Opinión

Historias del 17 de octubre de 1945

Passaponti: el mártir que intentaron olvidar

Un joven, nacido 1° de noviembre de 1927 en el pueblo de Zenón Pereyra, provincia de Santa Fe, hijo de madre de ferviente fe católica y padre de profesión farmacéutico y pensamiento anarquista, se iba a convertir en el primer mártir -entre muchos miles-, en la historia del peronismo.

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Por: Hugo Osvaldo García

Un joven, nacido 1° de noviembre de 1927 en el pueblo de Zenón Pereyra, provincia de Santa Fe, hijo de madre de ferviente fe católica y padre de profesión farmacéutico y pensamiento anarquista, se iba a convertir en el primer mártir -entre muchos miles-, en la historia del peronismo.

Llega a Buenos Aires en el año 1933 junto a su familia donde su padre instala una farmacia. Vive en forma apasionada su militancia juvenil donde logra- a los 16 años-, ser Delegado de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (U.N.E.S.) y publica poemas en diversos periódicos barriales. Todo esto en contra de la voluntad de su familia que no deseaba que su hijo varón incursionara en la actividad política.

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El 17 de Octubre de 1945 fue con su agrupación estudiantil hacia la Plaza de Mayo para reclamar la liberación-detenido en la Isla Martín García primero y después en el Hospital Militar-, de Juan Perón donde lo vieron y lo escucharon en horas de la noche ya en los balcones de la Casa Rosada.

También llegó a sus oídos la recomendación de Perón: “…al abandonar esta magnífica asamblea háganlo con mucho cuidado. Recuerden que ustedes, obreros, tienen el deber de proteger aquí y en la vida a las numerosas mujeres obreras que aquí están…”.

La columna de ese joven cuyo nombre era DARWIN PASSAPONTI se dirigió a la Avenida de Mayo 1333, donde se hallaban las instalaciones del Diario “Crítica”, medio opositor a Perón, para abuchearlo.
Relata el poeta Alfredo Carlino que estuvo presente en la histórica jornada al lado de PASSAPONTI que éste cayó fulminado como si hubiese recibido un mazazo en la frente.
Ubicados en las terrazas del edificio del diario, francotiradores y cuadros políticos del Partido Comunista, dispararon a mansalva sobre esa columna humana. Un tiro de fusil certero dio de pleno en la cabeza del joven militante. Eran las 3 de la mañana del 18 de Octubre y el cuerpo inerme de Darwin yacía sobre la calle mirando al cielo.

Placa que recuerda el asesinato de Darwin.

Placa que recuerda el asesinato de Darwin.

Lucía sobre el ojal de su saco la insignia de la Alianza Libertadora Nacionalista: un cóndor con las desplegadas alas sobre una pluma y un martillo. Fue suficiente ese distintivo para que sobre el muerto se abalanzaran- intencionadamente- oscuras historias de fascismo y corrupción Eso sí de los asesinos, nada. Mataban por segunda vez con sus perversas historias a un joven poeta de 17 años cuyo único delito fue su amor a la Patria.
También en esa balacera quedan heridos de muerte dos jóvenes, Francisco Ramos y Benito Currá, que fallecen ya estando hospitalizados días después.

Otros 50 heridos de bala quedan internados en los Hospitales de la ciudad.
Esa oligarquía no aceptaba el nacimiento del movimiento de masas más importante de América. Esa oligarquía no aceptaba al “subsuelo de la Patria sublevado” y una vez más mancharía sus manos con sangre en pos de cuidar sus privilegios mal habidos.
Y lo seguiría haciendo a través de la historia pues fue el peronismo quien hubo ofrendado la casi totalidad de vidas a través de los tiempos, cercenadas intencionadamente por el odio y resentimiento de ese sector minúsculo, poderoso, salvaje.

El crimen de Darwin, su breve e intensa vida es un suceso que los historiógrafos liberales, tienen necesidad de ocultar. De olvidar. El nacionalismo les incomoda. Por eso se lo solaya.
Hoy, una plazoleta ubicada en la Avenida García del Río entre las calles Ciudad de la Paz y Amenábar en el barrio de Saavedra de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo recuerda. Nos lo recuerda.

plazoleta PASSAPONTI-01

El joven poeta había publicado el 16 de Octubre de 1945, casi como profecía en el periódico “Amanecer” un pequeño pero gigantesco poema que sonó a despedida terrenal:

Quise cruzar la vida
con la luz del rayo
que el espacio alumbra,
seguro de no vivir más que un instante,
seguro de no morir debilitado.
Así como el rayo,
Corto, breve, y soberano…