Política

Soberanía es recuperar lo nuestro

A 40 años de la recuperación de las Islas Malvinas, el dolor que sacude nuestras entrañas por el enclave colonial que mantiene Inglaterra en nuestra tierra, nos invita a pensar que en el debate de la soberanía hay respuestas indispensables para algunos dramas sociales que amenazan con profundizarse.

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«Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro” dijo alguna vez, muy suelto de cuerpo, quien luego fuera presidente de la Argentina, Mauricio Macri. Hacía referencia a su imposibilidad de comprender el reclamo sobre nuestras Islas Malvinas.

Tiempo antes de aquella máxima, Bernardo Neustadt, en el programa televisivo en el que realizaba operaciones políticas, miraba fijamente un teléfono y se preguntó en vivo “¿Dónde está la soberanía? No se ve”, remataba la escena reclamando la privatización de ENTEL, la empresa del Estado rematada por Carlos Menem.

La palabra soberanía dejó de ser un territorio de disputa en el lenguaje de la política argentina, se fue perdiendo en mérito a los discursos prefabricados por asesores de marketing que aconsejan el uso de un lenguaje lavado de toda pertenencia ideológica.

Los debates soberanos han dejado de ocupar el centro de gravedad de la agenda en disputa de las fuerzas políticas, cediendo lugar a las pujas electorales y aquella temática que la tiranía de las encuestas impone contra toda necesidad popular.

Prueba nítida de semejante desertificación ideológica lo demuestran la incapacidad de recuperar el sendero de la expropiación de Vicentín para diseñar un modelo de nacionalización del comercio exterior que permita capitalizar una coyuntura excepcional marcada por los aumentos de las materias primas.

También lo ilustra la incapacidad de sacar de nuestro Río Paraná a las multinacionales que nos condenaron a ser los que reciben miseria de la riqueza que se produce en nuestra tierra.

El cartel de venta puesto sobre nuestros recursos estratégicos se camufla en anuncios de inversiones y celebración de exportaciones que crecen mientras los ingresos populares no permiten alimentara la familia.

Hay fechas caprichosas marcadas a fuego en nuestro calendario. Las sangre derramada por los combatientes de Malvinas, es una latente convocatoria a un debate soberano urgente y necesario, no sólo para pensar nuestras Islas, si no también, para dar respuestas indispensables a una tragedia social que sólo amenaza con profundizarse.

 

Malvinas, recuperar lo nuestro

Malvinas no es una fecha anclada en el pasado, y es mucho mas que el recuerdo doloroso de una guerra. Malvinas es una herida abierta en las entrañas de nuestro pueblo, es el testimonio vivo de la vigencia del colonialismo en pleno siglo XXI, es un recurso estratégico para nuestra Patria por su riqueza pesquera y energética.

Desde lo profundo de nuestra historia argentina ejerció su derecho soberano sobre nuestras Islas Malvinas. Lo testimonian la audacia del comandante Areguatí y de Luis Vernet, quienes llevaron adelante un proyecto de desarrollo económico sobre nuestras Islas. El sentido de indignación de nuestro Gaucho Rivero, quien facón en mano, se enfrentó a los colonos asentados un 3 de Enero de 1833 tras el desembarco de la corbeta británica Clio, que accedió a nuestras islas tras haber sido abatidas las defensas de Vernet en Puerto Soledad por la corbeta norteamericana USS Lexington unos meses antes.

El arrojo de Miguel Fitzgerald, y la voluntad patriótica inquebrantable de Dardo Cabo y sus cóndores, son los que explican el heroísmo de nuestros combatientes en una guerra declarada por oportunismo político de una dictadura al servicio del extranjero, que tambaleaba como consecuencia de sus crímenes y del destino de miseria planificada al que habían condenado a las mayorías populares.

Las corporaciones de la comunicación, las mismas que blindaron mediáticamente a la dictadura y enarbolaron un patriotismo inverosímil durante la guerra, fueron las ingenieras de la desmalvinización democrática, las que – con la complicidad Alfonsinista- sepultaron en el olvido a nuestros combatientes tras la rendición de Menéndez. Fueron las que proclamaron el exitoso camino de las relaciones carnales con la que el Menemismo sepultó nuestro reclamo soberano, las que cuestionaron la vehemencia de Néstor y Cristina para ejercer nuestro derecho soberano ante los organismos internacionales, son las que proclamaron la reconciliación y ejercieron silencio ante la entrega de Mauricio Macri y hoy pretenden imponer condiciones frente a cualquier revisión de los funestos acuerdos que hoy siguen vigente.

La revista Gente publicó durante la guerra de Malvinas “seguimos ganando”, Clarín habló de “euforia popular”. Intentaron sostener la dictadura hasta el último de sus días. No dudaron jamás en mentir para mantener un gobierno que defienda los intereses de los grupos económicos a los que legitimaban desde sus páginas y castigar a todo aquél que pretenda ejercer una política soberana.

Malvinas duele en lo profundo de las entrañas, y aún más las consecuencias diplomáticas de los gobiernos que entregaron nuestra soberanía. El vergonzoso acuerdo Foradori Duncan del 13 de Septiembre de 2016, continuidad de los acuerdos de Madrid alcanzados durante el Gobierno de Carlos Menem, constituyen una entrega de soberanía sobre las Islas y fundamentalmente sobre nuestros recursos estratégicos que no tiene comparación en la historia.

Aún hoy, la sinuosa senda de buscar inversores mineros en el Reino Unido, en ésta etapa de orientar la producción de nuestra riqueza al servicio del negocio de las multinacionales, sus exportaciones y la espiral de salarios bajos y exenciones impositivas, marcan una afrenta en la memoria colectiva que sigue inscribiendo en Malvinas una búsqueda inquebrantable de recuperación soberana.

 

En Malvinas se desangra la soberanía y saquean nuestra riqueza

Para poner en dimensión la densidad económica del negocio que significa para Gran Bretaña sostener un enclave colonial en nuestro Atlántico Sur, basta mencionar que  el Producto Bruto Interno de las Islas Malvinas, ronda en un promedio anual de 330 millones de dólares. La población estable kelper alcanza los 3.000 habitantes en promedio. La riqueza que se genera en Malvinas, vuela al Reino Unido.

Un informe reciente de Chasqui Federal, señala que “El principal recurso es la pesca , seguido por la producción de lana, la carne ovina y el turismo (80.000 al año). Las regalías que cada año llegan a Londres en concepto de explotación menos gastos de mantenimiento de la población instalada ronda los 300.000 millones de dólares… Malvinas posee un yacimiento marítimo que podría producir un pico de 80.000 barriles de petróleo diarios.”

Las licencias ilegales que la invasión en Malvinas aporta principalmente a flotas españolas y del sudeste asiático, las canaliza a través de empresas de radicación en las islas, que luego – prolijamente – se asocian con firmas extranjeras. A través de un sistema de 230 licencias con cuotas de pesca individuales y transferibles, que implican la captura de como mínimo 100.000 entre Calamar Illex, Loligo y la Merluza Negra. Sólo en concepto de los pagos por licencia, la invasión factura más de 30 millones de dólares al año.

“Uno de los últimos actos de resignación de soberanía que realizó la Cancillería argentina, fue solicitarle al Reino Unido en 2020, que respete los términos de la también humillante Declaración Conjunta sobre Conservación de Recursos Pesqueros de noviembre de 1990, que conlleva un “acuerdo de coordinación” en la materia. Según el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, resultaba necesario coordinar medidas de conservación conjuntas, en especial respecto de zonas de veda en el área disputada, y además que el Reino Unido cesase con las licencias unilaterales de pesca», explicó Cancillería” destaca el informe.

Otra gallina de los huevos de oro para la Corona, son los cruceros turísticos, con los que facturan más de 20 millones de dólares. También está el asunto del potencial petrolero: el yacimiento Sea Lion en la Cuenca Norte, ilegalmente explorado en 2010, y con un potencial de 80.000 barriles diarios.

Nuestros héroes caídos en Malvinas nos exigen que la memoria sea un arma cargada de futuro, en el que nuestras Islas sean recuperadas para el ejercicio de nuestra soberanía exclusiva. Nuestra memoria, nuestro presente, y aún más un futuro en el que Malvinas ocupa un bastión clave de la estrategia de desarrollo económico de nuestra Pampa Azul, exigen de nuestro pueblo la necesidad de quebrar el sentido común que nos ofrece el colonialismo para observar nuestro destino.

Volveremos y venceremos, porque ejercer la soberanía, es recuperar lo nuestro. 1