Opinión

Por José María Cavalleri

Dilma y la agenda con Bolivia

Bolivia tiene con Brasil importantes y millonarios asuntos pendientes. La elección de Dilma Rousseff debe constituirse en motivo para poner a trabajar a la diplomacia boliviana en la elaboración de una agenda que aborde básicamente las cuentas por cobrar.

Todo esto indica que no parecen haber otras en esta larga relación que se ha tornado en virtual dependencia de características coloniales.

Empecemos por la más antigua aún no prescrita: el desarrollo de un polo industrial en el sudeste de Bolivia a cambio de comprometer la provisión de gas a Brasil. El compromiso data del 24 de mayo de 1974. No existe a la fecha ni identificado el terreno donde se desarrollará ese polo.

La construcción de las 24 termoeléctricas en territorio boliviano, cuya producción de energía eléctrica a base de gas estaba previsto que sea vendida a Brasil. Ni un sólo tornillo se ha instalado hasta hoy.

Los efectos mediambientales de la construcción de tres megarepresas en el noroeste brasileño, cerca de la frontera con Bolivia (departamentos de Pando y Beni), con consecuencias que podrán sentirse en casi la mitad del territorio boliviano (salud, destrucción boscosa, vida silvestre, etc.).

Los efectos de los incendios forestales generados en territorio brasileño sobre Bolivia y la creciente violación de las fronteras por parte de empresarios de ese país.

La práctica extractiva de Petrobras en los megacampos gasíferso de San Alberto y San Antonio, incluyendo las declaraciones de inversiones efectuadas en los mismos y que resultaron falsas. El aprovechamiento de los licuables que fueron desde 1999 hasta 2008 hasta Sao Paulo que la fecha están impagos. El valor de estos licuables impagos se ha cifrado en al menos 3.000 millones de dólares.

Los créditos vinculados a sobreprecios en contratos de obra otorgados sin licitación, de manera directa, y que favorecieron a empresas constructoras brasileñas como las tristemente célebres Queiroz Galvao, OAS y otras anteriores. Es imprescindible plantear la renegociación de los mismos tomando en cuenta, incluso, la mala calidad denunciada en las obras ejecutadas.

Las felicitaciones oficiales y diplomáticas al histórico triunfo de Dilma en Brasil deben incluir el planteamiento de una agenda que contenga al menos esos puntos, entre otros que también existen pendientes en la relación entre ambos países, como la asimetría en la balanza comercial. Esta asimetría, obviamente, está vinculada al incumplimiento de los compromisos arriba recordados, que han configurado en el tiempo una relación de dependencia casi colonial, como denotamos muchos bolivianos e incluso destacados intelectuales brasileños.

¿En qué contexto debe discutirse esta agenda? Es tal vez la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) la instancia pertinente. Esa unión sólo puede prosperar en la medida en que los países que la conforman eliminen vergonzosas asimetrías devenidas de procesos históricos en los que tuvieron decisiva influencia las injerencias externas (“un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”).

¿Está el gobierno de Evo Morales libre de condicionamientos políticos y económicos para plantear esa agenda a la nueva gobernante? Esa es la cuestión.

José María Cavalleri.