Opinión

Polémica entre Alejandro Horowicz y Julio Piumato

En un tiempo donde se ha rescatado el valor de la política y del debate político, El Mensajero Diario publica un debate de por si interesante, el papel de los trabajadores organizados en las luchas políticas.

Democracia política y sindicatosPublicado el 28 de Febrero de 2011

Por Alejandro HorowiczPeriodista, escritor y docente universitario.

Las 62 Organizaciones dejaron de ser un instrumento político, sin que otro lo haya remplazado. Los trabajadores no hacen política, sino como ciudadanos, en el cuarto oscuro.

Que José Pedraza, secretario general de los ferroviarios, esté preso, y que Gerónimo Venegas, secretario general de los peones de campo, no lo esté plantea una pregunta: ¿por que Pedraza sí, y Venegas no?  La primera respuesta puede ser simple: Venegas no sólo dirige el UATRE, además es el secretario general de las 62 Organizaciones, y Pedraza disfruta de las prebendas del desguace ferroviario, un negoción que no otorga singular poder político. Con un añadido, en las esposas puestas por orden judicial en las manos de Venegas, los demás dirigentes sindicales vieron las de cada uno; en las de Pedraza, un hecho desangre –la muerte de un joven militante del Partido Obrero– construye la divisoria de aguas. Venegas les resulta discursivamente defendible, Pedraza ya no.Pero un asunto más importante debiera quitarle el sueño a la dirección política del peronismo: ese orden sindical resulta compatible con este orden político. El tema remite a prejuicios históricos consolidados.Dos bloques, de distinto peso específico, quedan materializados. Para uno, los sindicalistas peronistas son la encarnación corrupta de una aspiración demagógica: vivir bien trabajando muy poco. Para el otro, la mera crítica a esa dirección supone un ataque al movimiento obrero organizado. ¿Los argumentos? Para el primer bloque, el peronismo supuso la ruptura de la disciplina laboral, la patronal perdió el control sobre el proceso productivo y se trataba de restablecerlo.Para el otro, las virtudes del sindicalismo quedan patentizadas por la naturaleza de sus enemigos. Entre estas dos simplificaciones navega el movimiento real, que a lo largo de cuatro décadas cambió de opinión sobre el valor de los sindicatos.  Antes de 1975 su prestigio era inequívoco. A comienzos de los ’70, el surgimiento de una nueva profesión, las modelos publicitarias, supuso la construcción de otro sindicato: la Asociación de Modelos Argentinas; y un cambio no pequeño: las docentes que habían rechazado su condición de trabajadoras aceptaron finalmente ingresar a la CGT. No era poco.El derrumbe del prestigio de la militancia a manos de la dictadura burguesa terrorista, acompañado por el comportamiento cómplice de parte significativa de la dirigencia sindical, alimentó otro viraje. Al odio gorila tradicional, anterior al ’76, se sumó el rechazo contestatario.El ’76 supuso una derrota histórica para los trabajadores; derrota que pagó con miles de militantes muertos y un giro copernicano: del plan económico de Pinedo, y sus variantes, al de José Alfredo Martínez de Hoz, y las suyas. Una sistemática regresión impulsada por el bloque de clases dominantes.La democracia parlamentaria, con Raúl Alfonsín, impulsó los sueldos un 35%. A partir de 1984 comenzaron a reducirse inflacionariamente, y 13 paros generales no evitaron su derrumbe histórico. Del ’83 al ’89 la participación asalariada se mantuvo en el peor escenario posible: reducción del salario, acompañada de la caída de la productividad del trabajo. En 1989, el salario real representaba apenas el 62% del de 1970, o sea la mitad del cobrado en 1974. Juan M. Graña y DamiánKennedy, investigadores del CONICET, sostienen que la “estabilización nominal lograda por la Convertibilidad produce una leve recuperación del poder adquisitivo del salario, revertida por el crecimiento de la desocupación, la precarización laboral y el estancamiento económico”.

El movimiento obrero organizado se fragmentó, incapaz de resistir la avalancha neoconservadora del menemismo que había apoyado a lo Pedraza y resistido a lo Moyano. Había lugar, en consecuencia, para recortar el poder adquisitivo, y con la explosión de la convertibilidad la devaluación devoró “las remuneraciones reales más de un 30%, entre 2001 y 2003, marcando un nuevo mínimo histórico”, sostienen Graña y Kennedy. Así, en 2003, el salario real superaba apenas la mitad del de 1970, y equivalía al 40% del de 1974. Todo el proceso de crecimientoactual –25%, como promedio estadístico, para esta investigación– apenas llegó en 2006 (último dato confiable para esa investigación) a retrotraer la caída de diciembre de 2001. Mirando el proceso de punta a punta (1970 – 2006) surge que detrás del deterioro de la participación asalariada, se encuentra el esperable incremento de productividad no transferido a salario, pero también la reducción lisa y llana del costo laboral: la productividad creció 17%, el costo laboral cayó un 10%.Este es el balance numérico que integra el pasivo sindical. En estas condiciones, los viejos sobrevivientes de las 62 Organizaciones –núcleo histórico del peronismo posterior al ’55– llegaron a un punto sin retorno. Cuando se produce el conflicto con la Mesa de Enlace –con motivo de las retenciones móviles impulsadas por la resolución 125– Venegas, secretario general del UATRE –gremio que nuclea a lostrabajadores rurales– no sólo no se pronunció en defensa de los intereses de los trabajadores, sino que se plegó a las posturas de la Sociedad Rural. Con un añadido: Venegas es, además, secretario general de las 62 Organizaciones.De modo que, ante el primer conflicto de envergadura entre el gobierno K y los dueños de la tierra, el referente político de los trabajadores peronistas saltó el cerco. Una mirada atenta a los nombres de los 30 dirigentes que integran la directiva de las 62 permite extraer 7 altamente significativos: Juan José Zanola (preso), Jorge Viviani, Luis Barrionuevo, Armando Cavalieri, Hugo Moyano, José Rodríguez y Amadeo Genta. A nadie se le escapa que en el único lugar donde estos dirigentes pueden estar juntos es donde no hay que decidir nada, o enun geriátrico, ya que se trata de hombres que técnicamente debieran estar jubilados y no encabezando sindicatos. Eso no es todo. Barrionuevo milita con los enemigos del gobierno, Moyano es el principal respaldo sindical de Cristina Fernández. Algo queda claro: las 62 Organizaciones dejaron de ser un instrumento político, sin que otro lo haya remplazado. Los trabajadores no hacen política, sino como ciudadanos, en el cuarto oscuro. Y ese es el punto: la dirección sindical apalanca políticamente sus negocios particulares, y como los trabajadores no hacen política, sus “dirigentes” tienen absoluta libertad de maniobra. No son los empleados de Comercio los que deciden la alineación política de su sindicato, es Cavalieri según su leal saber y entender, esto es,  sus propias conveniencias disfrazadas de política.En esas condiciones, las luchas reivindicativas buscan y encuentran distintos cauces de expresión. Cauces que no necesariamente remiten a la “ideología” de sus dirigentes, sino a su aptitud para defender intereses circunscriptos. El peronismo perdió el monopolio del movimiento obrero, los trabajadores, cuando eligen dirigentes, esperan resultados, y si responsabilizan a los dirigentes por no obtenerlos, no tienen más remedio que volver a elegir.Dicho al galope. Este orden sindical hace ruido en un orden político que exige conducciones crecientemente democráticas. Y en ese punto, conviene no equivocarse: los militantes de base del movimiento obrero, más allá de su adscripción ideológica personal, cuando enfrentan camarillas enquistadas de gerontes sindicales, son objetivamente aliados de la renovación política.

Respuesta a Alejandro HorowiczLa acción política de los trabajadoresPublicado el 1 de Marzo de 2011Por Julio PiumatoSecretario de Derechos Humanos de la CGT y secretario general de laUnión de Empleados Judiciales de la Nación.

Decir que los trabajadores no hacen política, sino como ciudadanos, en el cuarto oscuro, es obviar deliberadamente los aportes de, por caso, la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista que, entre otros hitos de su intervención en política, llenó la cancha de River unos días antes de la muerte de Néstor Kirchner, con el ex presidente entre los asistentes.

El periodista, escritor y docente universitario Alejandro Horowicz ha dejado perplejos a los trabajadores argentinos o, al menos, a una de sus expresiones sindicales más representativas. En la edición del lunes 28 de febrero del diario Tiempo Argentino, el intelectual firma un artículo de su autoría, que titula “Democracia política y sindicatos”.A propósito, es dable que Horowicz vea la película completa para poder juzgar su final. Decir que “los trabajadores no hacen política, sino como ciudadanos, en el cuarto oscuro”, es obviar deliberadamente los aportes de, por caso, la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista que, entre otros hitos de su intervención en política, llenó la cancha de River unos días antes de la muerte de Néstor Kirchner, con el ex presidente entre los asistentes estelares, en lo que fue su últimogran acto de masas.No generalice, profesor. Ni ningunee las múltiples expresiones políticas de los trabajadores organizados. No confunda hinchazón con gordura, que se nota. Justamente usted, que es docente universitario, debería afilar la puntería mejor que ninguno. ¿Acaso son lo mismo los intelectuales de Carta Abierta que los delGrupo Aurora? Sarlo y usted mismo, Horowicz, ¿son iguales? Por supuesto que no. Faltaba más, señor escritor. Usted se enojaría muy mucho, y con razón, si los trabajadores metieran a todos los intelectuales en la misma bolsa y los culparan por la poca resistencia en el campo de las ideas a la derrota cultural que significó la década neoliberal, derrota que a los asalariados les provocó miseria pura ydura, en hambre y marginación absolutas, de bienes y derechos.Pero cualquier desprevenido así podría suponerlo. Seguramente contra su voluntad, su comentario ciertamente gorila lo emparenta con las ideas más retrógradas que distribuyen las usinas discursivas de los grupos de poder económico en nuestro país, ya sean ellos nacionales o extranjeros, y que hoy buscan afanosamente quebrar la alianza estratégica entre el gobierno popular y el movimiento obrero organizado.Por eso mismo, no mezcle a Moyano con Pedraza, ni a Venegas con Viviani, porque al hacerlo desmerece sus esfuerzos intelectuales por aclararlo todo. ¿No es que un intelectual debe abarcar la totalidad en cada comentario? ¿Será que usted es miope y no logra advertir los pliegues, la correlación de fuerzas, las subjetividades de cada actor político sindical, las maduraciones propias de cada tiempo histórico, los cambios culturales que abrevan en el complejo y dinámico mapa gremial argentino?Vamos, no me va a decir que no se dio cuenta, Horowicz. Somos grandes. Además, tiene usted un tono imperativo en sus acotaciones, que intimida. Puntualice, que si no, amedrenta. Usted, que sabe y estudió, no puede desconocer que, al menospreciar el instrumento político de los trabajadores organizados, trasunta una ideología noventista, que insiste en confinar a la clase obrera por su incapacidad para protagonizar procesos sociales de cambio. La crisis del sujeto esposmodernidad pura, profesor. ¿O me va a decir ahora que cree en el fin del trabajo y demás espejismos neoliberales? Vamos.Hágame al favor, Alejandro: estudie. Consulte los archivos. Usted quepone que es periodista, investigue. Pruebe en un buscador cualquiera,Google o Yahoo, y verá. Si cliquea “Cristina Fernández” + “OIT”, será direccionado sin escalas hacia el discurso de la mandataria en la 96ª Reunión Anual de la OIT , en junio de 2007, cuando la ahora presidenta era senadora, y apoyó decididamente el rol de los sindicatos en el ciclo económico que ya transitaba la Argentina desde 2003. Tres años más tarde, en el mismo mes de junio pero de 2010, Cristina Fernández incluso repitió los conceptos, aquella vez ante el Congreso de la Confederación Sindical Internacional, celebrado en la canadiense Vancouver, donde se reunieron las representaciones de un millar de organizaciones gremiales de 156 países, que sí actúan en política, muy por afuera del cuarto oscuro, Horowicz. Ese día, en un discurso memorable, la presidenta Cristina adelantó ante los dirigentesgremiales del mundo allí reunidos, también los argentinos, la posición de nuestro país ante la Asamblea del G-20.¿Me hará caso, profesor? ¿Podrá atender su leal saber a lo que le dice un trabajador? Y no lo olvide: no existen teorías, por emancipatorias que sean, sin pueblo detrás, para sostenerlas y hacerlas realidad.Para eso, precisamente, estamos los trabajadores organizados: ¡es la Historia la que nos llama a ser protagonistas!Compruébelo usted mismo, Horowicz. El próximo 1 de mayo lo esperaremos gustosos, en los festejos populares y expresiones callejeras que los trabajadores haremos en defensa de lo ya conseguido, y como afirmación de todo lo que iremos a buscar todavía. Venga, va a estar interesante. Seremos muchos, pareceremos millones. ¿Acaso no fue a los anteriores actos en que la clase obrera alzó su voz política?