Sociedad

Por Guillermo Roffé

Hace 67 años los trabajadores comenzaron a cambiar la historia

El 17 de octubre de 1945 miles de trabajadores dejaron sus lugares de trabajo y sus casas para confluir, desde la madrugada en la hasta ese momento apacible Plaza de Mayo. Ya desde unos días antes, esta movilización había comenzado en algunas localidades del interior como Tucumán, Salta o Rosario hasta abarcar todo el primero y segundo cordón industrial de la provincia de Buenos Aires.

La tradicional imagen de los trabajadores con las "patas en la fuente".

 

Ante el espanto de las clases media y alta de la ciudad, estas multitudes que carecían de todo sentido estético, con sus rostros morenos, sus humildes calzados y-la mayoría- sin camisas, coreaban un nombre que posteriormente sería sinónimo de “tiranía” para esos atildados y extranjerizantes sectores: “Perón”.

Por primera vez en la historia argentina las masas trabajadoras, deciden tomar en sus manos su propio destino conducidas por ese coronel del ejército que, desde la Secretaría de Trabajo, concretaba reivindicaciones largamente esperadas, con la expectativa de una sociedad más justa y más libre. 

Curiosamente la central obrera de entonces propicia un paro general para el día siguiente detrás de objetivos puramente tradeunionistas. Podría decirse que el 17 de octubre cambió los ejes de la huelga del día 18. El pueblo humilde de la patria quiso aquella vez ir por más. Quiso la libertad del coronel Perón pues lo reconocía como su líder porque desde la humildad de su innato sentido de la justicia, reconocía la proyección social y política que éste le proponía a la ciudadanía, a partir de todas las reivindicaciones que había logrado concretar.

No cabe duda alguna que fue Perón quien antes que nadie supo percibir el potencial revolucionario que existía latente en esos millones de argentinos  que la oligarquía y los intelectuales izquierdistas denostaban como “el aluvión zoológico” y fue gracias a su temprano  compromiso con los trabajadores que desde la Secretaría de Trabajo logró interpretar los deseos y necesidades del sector más vulnerable de la sociedad argentina.

Así fue como comenzó a cambiar la historia social y política. Ha sido un largo camino hasta llegar a nuestros días en medio del cual, dieciocho años de exilio del líder abrió paso a formas más eficaces de organización y de lucha en pos de lograr un verdadero estado de bienestar y crecimiento.

Aquel diecisiete de octubre de 1945 fue el comienzo de una de las páginas más recordadas y gloriosas del movimiento obrero argentino. Desde ese momento fue designado como El Día de la Lealtad Peronista y conmemorado año tras año por los trabajadores, aunque ciertos sectores izquierdistas cuestionan que

ese día integre el calendario de festividades peronistas “porque así se le desvaloriza el contenido revolucionario que tiene la fecha, es una concesión a la burguesía nacional”. Pero para los peronistas siempre será el Día de la Lealtad, de la lealtad del pueblo con su líder que supo reconocerle al trabajador el derecho a ser el verdadero protagonista de la historia en  marcha. Y de la lealtad del líder con su pueblo que por su apasionada defensa hubo de enfrentar los ataques constantes de los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina que se negaban a aceptar que el movimiento obrero argentino era un insoslayable factor de poder político. Estaban demasiado acostumbrados al ejercicio de un poder omnímodo y no estaban dispuestos a renunciar a que el país siguiera siendo su propio y exclusivo feudo de caza. La lealtad de Perón que luego de casi dos décadas de exilio, logra regresar a la patria para responder al deseo de sus trabajadores, aunque en el proceso se le acelerara la muerte.

Por eso es útil y necesario recordar, este 17 de octubre, que la lucha continúa; desde las mismas usinas de las cuales se fogoneó la destitución del General Perón en 1955, hoy se alimentan los fuegos de una esperada y siempre fracasada destitución que termine con el escándalo de un gobierno que, en lugar de promover buenos y mayores negocios para los grupos concentrados de la economía, como sucede en Europa, se dedique impúdicamente a favorecer a los desamparados que, ya se sabe, no quieren trabajar.

Es bueno entonces recordar que hoy se conmemora nuevamente el Día de la lealtad porque la lealtad es un valor que los trabajadores sabemos, más allá de los conocidos y circunstanciales cambios de vereda de algunos dirigentes, sigue siendo  la garantía de que no habremos de renunciar a lo que legítimamente tenemos derecho.

Raúl Scalabrini Ortiz dijo, en su tiempo refiriéndose al 17 de octubre de 1945 que esas multitudes que ocuparon la Plaza de Mayo eran “el subsuelo de la patria sublevado” . Fue correcta la definición en aquel momento, pero hoy, a 67 años de ese hecho que parió la historia contemporánea, ya no es así. Los trabajadores, las multitudes que acompañan cada acto del actual Gobierno Nacional, ese 54% de votos positivos que éste lograra en las últimas elecciones, ya  no son subsuelo, son los sólidos cimientos sobre los que se está construyendo un país integrado, en pleno desarrollo y ocupando un lugar tan destacado como nunca antes entre las naciones del mundo.