Política

El acuerdo llegó, hace rato

Lo inevitable, sucedió. El acuerdo con el FMI ingresó al Congreso y se prepara para ser convalidado por el conjunto del sistema político institucional del país. Las fuerzas con representación electoral buscan matizar con el acuerdo para acolchonar los costos políticos de haber contraído la deuda unos, y de estar convalidándola, el resto.

FMI

Tras dos años de negociaciones, el gobierno nacional alcanzó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar el escandaloso préstamo otorgado al gobierno de Mauricio Macri con el único objetivo de condicionar los destinos del país por décadas, y en el camino, financiar la descomunal fuga de capitales protagonizada por los grupos económicos que saquean cotidianamente el país.

El acuerdo alcanzado con el organismo multilateral de crédito, en definitiva, constituye un nuevo trato. Se trata de un Acuerdo de Facilidades Extendidas (EFF) que incluye 10 revisiones por parte del FMI, que se realizarán de manera trimestral durante dos años y medio.

Este “Acuerdo para el Refinanciamiento de la Deuda entre la República Argentina y el FMI”, sustituye el programa Stand-By (de contingencia), suscrito por la entidad multilateral y Mauricio Macri, quien siquiera produjo un acto administrativo para convalidarlo y que actualmente sea imputable al Estado Nacional su reclamo.

El proyecto enviado por el Poder Ejecutivo transitará ambas cámaras del Congreso Nacional, para una vez convalidado en dicho recinto, ser tratado y aprobado por el directorio del organismo de crédito.

No existe en el mundo entero, y mucho menos en los 21 acuerdos celebrados con el FMI por la Argentina, antecedente alguno que marque una mejora en las condiciones de vida de los habitantes del país donde el organismo impone sus recetas. No hay ninguna circunstancia que indique que ésta va a ser la excepción a la nefasta historia del FMI en el mundo entero.

Aún más grave, en un país en el que la mitad de sus habitantes no alcanzan a cubrir el costo de una canasta básica, en la que la enorme mayoría de los jubilados no supera los 32.000 pesos de ingresos mensuales y en la que el Presidente anuncia exultante que se generarán 200.000 puestos de trabajo, cuando anualmente se incorporan 300.000 habitantes a la edad laboral, el acuerdo con el FMI puede significar un nuevo estatuto legal del coloniaje que empuje a la Argentina al precipicio de una enorme tragedia social.

Existe un consenso absoluto en las fuerzas políticas mayoritarias con representación electoral para aprobar el acuerdo. Apenas operan matices en el intestino de la oposición y el oficialismo, que apuntan a elevar el tono de algunos discursos, sólo para intentar esquivar las implacables consecuencias electorales que arrojarán las condiciones económicas que se verifiquen en la Argentina tras la implementación de las políticas que imponga el FMI en sus revisiones trimestrales.

 

Sucede que la Argentina, una vez consolidado este acuerdo, cederá la parte principal de las decisiones de gobierno a la banda de tecnócratas que designe el FMI para llevar adelante las supervisiones trimestrales, en las que, lejos de los eufemismos que caracterizan la palabra muerta de los anexos presentados, comenzará a plasmarse en exigencias materiales.

El acuerdo sometido a estudio del Congreso Nacional, al ser un nuevo acuerdo por dos años y medio, contempla diez revisiones por parte del organismo, sobre cuya aprobación, quedarán supeditadas los nuevos desembolsos para compensar los pagos que debe realizar el país.

En criollo. Durante dos años y medio, cada tres meses, Argentina estará entre el default y la dependencia. Entre recibir la plata para poder pagarle al mismísimo FMI o cumplir a rajatabla con las exigencias ya escritas y las traducciones materiales y concretas que formulen los tecnócratas de ocasión.

En las primeras impresiones sobre el acuerdo, el economista Andres Asiaín sostuvo que “La debilidad central es que no reduce la incertidumbre cambiaria al mantener dos años y medio de revisiones trimestrales que pueden frenar el acceso a los fondos y empujar una cesación de pagos con el organismo.”

“El mismo FMI monitoreará el ajuste en curso y condicionará al país para entregar los desembolsos trimestrales. De esta manera, el gobierno avaló la estafa de la deuda tomada durante el gobierno neoliberal de Mauricio Macri y el país quedó sometido al Fondo por -al menos – una década” sostuvo por su parte el economista Claudio Della Croce.

Nada bueno se puede esperar del resultado de las revisiones periódicas del FMI. Y de muestra, alcanzan las discusiones sobre tarifas. Señala Della Croce “El gobierno cedió a la exigencia del FMI y el aumento de las tarifas de luz y gas será mayor al 20%, con la eliminación de subsidios y de la tarifa social para los sectores más pobres. Se estima que habrá un aumento del 20% para los que tengan tarifa social, otro sector pagará 42 % más y el 10 % de más ingresos triplicará su factura.”

En síntesis, el acuerdo implica que el dólar acompañará la inflación, lo que significa mas devaluación de la moneda, en la que siempre pierde el trabajador. Los dólares de referencia, son los que se cotizan en la bolsa y además, por decisión que no está en el acuerdo, pero es relacionado a sus consecuencias bochornosas, a partir del 7 de Marzo se libera el cupo para comercializar dólares en la bolsa de valores.

 

Lejos de existir reparo alguno para evitar la fuga de capitales, el FMI exigió y el gobierno autorizó por intermedio de la Comisión Nacional de Valores que los dólares que cotizan en bolsa no tengan cupo y no operen restricciones para los grupos económicos que utilizan las finanzas nacionales para fugar guita al extranjero.

“Estos anuncios se alinean con el flamante acuerdo con el FMI, que imponía como condición previa a su aprobación dejar sin efecto las regulaciones que limitaban la negociación de títulos en dólares” señala en forma explícita voceros anónimos de la CNV al portal de operaciones de las multinacionales del agronegocio, AgrofyNEWS.

Eso sí, lo bueno, según argumentan los romantizadores del acuerdo, es que no habrá reformas estructurales (reforma laboral y previsional). En un país con 50% de empleo ilegal, salarios en blanco que no cubren la canasta básica, jubilaciones en 32.000 pesos, sin moratorias previsionales, con una Pensión para el Adulto Mayor que crece en detrimento de nuevos jubilados y con condiciones laborales insostenibles, hablar de reforma laboral o previsional, resulta un tanto jactancioso.

Parece, en definitiva, que el acuerdo se impone desde hace bastante tiempo, como la fórmula jubilatoria que hoy se celebra en el anexo del acuerdo como guía para evitar mayores gastos previsionales, que fuera anunciada por Martín Guzmán el mismo día de la visita técnica del organismo. La misma que se repetirá cada tres meses.

La letra chica del acuerdo jamás se escribe, los anexos están plagados de palabras vacías, y los discursos intentarán enarbolar las banderas del UltraPosibilismo que impera en la dinámica de la clase política argentina. Todo indica que el sistema político va a convalidar el reconocimiento de la estafa macrista y consolidará con un nuevo acuerdo el estatuto legal del coloniaje del siglo XXI, el que condicionará los destinos del país por las próximas décadas.

Seguramente no habrá consenso en la calle, ni tolerancia social al romancero colonial que habrá de imponerse de manera inevitable en el futuro cercano.

El enorme dolor social que se vive en la mayoría invisible que no aparece nunca en el radar de la clase política, puede ser un obstáculo decidido para que aquellos que sueñan con una estabilidad eterna en el sistema institucional o tienen sueños húmedos con democracias en las que se construye tolerancia silenciosa a la convivencia con la mitad de la población viviendo en la miseria, puedan ver interrumpida una nueva temporada de la ficción en la que transcurren sus mandatos.

Cuando las fuerzas políticas llamadas a antagonizar ideológicamente, terminan convergiendo. Cuando las fuerzas políticas llamadas a representar intereses populares distintos, terminan representando a la misma minoría sobrerepresentada. Cuando los proyectos políticos se confunden y la ideología no puede divisarse en la maraña de la coyuntura de intereses personales, lo que se deteriora es la política como herramienta transformadora.

No tanto por las voces críticas que se alzan, si no más bien, por el silencio cobarde en el que se esconden los que pretenden pasar desapercibidos, para ver si manotean la sortija en la próxima vuelta.