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Colombia: una comunidad que se resiste al conflicto y a la apropiación de tierras

Encuentro con una comunidad de paz única en Colombia, que promociona sistemas de sostenibilidad local y de tutela que protegen tanto a las personas como al medio ambiente.

Ellos decidieron declararse neutrales en el conflicto que los rodeaba.

Gwen Burnyeat. Traducción de Ana Vallorani

 

La Comunidad de Paz de San José de Apartadó es un colectivo de 500 campesinos que fueron desplazados de sus remotas tierras montañosas en los años 1990 y 2000, debido a una ola de violencia y de apropiación de tierras.

 

Ellos decidieron declararse neutrales en el conflicto que los rodeaba, haciendo uso de una interpretación del principio de derecho internacional humanitario de distinción entre civiles y combatientes. Este mecanismo de protección les ha permitido regresar a muchos de sus asentamientos, y exigir que los actores armados no entren en sus espacios de vida o los incluyan de alguna manera en el conflicto.Se negaron a guardar silencio sobre los muchos abusos contra los derechos humanos que han sufrido – desde su fundación en 1997, más de 200 agricultores locales han sido asesinados – y sobre las violaciónes de documentos en forma sistemática.

 

Resistir en su territorio y hablar trae muchas amenazas en su contra. Esto se intensifica debido a los intereses económicos de gran escala existentes en sus tierras, que es muy fértil y atractiva para la agroindustria, y también posee reservas de carbón, petróleo, oro, minerales y agua.

 

Las violaciónes de derechos humanos en esta región han ido de la mano con el saqueo sin escrúpulos de las tierras robadas; por ejemplo, en una entrevista de 2005, el jefe paramilitar Vicente Castaño admitió que él había reclutado activamente a las empresas de aceite de palma para operar en tierra robada.

 

A pesar de las numerosas amenazas en su contra, superando las adversidades a diario, la Comunidad de Paz se ha convertido en la expresión de un proyecto de vida alternativo. Tiene una serie de principios que representan su sentido de humanidad compartida y tiene estrategias políticas, sociales y económicas para poner en práctica estos principios.

 

Una de sus actividades es exportar cacao orgánico a través del sistema de comercio justo a Europa, incluyendo a Lush Cosmetics. Jesús Emilio Tuberquia, uno de los líderes de la comunidad, dice: «el que recibe nuestros productos, también nos está haciendo una contribución política. Nos gustaría tener una red de consumidores con conciencia política».

 

También le compran el cacao a los agricultores locales que no son miembros de la Comunidad, o les pagan para trabajar en las plantaciones propias de la comunidad, beneficiando así a la economía local y protegiendo la forma de vida tradicional.

 

Este es un acto altamente político; una comunidad de campesinos desplazados que puede comprar cacao a un precio más alto que el sistema local (y global) de explotación de los pequeños productores en beneficio del mercado capitalista. Esto implica la sostenibilidad en su proyecto, lo que significa protección.

 

A través de la protección de sus miembros y de la forma de vida de otros agricultores de la región, la Comunidad de Paz también está protegiendo todo su territorio. A diferencia de las comunidades indígenas y afro-descendientes colombianas, no hay leyes internacionales o nacionales que le otorguen protección especial a los campesinos mestizos.

 

Pero su relación con la tierra es muy especial, y el hecho de que no se le presta atención a esto los hace cada vez más vulnerables. «Un campesino sin tierra es como un niño sin madre», dijo Jesús Emilio Tuberquia. Ellos tienen formas tradicionales de agricultura sostenible y respetuosa del medio ambiente, que se han transmitido de generación en generación de vida rural.

 

Pero los intereses económicos en sus tierras son de gran alcance: en abril de 2012, la Comunidad denunció una reunión entre sectores mineros interesados, paramilitares y autoridades locales, que planificaban expulsar forzozamente a la comunidad de su tierra y explotarla. Esto devastaría el medio ambiente y desplazaría a cientos de familias. Si las numerosas amenazas de exterminio a la Comunidad de Paz se llevaran a cabo, no habría barreras para las muchas empresas multinacionales interesadas que llevan a cabo sus proyectos como ellas quieren.

 

A pesar de estas dificultades, la comunidad sigue haciendo de su visión una realidad y es pionera en la construcción de la paz en Colombia. Estos campesinos llevan adelante una universidad de agricultores en la que las comunidades intercambian conocimientos sobre organización política y agricultura sostenible. Se organizan en grupos, y tienen un principio de trabajo comunitario semanal.

 

Su enfoque no materialista trabaja para la redistribución del capital y de los recursos. No trabajan por dinero, sino por el bien de la comunidad: la construcción de una escuela, la reparación de la casa de un vecino, la mantención de los difíciles caminos de montaña. Se reúnen todos los jueves para poner en práctica la idea de que los seres humanos no necsitan depender del dinero para hacer las cosas. Esto crea una sociedad con un concepto de la vida, más que del capital.

 

El gobierno colombiano está actualmente involucrado en negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), con los que ha estado luchando durante más de cincuenta años, en una guerra que ha causado millones de víctimas civiles, como asi también el mayor número de personas desplazadas por la fuerza en el mundo, que se estima entre 4,9 hasta 5,5 millones de personas.

 

Sin embargo, la paz no significa sólo la ausencia de guerra, sino la creación de una base positiva para el crecimiento social, político y económico, basado en el respeto de los derechos humanos fundamentales. La Comunidad de Paz nos da lecciones de lo que significa ‘comunidad’, que debería ser importante para todos nosotros en una época en que la globalización conduce al poder y la riqueza se concentra en cada vez menos manos.

 

Vivimos en una época en que la globalización hace que el sentido de comunidad sea cada vez más incierto. La Comunidad de Paz mantiene vivos estos valores.

Fuente: The Ecologist, EE.UU.