Marzo de 1989. Con casi tres décadas de políticas de saqueo neoliberal que habían expulsado a las mayorías populares de la sociedad, las poblaciones mas pobres de Caracas y alrededores protagonizaron el levantamiento conocido como “caracazo” —cuatro días de enfrentamientos brutalmente reprimidos por el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez (los datos oficiales cifraron en trescientos los muertos; estimaciones independientes posteriores corrigen hasta las 3.000 víctimas)—­.

El “caracazo” cambió para siempre al país y al teniente coronel Hugo Chávez. Tres años después, encabezaría un golpe contra Pérez, representante del bipartidismo liberal y los intereses oligárquicos. Estuvo en prisión.

En 1998, ganó las elecciones con el 56,5 por ciento de los votos. Presentó una reforma que remplazó a la Constitución de 1961. Reelecto en 2000, en 2006 y en 2012. En abril de 2002, sufrió un golpe de Estado.

Derrocado por el industrial Pedro Carmona (con la colaboración de la embajada estadounidense y capitales y medios de comunicación –y hasta, quizás, el gobierno– españoles), recobró el poder dos días después, tras las movilizaciones populares masivas en su defensa.

En la operación destituyente estuvieron involucrados sectores empresariales concentrados y la iglesia. Pese a las virulentas campañas opositoras –persistentes–, Chávez siguió revalidando su popularidad en las urnas. En 2007, anunció que llevaría a Venezuela hacia el Socialismo del siglo XXI: “Patria, Socialismo o Muerte».

Con la inclusión social y política de las clases populares, el país ingresó en una nueva fase nacional donde las decisiones no pueden tomarse sin la anuencia del pueblo. Su política, dirigida hacia los sectores más vulnerables, «las misiones», alfabetizaron y asistieron a millones de pobres. Hugo Chávez bregó por la unidad latinoamericana y se opuso sin descanso al imperialismo. El 30 de junio de 2011 hizo pública su lucha contra la enfermedad que lo llevó a la muerte el 5 de marzo pasado.