Economía

Devaluación e inflación: Causa y efecto de una política económica subordinada al FMI

La inflación se explica por la presión de sectores concentrados y extranjerizados de la economía local. Los efectos: pobreza y desigualdad para millones de compatriotas y beneficios para un pequeño grupo de empresas. Rodolfo Treber expone aquí los límites de un modelo que carece de definición política para transformar de raíz la matriz productiva.

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A fines del 2021, ya cumpliendo con exigencias del FMI en el marco de las negociaciones sobre la estafa de la deuda ejecutada durante el gobierno de cambiemos, el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Miguel Ángel Pesce, y el Ministro de Economía, Martín Guzmán, transmitían tranquilidad a la Unión Industrial Argentina (UIA), Asociación Empresaria Argentina (AEA) y Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), avisando que estaba prevista una aceleración del ritmo devaluatorio del peso argentino sobre el dólar.

Así las cosas, mientras que en el segundo semestre del año pasado el ritmo mensual de las micro devaluaciones oscilaba entre el 1 y 2%, en los meses de mayo y junio, la devaluación proyectada alcanza el 4% mensual, equivalente a un 60% anual. Parece que las promesas discursivas se cumplen solo para ciertos sectores.

La opinión de la tecnocracia economicista, voceros de los poderes anteriormente mencionados con lugar predominante en medios de comunicación masivos, indicaban que el ritmo de devaluación se encontraba lejos de alcanzar el nivel óptimo, el punto de equilibrio, que significaba estar emparejado con el índice de inflación estimado para cada mes.

Alejándose de toda racionalidad, pero cumpliendo órdenes a pie de juntillas, dan vuelta la relación causa – efecto de los parámetros económicos para volcar la opinión pública hacia la aceptación de la devaluación como algo necesario, o inevitable, en este contexto. Dicen que la inflación obliga a devaluar la moneda local frente al dólar para no perder competitividad, cuando es exactamente al revés; el ritmo de la devaluación es la principal causa de la inflación.

Por lo tanto, la proyección de inflación del mercado, en rigor de verdad, solo representa cuánto ellos mismos quieren que se devalúe la moneda local porque trabajan para el sector exportador o financiero. Es una expectativa, un mensaje político, y no un pronóstico.

En el medio, como sucede siempre que no gobierna el interés nacional, el único afectado es el pueblo trabajador, que sufre las terribles consecuencias de la alta inflación que agrava los flagelos de la pobreza y la desigualdad, como los pequeños y medianos empresarios nacionales que ven disminuido el mercado interno e inaccesible el crédito para la inversión productiva por las altas tasas de interés arrastradas por el ritmo devaluatorio.

En este contexto, es importante comprender el motivo por el cual el Fondo Monetario Internacional, y sus funcionarios locales cipayos, tienen tanto interés en aumentar el ritmo de la devaluación. La respuesta es: la inflación es una de las más poderosas herramientas de ajuste.

Con el objetivo de fundamentar y explicar esta afirmación, es importante remarcar que, en los países económicamente dependientes, y con el comercio exterior liberado a manos transnacionales (como es el caso de Argentina), la moneda predominante del comercio exterior es la que marca los precios internos. El motivo es que toda la producción de bienes, desde el trigo hasta un automóvil, es pasible de exportación por lo que su precio se rige por el dólar.

En consecuencia, cuando el BCRA eleva la cotización del dólar oficial, todos los productos que la Argentina compra y vende en su comercio exterior aumentan su precio de forma directa en moneda local; mientras que el resto, lo hace de manera indirecta por el aumento de algún insumo, combustible, energía o logística. Esto se traduce como inflación en el mercado interno.

Este aumento generalizado de precios (porque aplica a todos los bienes y servicios) tiene como consecuencia un aumento extensivo y similar, en términos relativos, de la recaudación fiscal vía impuestos (IVA, monotributo, retenciones, aranceles…).

Los trabajadores formales, gracias a la existencia de paritarias, disputan periódicamente, mantener o elevar su poder adquisitivo, contra el índice de inflación mediante aumentos salariales. Pero, vale decir que los trabajadores formales son solo el 40% de la PEA (población económicamente activa: argentinos en condiciones de edad y salud para trabajar). Entonces, en un contexto inflacionario ¿Qué sucede con el resto?

El 15% de la PEA se encuentra en una situación de dependencia a asignaciones o planes sociales y su poder adquisitivo se encuentra a merced de la voluntad política del gobierno de turno; mientras que un 7% de la población se encuentra desempleada y la inflación agrava su desesperante situación.

El restante 38% de la PEA son trabajadores que se encuentran en el marco de la ilegalidad por lo que, en un proceso inflacionario, son los primeros que ven afectado su poder adquisitivo al no contar con la estructura organizativa que haga valer sus derechos ante un proceso de ajuste. Se estima que, este gran segmento de los trabajadores argentinos, perdió un promedio del 14% de su salario real, durante el 2021, a diferencia de los trabajadores sindicalizados que se mantuvieron cercanos al porcentaje general de aumentos de precios.

Por eso, cuando en los medios de comunicación masivos, los mismos propagandistas económicos, comparan a la inflación contra el aumento salarial en paritarias como el único parámetro para medir si hay, o no, ajuste; la realidad es que eso es válido solo para el 40% de los trabajadores, mientras existe un ajuste real al 60% restante.

De esta manera, siempre en un proceso inflacionario aumenta más la recaudación general (porque los impuestos son para todos los bienes y servicios) que los salarios del pueblo trabajador.

Aunque se dediquen, día a día, a poner excusas e intentar torcer la realidad, el ajuste existe y se encuentra vigente generando mayor pobreza y desigualdad, mientras que el único beneficiado es el sector exportador, altamente concentrado y extranjerizado, con récord permanente de exportaciones, dólar alto y altas tasas de interés para resguardar y potenciar sus ganancias extremas.

Con todo lo expuesto, causa y solución están a la vista, pero lo que está faltando, y se requiere de forma urgente, es la voluntad política de enfrentar el gran conflicto que genera modificar de raíz el actual modelo económico dependiente.

Sin lugar a dudas, volver a recuperar la administración nacional del comercio exterior, hoy librada a manos de transnacionales, es una herramienta necesaria para disociar el mercado interno del externo y, así, poder tener un verdadero poder de control sobre los precios locales. Además, porque desde allí se puede llevar a cabo la ineludible protección del mercado interno, junto con un plan de industrialización por sustitución de importaciones, para la generación de trabajo genuino que solucione el grave problema del desempleo y la marginalidad laboral, al mismo tiempo que disminuya la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país: la compra de productos en divisas al extranjero.

Otro vector fundamental para avanzar hacia la independencia económica es recuperar el rol del Banco Central de la República Argentina como administrador de los recursos financieros nacionales y promotor del desarrollo productivo.

Desde la ley de entidades financieras de Videla y Martinez de Hoz (ley vigente que ningún gobierno desde la vuelta de la democracia se atrevió a modificar), el BCRA fue perdiendo su razón de ser a manos del poder financiero transnacional. La mencionada ley de facto permite a la banca privada administrar los fondos, y ahorros, de los argentinos según su conveniencia y hasta los habilita a emitir deuda. De esta manera, actores ajenos al interés nacional tienen injerencia directa en la fijación de tasas de interés y stock de emisión de nuestra moneda. Así, hemos llegado al absurdo de no disponer de inversión productiva mientras existen 5 billones de pesos congelados en leliqs, notaliqs y pases pasivos diarios; fondos netamente depositados con fines especulativos, sin contacto alguno con la economía real.

Contamos con capacidad técnica, historia industrial, dinero para la inversión, materias primas… todo en abundancia para crecer. El problema es el modelo económico y la subordinación política.

Las mentiras recurrentes, y la confusión mediática, solo buscan adormecernos para que nada cambie. Nuestra Patria es enormemente rica y nuestro pueblo, actor principal de grandes gestas a lo largo de su historia. En este suelo, ningún problema es tan grave como para no tener más solución que claudicar ante poderes extranjeros.

Solo falta un poco de amor por Patria y la voluntad política de enfrentar los desafíos de la época.

*Analista económico, trabajador del B.C.R.A. Militante por la liberación nacional