiado económicamente.

Claro, mas allá del trepidante asunto de la predestinación, para que la Argentina abandone la gravedad del diagnóstico social que atraviesa, lo que sería necesario es que alguna de las fuerzas políticas decida suspender el pago de la estafa de préstamo que nos reclama el FMI, denunciar la grotesca fuga de capitales y frenar la sangría de guita que se dilapidan unos pocos en el extranjero. Es absolutamente necesario para que cualquier sacrificio humano que se realice en el territorio nacional, no termine dejando sus frutos en la canaleta de la Deuda Externa y la fuga de capitales.

Es tan necesario eso, como recuperar el sendero de la expropiación de Vicentín, de la creación de la empresa pública para el control del Paraná y la gestión de los puertos privados. En serio. Porque si no, la predestinación al crecimiento de las exportaciones, solo va a tener rédito en el balance de las siete empresas (cinco de ellas multinacionales) que cartelizan el comercio exterior de granos.

Y muy necesario, claramente, para nuestro destino de éxito asegurado, es que recuperemos el espíritu de aquella campaña electoral de 2019, cuando sin amagues le dijimos a nuestro pueblo que entre los bancos y los jubilados, nos quedábamos con los jubilados. Y dijimos también que la plata para mejorar salarios y jubilaciones, la íbamos a sacar de la que se llevan los bancos por la usura de las leliq. (sí, usamos la palabra usura).

Si recuperamos esas certezas, quizás la predestinación al éxito, además de provocar un crecimiento económico para los mismos de siempre, empiece a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de nuestro pueblo, condición indispensable para no tener que seguir de campaña electoral en campaña electoral, atravesándola en el medio de cuatro millones de jubilados (una de cada diez personas que habitan éste suelo) cobrando mucha menos guita que la que necesitan para vivir.

Cerró la campaña

Cuando esta edición de InfoNativa vea la luz, el primer tramo de campaña electoral habrá terminado, sin mucha pena y con absolutamente nada de gloria. En veinticuatro horas, las escuelas abrirán sus puertas para ofrecer las urnas a un pueblo que enfrenta con preocupante apatía la contienda electoral.

El 24 de julio, hace ya lejanos 47 días, el Frente de Todos presentaba sus candidaturas en la provincia de Buenos Aires. Cristina, siempre Cristina, adelantó en esa oportunidad que “Ya el marketing, el coaching… por favor” y advirtió “con saltito y risita, hermanito y hermanita no vamos a ninguna parte. Así que yo quiero decirles a quienes nos van a representar como diputados, como diputadas aquí en la provincia de Buenos Aires qué hagamos todo lo que sea necesario para que podamos discutir racionalmente.”

No le dio bola nadie. La campaña anduvo saltando de chiquero en chiquero a lo largo de toda su extensión legal.

Las últimas semanas, allí donde se tendría que poner intenso el debate de cara al cierre de campaña, la cosa empeoró significativamente, y atrás de las frases hechas, las palabras escogidas para confrontar poco, decir menos y no satisfacer a nadie, se siguió poniendo la lupa sobre los aspectos más extravagantes de las entrevistas a los candidatos.

Se conjugaron dos factores que precisan revisarse para cimentar las condiciones de éxito de nuestro país. Por un lado, un periodismo hegemonizado por serviles empleados de los grupos económicos de la comunicación, llenan de barro y basura el terreno en el que habita la política, con el objetivo de desprestigiarla.

Por el otro lado, una dirigencia política colonizada por las certezas que ofrece el marketing, que verifican las tendencias o posicionamientos en redes sociales, antes de decir algo, que cuidan el vocabulario para que nadie se entere de lo que piensan, que revisan una encuesta antes de salir a hablar con un vecino, que acepta vestirse distinto, peinarse distinto y dejar de parecerse al pueblo que invita a votar para transitar la campaña.

Una dirigencia política que, en el peor de los casos, hace años no sabe como vive una persona de a pie, y en el mejor y más extendido de los casos, abandonó sus certezas militantes en la mesa de luz, por recomendación “de los que saben” a la hora de hacer campaña.

A votar

El domingo se ofrecerán las urnas a nuestro pueblo. Es cierto que dos modelos antagónicos de país se enfrentan. Dos modelos definidos y probados en la historia reciente. Un proyecto de país que gobernó la Argentina hasta 2015, en el que trabajadores y jubilados pudieron planificar mínimamente su vida, y un paréntesis neoliberal de cuatro años en los que se saqueó el futuro de la mayoría.

El gran dilema es que la certeza de los dos proyectos de país en pugna, es una convicción que sólo tenemos los que habitamos la burbuja de la política. Una minoría intensa de nuestro país que vive la confrontación entre el peronismo y la oligarquía, entre kirchnerismo y antikirchnerismo como una causa vital ordenadora.

Esa burbuja que habitamos, no está en expansión, mas bien todo lo contrario. Y ahí tenemos el problema principal.

El domingo, millones de compatriotas no van a ir a votar. Aunque nos parezca inverosímil a los que habitamos la política, la enorme mayoría de los que se van a ausentar de las urnas lo hacen porque no se enteran o porque les importa tres cuernos el resultado. Apenas unos pocos no van a ir por bronca, cosa que seria mejor que la apatía absoluta.

Mientras transcurrió este primer tramo de la campaña, y los que habitamos la política esperamos el resultado de las PASO para avanzar en la definitiva de noviembre, la mayoría de nuestro pueblo vive para la mierda, o hace malabares para poder comprar lo que necesario para morfar. No es un eufemismo.

Cientos de miles de personas, todos los días, salen a revolver basura o manguear ropa usada para venderla en una feria. Hay gente que necesita reponer una pilcha comprando una prenda que salió de la basura. Vivir en esas condiciones no acerca a nuestro pueblo a la política por el sendero de la economía popular, la aleja. Si vamos a repetir que esa es una forma digna de vivir, sigámoslo haciendo en nuestro burbuja, que no se enteren los que están afuera.

Lo mismo cuando decimos que bajó la carne, o que los salarios le están ganando a la inflación o que hay un reverdecer del trabajo. Nadie reclama que se abandone el falsete trágico de las campañas electorales, sólo hay que meterle prudencia.

Quizás por esos desatinos discursivos, por el auge desmedido de panelistas, noteros, arribistas y descuidistas que volvieron a poblar las listas en el país, pero fundamentalmente, por seguir inmersos en esta dinámica en la que la gran mayoría de los argentinos y argentinas la pasa muy mal mientras en la televisión y las redes exhiben lo bien que la pasan algunos, es que se nos aleja nuestro pueblo de la política.

No nos enojemos con nuestro pueblo frente a un eventual resultado no deseado. De cara a noviembre, no insistamos en lo inexplicable. Quizás sea tiempo de recuperar la dinámica colectiva de enfrentar a los que se la llevan, con el objetivo de repartirla. Como hizo Néstor cuando no le fue bien en una elección, y pintó, junto a Cristina, la historia de conquistas en muy poco tiempo.