Opinión

Escribe Roberto Bardini

Felipe Solá y la última batalla de Néstor Kirchner‏

Artículo sobre las consecuencias políticas y el futuro de los principales actores de la escena nacional.

Con la muerte del ex presidente Néstor Kirchner “se acabó el Frente para la Victoria”, susurraban en voz baja en las filas del “peronismo disidente” cuando aún no se había instalado en la Casa Rosada el féretro con sus restos. Pero es probable que se equivoquen y lo que se haya agotado como alternativa –si es que alguna vez lo fue– haya sido ese disímil conglomerado de representantes con escaso pueblo, que surgió en 2008 para disputarle el poder al hombre que el 27 de octubre, con su muerte, quizás les ganó sin proponérselo su última batalla.

Fue el zigzagueante Felipe Solá, que ha hecho del cambio de bando político una constante en su vida pública, el primero en despegarse de sus hasta ayer aliados en la oposición al kirchnerismo. Lo hizo tempranamente, al asistir por la tarde al velorio de Kirchner en la Casa de Gobierno, y lo reafirmó a la noche en el programa Código Político, que se transmite por TN, ante un par de incómodos conductores que no podían creer lo que estaban oyendo y no hallaban la forma de interrumpirle.

Y es que el incesante desfile de miles hombres, mujeres, jóvenes y ancianos, de todas las clases sociales y de distintos lugares del país, kirchneristas y no kirchneristas, que durante cuatro o cinco horas hicieron fila para caminar segundos frente al féretro y gritar “¡Gracias, Néstor!” y “¡Fuerza, Cristina!”, fue el equivalente espontáneo de una consulta popular que respaldó la continuidad de un modelo político y proyecto de país.

Solá fue el primero en aceptar una realidad que posiblemente a sus eventuales aliados les costó un poco más digerir. Y esa realidad es que ni siquiera juntos Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Alberto Rodríguez Saá, Mario Das Neves y Carlos Reutemann –por no hablar de personajes menores como Elisa Carrió y Mauricio Macri– podrían haber generado un fenómeno como el que durante tres días y dos noches llenó la Plaza de Mayo y las calles adyacentes.

“Quien muere rodeado de pueblo, por algo será; la única verdad es la realidad”, reconoció el diputado y precandidato presidencial del Peronismo Federal, en una tardía cita de la remanida frase de Juan Perón.

“Con la muerte de Néstor Kirchner todo cambia, se modificarán muchas cosas porque hay un mensaje o discurso de campaña electoral que termina”, vaticinó Solá. Rápido de reflejos, también adelantó que la fracción que representa se irá adaptando “a lo que vaya ocurriendo” y le ofreció a la presidenta Cristina Fernández que “cuente con nosotros para todo lo que sea ayudar a esta situación”.

Conocido en las filas del peronismo juvenil como “el traidor serial”, el ubicuo ingeniero agrónomo de 60 años –la misma edad que tenía Kirchner– exhibe una extensa trayectoria en “adaptarse a lo que va ocurriendo”, aunque nunca logró hacerlo con demasiado éxito.

De simple secretario privado del ministro de Educación Jorge Taiana (padre) durante el tercer gobierno de Perón, saltó a ministro de Asuntos Agrarios del gobernador Antonio Cafiero, secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de Carlos Menem, vicegobernador de Carlos Ruckauf y gobernador bajo la breve presidencia de Duhalde. Con su apoyo, fue reelecto pero rompió con el duhaldismo y se alineó con Kirchner, de quien fue módico gobernador. Tras su ruptura con el kirchnerismo, Solá adhirió a la Unión-Pro, la indescriptible alianza formada por De Narváez y Macri, pero nunca pasó se ser una figura de tercer nivel.

No obstante, hay que reconocerle un discreto mérito al político: fue él quien primero reconoció públicamente desde la oposición lo que las pantallas de los televisores mostraron durante estas tres emotivas jornadas de luto. Y por lo que se vio, parece que habrá kirchnerismo para bastante rato más.