Sociedad

Tres décadas con acceso a las urnas y mucho más

Se cumplen 30 años de la asunción de la fórmula radical Alfonsín - Martínez, tras el gobierno de facto. Es por eso que los argentinos celebramos hoy el periodo más largo de democracia, en éste tuvimos varias oportunidades de elegir a nuestros representantes pero ellos no siempre han respetado la voluntad del pueblo.

La sociedad celebra 30 años ininterrumpidos de democracia.

Desde la institucionalización del voto secreto y obligatorio en 1912, hoy se cumple el 30 aniversario del período democrático más largo. Según Juan Domingo Perón “la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”. Nuestra democracia tiene varios altibajos, hechos repudiables, pero muchas conquistas populares que hoy nos hacen festejar.

 

Decía Alicia Moreau de Justo: “La democracia es, así ha sido definida hace bastante tiempo, el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, es decir, que el pueblo no sea un instrumento para dar a otros las leyes que necesitan para hacer lo que quieran con el país”.

 

En estas décadas pasaron varios presidentes, ocurrieron hechos que han perjudicado mucho a la sociedad, que nos recordaron a aquellos años oscuros y otros por los que hoy vale salir a la calle a celebrar.

 

En este periodo sólo tres Presidentes electos cumplieron en tiempo y forma con el mandato constitucional: Carlos Menem, reelecto, Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, sobre un total de diez jefes de Estado que ocuparon el llamado de sillón de Rivadavia. 

 

Esta porción democracia de la historia argentina se inició en 1983 con mucha expectativa popular de la mano del  dirigente radical Raúl Alfonsín. 

 

Tras un siglo de alternancia entre dictaduras y gestiones nacidas en las urnas, su victoria con el 51,7% de los votos en octubre de 1983, abrió el camino a los 30 años de democracia ininterrumpida que se cumplen el próximo martes.

 

«Iniciamos una etapa que, sin dudas, será difícil, porque tenemos todos la enorme responsabilidad de asegurar hoy y para los tiempos la democracia y el respeto de la dignidad del hombre en la tierra argentina», afirmó Alfonsín al arrancar su discurso frente a una Plaza de Mayo repleta y con sed de democracia.

 

El 8 de julio de 1989, Carlos Menem le devolvió el poder al Partido Justicialista, afrontó las dificultades económicas de la época con políticas neoliberales, que fomentaron las privatizaciones y el achique del Estado.

 

En 1994, tras un acuerdo entre el peronismo y la UCR liderada por Alfonsín, se reformó la Constitución y se habilitó la reelección presidencial: luego de conseguir ese aval, el 14 de mayo de 1995, Menem fue reelecto por otros cuatro años.

 

El 10 de diciembre de 1999, el radical Fernando de la Rúa llegó a ocupar el sillón de Rivadavia, luego de ganar las elecciones en el marco de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, integrada por la UCR y el Frepaso.

 

Su Gobierno duró poco más de dos años, ya que De la Rúa renunció el 20 de diciembre de 2001, en medio de la peor crisis social, económica y política desde el regreso de la democracia.

 

Tras una breve participación en la Rosada de Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, y Eduardo Camaño, el 2 de enero de 2002, Eduardo Duhalde, quien había quedado segundo en la elección presidencial de 1999, fue elegido para finalizar el mandato de De la Rúa.

 

Para las elecciones de 2003, el bonaerense dio su respaldo al santacruceño Néstor Kirchner, quien logró acceder a la Casa Rosada luego de que Menem se bajara de la segunda vuelta electoral, tras ganar en la primera.

 

Kirchner asumió el 25 de mayo de 2003, con un recordado discurso: «Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero además quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación, la nuestra».

 

El santacruceño finalizó su mandato el 10 de diciembre de 2007, cuando le entregó el bastón de mando a su esposa, Cristina Fernández, la primera presidenta mujer electa y reelecta del país.

 

Esos fueron los nombres pero además en estos treinta años hubo oscuros episodios que ros recordaron los años negros. El primero de ellos fue el levantamiento militar carapintada de la Semana Santa del ’87 hizo pender de un hilo a la democracia, tanto que radicales, peronistas y demás partidos políticos y pueblo en general acudieron en masa a la Plaza de Mayo a garantizar la continuidad del sistema, que había costado miles de desaparecidos durante la última dictadura. 

 

Hubo cuatro alzamientos militares, el más sangriento fue el último, el del 3 de diciembre del ’90, cuando murieron, por lo menos, 14 personas (varios civiles) y más de 300 heridos. 

 

Todo el movimiento carapintada fue encabezado por dos militares que habían estado en la Guerra de Malvinas (ex teniente coronel Aldo Rico y ex coronel Mohamed Alí Seineldín), pero que se oponían al juzgamiento de los oficiales por la actuación en la represión ilegal en la dictadura. 

 

El presidente Alfonsín aprobó el juzgamiento de las tres primeras juntas militares de la dictadura, pero el juicio se inició recién el 22 de abril de 1985, que terminó con la condena de la mayoría de los ex jerarcas del «proceso de reorganización». 

 

Hacia finales de 1986, el Congreso dictó la Ley de Punto final con el ánimo de calmar a los militares y preservar la estabilidad democrática.

 

En junio de 1987, el Parlamento argentino votó la Ley de Obediencia Debida tras la asonada carapintada de Semana Santa, que presionó en favor de una ley que contemplara niveles de responsabilidad en la política de los cuadros militares sobre la política de represión y desaparición de personas. 

 

En tanto Menem, a poco de asumir firmó cuatro decretos. Gracias a ellos indultó a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (promulgadas durante la presidencia de Ricardo Alfonsín en 1986 y 1987), excepto el ex-general Carlos Guillermo Suárez Mason, que había sido extraditado de los Estados Unidos.

 

La amnistía alcanzó, en total, a 220 militares y 70 civiles. Benefició a líderes y miembros de los grupos  considerados “guerrilleros”, entre ellas personas que se encontraban muertas o desaparecidas. También indultó a militares uruguayos.

 

En otro decretó indultó a  los participantes de las rebeliones militares carapintadas de Semana Santa y Monte Caseros en 1987 y de Villa Martelli en 1988. Y, por último, a los ex-miembros de la Junta de Comandantes Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, condenados por los delitos cometidos en la conducción de la Guerra de las Malvinas.

 

Pero en 2003, la entonces diputada de Izquierda Unida, Patricia Walsh, presentó en la Cámara baja un proyecto para anular estas leyes, iniciativa que fue apoyada por el presidente Kirchner. 

 

El 21 de agosto de 2003 el Senado convertía en ley la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, conocidas como las leyes de la impunidad o del perdón, que impedían que los responsables de delitos de lesa humanidad fueran juzgados.

 

Durante el periodo kirchnerista los represores condenados suman 378. En estos momentos hay 232 acusados con juicios orales en trámite y 1013 procesados. Pero también hay que recordar a testigos claves asesinados y desaparecidos como Silvia Suppo y Jorge Julio López.

 

Por otra parte, haciendo historia en materia económica recordamos la primera hiperinflación, la cual obligó a Raúl Alfonsín -entre otras causas- a entregar en forma apresurada el mando a Menem el 8 de julio de 1989. 

 

La segunda, ocurrida durante la gestión de Erman González como ministro de Economía, preparó el terreno para que Domingo Cavallo creara la convertibilidad, un peso un dólar, cuya salida desembocó en la más fenomenal crisis económico-financiera de la Argentina. 

 

La convertibilidad monetaria fue un cepo económico que llevó a que el país tuviera 17 cuasi monedas, impresas por las provincias para tratar de lograr el financiamiento perdido por la quiebra del Tesoro Nacional. 

 

La declaración de la cesación de pagos de la deuda externa se inscribe entre las consecuencias de la crisis del modelo económico adoptado a partir de 1989, de privatizaciones indiscriminadas, una política cambiaria por encima de las posibilidades del país y de desindustrialización. 

 

Y a finales de 2001 los argentinos debimos enfrentar la más grande crisis económico-social, con una marca superior al 50 por ciento en el índice de pobreza e indigencia y un nivel de desocupación del 25 por ciento durante el primer semestre de 2003. 

 

En estos 30 años de actividad económica los argentinos tuvimos tres cambios de monedas (Peso Argentino, Austral y Peso). 

 

El estallido de la crisis de 2001, un mes antes del abandono de la convertibilidad cambiaria, tuvo su correlato político en la peor represión ocurrida durante la democracia. 

 

Durante los días previos a la renuncia del presidente Fernando de la Rúa hubo una represión en las inmediaciones de la Plaza de Mayo y en otras capitales, como Rosario, que dejaron un saldo de más de 30 muertos y ciento de víctimas. 

 

La renuncia de De la Rúa ocurrió el 21 de diciembre de 2001, lo sucedió por un día en el cargo el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta. Al senador misionero lo siguió Adolfo Rodríguez Saá, quien declaró el default. 

 

El último día de 2001 tuvo como presidente por 24 horas al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño. 

 

El primero de enero de 2002, la Asamblea Legislativa eligió al senador Eduardo Duhalde para terminar el mandato interrumpido de De la Rúa. Desde entonces, el período se lo conoce como «la semana de los cinco presidentes», que se inscribe como una de las mayores curiosidades de la República Argentina. 

 

Durante la presidencia de Duhalde fueron reprimidos y asesinados Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, mientras reclamaban derechos en las calles de Avellaneda. Esta fue otra oscura jornada que aceleró los comicios para dar comienzo a la década kirchnerista que aún gestiona.

 

Es mucho lo que falta, y el pueblo se tendrá que ocupar de elegir a quienes puedan concretarlo. Pero hoy celebra en las calles los logros democráticos de diversidad sexual, identidad de género, aborto no punible, muerte digna, juicio y castigo a los represores, divorcio y matrimonio igualitario y ley democrática de medio, entre otras leyes que nos hacen más iguales. 

 

Pero a tan pocos días de su muerte es imprescindible recordar y nunca perder de vista las palabras de Nelson Mandela, quien defendió con su vida la democracia: «Si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento».