Política

Peronismo: el hecho que no nos deja bajar los brazos en el camino a la liberación nacional

En el marco de un nuevo aniversario del Día de la Lealtad, Nicolás Mechetti se propone arrimar algunas reflexiones sobre tres ejes: peronismo, trabajo y producción. Compartimos el informe ya emitido en La Raíz del Grito, por la Radio de la Universidad Nacional de Entre Ríos.

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Pasó un nuevo 17 de octubre. 76 años han transcurrido desde aquella gesta popular que transformaría el destino de una Argentina semicolonial.

Lo que está más vigente que nunca es, desde esta humilde perspectiva, que no hay destino posible como Patria, como Nación, como País, como cuerpo social, como comunidad… si no se realiza en la potencia de su pueblo organizado. ¡Ahí el desafío!

En un nuevo aniversario del día de la lealtad, proponemos arrimar algunas reflexiones sobre tres ejes: peronismo, trabajo y producción.

Sin descuidar la rigurosidad académica -sustantiva en su importancia a la hora de comprender y analizar los fenómenos sociales y políticos-, busco sintetizar en este breve informe, algunos aspectos cardinales que el hecho maldito del país burgués, marco en la conciencia de generaciones.

El espacio geográfico que ocupa nuestra Argentina, ha tenido y tiene -podríamos decir-  una lógica que lleva al menos 140 años de vigencia.

Esta lógica, que tranquilamente podría presentarse como lógica espacial capitalista de acumulación y concentración, ha tenido muchas continuidades y pocas rupturas en el devenir histórico nacional.

Cada forma jurídica, social, económica y cultural, cada expresión temporal de nuestra organización social, productiva y normativa, en cada etapa desde 1880 hacia el presente, responde de forma directa o indirecta a esta lógica.

Consolidada aquella élite tradicional, y consolidadas las instancias jurídico-políticas que dieron origen al Estado Nación moderno, la dependencia se erige como la más clara y nítida consecuencia de dicha perspectiva con la que se modeló estructuralmente el rol periférico de nuestro país a lo largo de su historia.

Exportadora de materias primas con escasísimo valor agregado e importadora de bienes y servicios finales, aquella élite depositaba todo su futuro en el mercado internacional y los beneficios que este generaba. El mercado interno hasta por lo menos 1930 fue una entelequia.

Con las transformaciones ocurridas producto de la Gran Depresión, pero particularmente luego de finalizada la segunda guerra mundial, y en un contexto internacional donde dos polos se levantaban en una confrontación abierta por establecer cada uno su hegemonía, un nuevo sector, básicamente de extracción militar (básicamente el ejército) introducía transformaciones inéditas en nuestro país y su paisaje social.

En resumidas cuentas, el peronismo llevo adelante un ciclo de sustitución de importaciones industriales que le permitió consolidar una base de sustentación en auge desde 1930: los sectores trabajadores, asalariados y los industriales nacionales. Además, impulsó la creación de empresas de punta (la gran mayoría de capitales estatales) para abastecer de insumos y energía al desarrollo industrial en marcha. Se hizo, como proyecto político, de los principales resortes económicos en servicios estratégicos y financieros, hasta ese momento en manos de capitales extranjeros o inexistentes por la parasitaria y pobre perspectiva de la vieja élite terrateniente y ganadera. Nacionalizó los puertos y el comercio exterior, direccionando la renta extraordinaria de nuestro suelo a la promoción económica, social y cultural. Estableció una legislación laboral, social y previsional casi inexistente en los países de la región. Le dio un estatus jurídico al proceso transformador con la sanción de una nueva constitución nacional en 1949. Hirió de muerte la lógica espacial capitalista de acumulación y concentración. Pero esta sobrevivió y tomo impulso.

En 1955 se interrumpe el avance del peronismo a fuerza de bombardeos, asesinatos, fusilamientos, persecución y cárcel. La revolución fusiladora ha triunfado.

Desde aquel momento, hasta por lo menos 1973, año en el que Perón regresa a la Argentina luego de su exilio, el país vivió convulsionado política y socialmente. Proscripción, sabotajes, marchas, organización sindical, organización política, extraordinaria ofensiva política popular de masas. Resistencia: Eso fue lo que se ejerció desde el movimiento popular con todos sus componentes para evitar que se destruyan las conquistas y las transformaciones que logró el peronismo. Para resguardar y defender el marco de organización social y económica que la revolución justicialista le dio al pueblo. Y así fue.

La dictadura cívico-militar, conducida por los sectores dominantes (la oligarquía diversificada, el capital extranjero básicamente norteamericano y una nueva élite parida al calor del desarrollismo) tuvo que irrumpir asaltando los poderes del Estado y perpetrando un plan sistemático de aniquilamiento, persecución, cárcel y exilio para los militantes del movimiento popular.

 

¿Quién planifica? Los desafíos presentes para el marcar el rumbo futuro

Esta síntesis busca disparar algunos interrogantes: ¿Solo puede planificar el mercado y las fuerzas que supuestamente confluyen libremente en él? ¿El Estado -y el Gobierno que lo conduce- pudo imponer esa política porque se lo permitía el contexto histórico? Es decir, ¿se explica el proyecto nacional del Peronismo más por sus causas exógenas que endógenas? ¿Tenemos que resignarnos a los límites del posibilismo? ¿Quién pregona ese posibilismo?

¿Es posible confrontar la concentración económica? ¿O solo hay que atender y remediar sus consecuencias? ¿Hace falta cuantificar una supuesta correlación de fuerzas para avanzar sobre esta realidad?

Hoy, como en aquella oportunidad, se necesita volver a replantear la vinculación con el capitalismo realmente existente. Construir una nueva planificación, con centralidad del Estado. Hace falta pensar una nueva organización social del trabajo y la producción. Terminar con la especulación del poder económico dominante.