Opinión

Contando la otra historia

Enfoque disidente en el V Centenario

1992... Han trascurrido 20 años. Sin embargo, las reflexiones que engendra el V Centenario conservan vigencia. En el ayer está la expresión "Descubrimiento de América". Insisten los indigenistas con el lema: "500 años de opresión".

La UNESCO acuña entonces el marbete: «V Centenario: encuentro de dos culturas». CEDECH coincide en cuestionar eso del «Descubrimiento…» por juzgarlo eurocéntrico porque ¿quién descubre a quién? La protesta de quienes se proclaman representantes de los denominados «pueblos originarios» (como si no fuésemos originarios quienes estamos también en la semilla del Nuevo Mundo) se estima no representativa. Los aborígenes, en el contexto de Iberoamérica, alcanzan sólo el 5%. Aludir a eso de encuentro se estima restringido. Lo acaecido a partir de 1492 es algo más que un simple contacto. Además no es sólo de culturas, sino de varios otros elementos y no sólo de dos expresiones culturales.

 

Cuestionando estos lemas con los cuales se presentó la conmemoración de la hazaña colombina que implica la fundación de nuestra América tal cual es más allá y por encima de nostalgias aztecas e incaicas CEDECH propuso otra tarjeta de presentación del magno evento: «V Centenario: fusión de tres mundos». Con ello se adhiere a una historia iniciada con las carabelas, pero -al mismo tiempo- poníamos de relieve no un simple «encuentro», sino la mixtura de sangres y culturas que es el sello de Iberoamérica. Ya en misiva Isabel la Católica recomienda al Almirante de la Mar Oceana «favorecer matrimonios de sus súbditos con las naturales». Desde la  Corona, en la raíz, existe vocación mestizofílica. Los «conquistadores» son exogámicos. Sujetos jóvenes, solitarios, racialmente desprejuiciados. Provenien de una España en que coexisten por 800 años con los moros. Aquello es lo normal.

 

Son mundos que se funden y no sólo en lo  genético, sino también en lo cultural. No podemos ignorar que existe la hegemonía ibérica, pero si los espermios vienen de la Península y los óvulos están aquí los productos humanos ya no son hispanolusitanos y tampoco indígenas. Ha nacido lo que Darcy Ribeiro denomina un «pueblo nuevo». No es un «trasplante» como EEUU, sino un «injerto», según lo anota con precisión agronómica Salvador de Madariaga. Viandas, vocablos, vestuarios, religiosidades, modalidades de conducta y sistema de valores, ingresan a  colosal licuadora. Los fundadores despojan a los pueblos sometidos de las doncellas y nacen los «chavales de la tierra». No es eso solamente. La defensa del indígena genera el ingreso del africano y este es el mundo que no registra aquel marbete de la UNESCO que alude sólo a dos mundos.

 

Esa Africa es heterogénea, tanto como lo fueran los pueblos aborígenes de onas y yaganes a hurones y algonquinos. La magia dolorosa y fecunda hace que, en virtud de lo híbrido, es aquí donde nace «lo afronegro» que engendrará, ya en el siglo XX, la  doctrina de la negritud. Mas, no sólo eso. Aquellos inmigrantes forzados se aferran a este suelo y son incorporados al proceso de mestizaje. El nexo entre «la casa grande y la senzala» de Gilberto Freyre es  apenas una manifestación del empalme lusoafricano enaltecido por Jorge Amado y representado por Pelé y Sonia Braga. Es, en toda nuestra América, que esos esclavos entran en amalgama con iberos, mestizos, aborígenes. El fruto no es sólo la turbamulta de mulatos y mulatas, sino también de otro mestizaje ahora no indoibérico, sino afroibérico. De allí nuestra ponencia a no aludir a «dos mundos», sino a «tres mundos», pues tres son las raíces matrices.

A la licuadora que emulsiona sangres y culturas en el siglo XIX se incorporan nuevos aportes. Esa pulpa multicolor que da timbre de gloria a la Patria Grande se enriquece con otros matices. Tal fenómeno impulsa a José Vasconcelos a escribir «La raza cósmica». Ya no se dirá -de modo manco, tuerto y rengo- «los chilenos descienden de los mapuches», «los mexicanos de los aztecas» o «los peruanos de los quechuas», sino habrá que añadirse que otros millones «descienden de los barcos». También en el XX y XXI acuden a esta obra común que es nuestra América árabes y ahora nativos del Asia profunda. Siempre habrá espacio, mesa puesta, mano extendida y risa franca, pero nuestro anhelo es que opten por la «fusión» y no por la «fisión». Nuestro orgullo es constituir una «patria crisol» y no una «patria mosaico». Ese anhelo está implícito en aquel lema propuesto en 1992: «V Centenario: fusión de tres mundos». 

Prof. Pedro  Godoy Centro de Estudios Chilenos CEDECH