Política

El gobierno de Kirchner y los Derechos Humanos como política de Estado

Texto del Manual Popular de Derechos Humanos de Javier Garin.

Hoy no encuentro mejor forma de homenajear al compañero Néstor Kirchner , como militante y defensor de los DDHH, que reproducir las palabras que yo mismo escribí en el año 2007, dentro de la parte histórica de mi Manual Popular de Derechos Humanos, resumiendo su acción de gobierno en la materia.

«El gobierno de Kirchner y los Derechos Humanos como política de Estado.             Cabe consignar siquiera unas palabras sobre el gobierno de Néstor Kirchner. Fue la primera vez en la historia argentina que los Derechos Humanos se convirtieron en punto central de la política estatal.            No pretendo significar que su presidencia no haya tenido deudas. Hacia el final de la misma todavía ocurrían hechos injustificables: la desnutrición de aborígenes en el Chaco o el déficit en la distribución de la riqueza. Sin embargo, errará considerablemente quien espere de un gobierno la solución a todos los problemas, máxime cuando los que debió enfrentar al asumir su cargo eran tan vastos e imperiosos.            Kirchner afirmó que no llegaba a la Casa Rosada para dejar los ideales en la puerta. Y lo cierto es que cumplió en una medida incluso más amplia de lo esperable, teniendo en cuenta la larga lista de defraudaciones a la expectativa popular que había signado la historia argentina.            Kirchner hizo de los Derechos Humanos una política de Estado. Lejos de renegar de su pasado militante, dejó en claro desde un comienzo que se identificaba con la juventud de los setenta, con sus aciertos y errores. Y gobernó con el firme propósito de no ceder ni transigir en cuestiones fundamentales. Gracias a Kirchner quedó restablecida la confianza en el sistema democrático. Basta recordar el profundo descreimiento popular y el discurso antipolítico que predominaba antes de su asunción para comprender hasta qué punto introdujo un cambio cultural.            Recuperó algo más importante que la confianza en la política: la autonconfianza del pueblo, el sentido de comunidad y nacionalidad, el orgullo nacional que había sido sistemáticamente atacado por los personeros de la sumisión. Antes de Kirchner era frecuente oir hablar de la Argentina como de una condena impuesta a sus habitantes; los símbolos nacionales eran objeto de menosprecio; el país estaba moralmente de rodillas (“el enemigo parece más grande si se lo mira de rodillas”, decía San Martín), y las ideas autoflagelatorias eran comunes, llegando incluso a afirmarse, por algún trasnochado, que “la única salida era Ezeiza”, o que la economía debía ser manejada por “una comisión de expertos extranjeros”, según propuso un funesto gurú de Wall Street. Kirchner rompió con el pensamiento único impuesto por Washington, el imposibilismo y el pesimismo. Al trabajar sobre la autoestima del pueblo, dio bases morales a un renacer de la conciencia nacional.            Su política exterior latinoamericanista impulsó al MERCOSUR y la alianza estratégica con el Brasil de Lula, la Venezuela de Chávez y la Bolivia de Evo Morales. Dejó a un lado la vergonzosa doctrina menemista de las  “relaciones carnales” con Estados Unidos y demostró que era posible plantarse con firmeza frente a la superpotencia. Se opuso al ALCA y a los tratados bilaterales de libre comercio y sostuvo la conformación de un bloque latinoamericano en lo económico y en lo político. Esto parecía una utopía en el continente de las dictaduras antinacionales y las oligarquías cipayas.            La firme negociación con el Fondo Monetario Internacional y con los acreedores privados restableció la capacidad de decisión en materia económica, requisito del ejercicio real del derecho a la autodeterminación de los pueblos. El FMI dejó de ser un factor decisivo a la hora de adoptar medidas económicas y financieras.            La recuperación de la economía que siguió a tales decisiones permitió reducir la pobreza y la indigencia en forma notable, así como la plaga del desempleo. Los derechos sociales y la integración de los excluidos volvieron a ser posibles.            Kirchner recibió a las Madres de Plaza de Mayo y se abrazó con ellas. Anuló las leyes de impunidad. Recuperó la Justicia al conformar una nueva Corte Suprema independiente. Promovió la lucha por Verdad y Justicia y propició la reanudación de los juicios contra los represores.            Se fue ganando la estimación de los luchadores por los derechos humanos con una serie de gestos que no por simbólicos dejaban de tener importancia. Ordenó retirar los retratos de los dictadores que se exhibían en el Colegio Militar como un desafío a la democracia. Subordinó a las fuerzas armadas. Recuperó la ESMA para la memoria histórica. Permanecerán para siempre en mi recuerdo los momentos en que me paseé, junto a miles de personas, por las salas y los patios de la tenebrosa ESMA. El pueblo tomaba posesión de ese lugar infernal en donde tanta gente sufrió y encontró la muerte. Vi los rostros de los antiguos torturados, conmovidos hasta las lágrimas, los de los hijos de desaparecidos, los de las Madres. Recién entonces sentí que empezaba a hacerse realidad el Nunca Más. Los defensores de derechos humanos, que habíamos trabajado siempre enfrentados al Estado, nos sentimos por primera vez integrados y respaldados por éste.            Kirchner no reprimió a piqueteros, manifestantes o huelguistas. Respetó el derecho de petición y las libertades democráticas. Otorgó reparaciones a las víctimas de variados atropellos y redignificó a los jubilados.            Sólo el caso irresuelto de Jorge Julio López, que revela imprevisión, quedó como una mancha. Pero ello no desmerece los logros de un gobierno  que ha valido a Kirchner, con toda justicia, ser reconocido como el presidente defensor de los Derechos Humanos por excelencia.»Javier Garin, Manual Popular de Derechos Humanos