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Un modelo de equidad que transformó la composición social de Brasil

Los dos gobiernos de Lula dejarán como principal legado una transformación social que se refleja en el surgimiento de una nueva clase media a la que ascendieron en ocho años 30 millones de brasileños, por primera vez el estamento más grande de la composición de clases del país, mientras que otros 28 millones dejaron atrás la pobreza.

El programa social más emblemático del gobierno de Lula da Silva ?aunque su paternidad sea disputada por el PSDB de Cardoso- fue Bolsa Familia.

El llamado modelo de crecimiento con reducción de la desigualdad y la pobreza tuvo sus principales herramientas en una distribución de la renta más equitativa, un crecimiento moderado pero sostenido de la economía, la generación de empleo record en la historia del Brasil con 2,5 millones de nuevos puestos en 2010, y un conjunto de programas sociales que mejoraron los ingresos y los servicios de las familias más pobres.Para Marcelo Neri, coordinador del Centro de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas, el aspecto social durante el gobierno de Lula da Silva “tuvo una gran transformación en algunos aspectos en estos ocho años en los que la pobreza cayó 45,5 por ciento, mientras que en los últimos 25 lo hizo en un 50 por ciento; alcanzó en 2010 el record de creación de empleos con 2,5 millones de nuevos puestos; e incorporó 35,5 millones de personas a la clase ABC brasileña”.La desigualdad de la renta en Brasil también viene cayendo, como se refleja en que “la renta per cápita del diez por ciento de los más pobres creció a una notable tasa del 6,79 por ciento al año, mientras que la del diez por ciento de los más ricos aumentó en 1,49 por ciento, lo que marca la tendencia al achicamiento de la histórica brecha”.A pesar de ello, Brasil –cuya población alcanza los 190 millones de habitantes según el censo de este año- está aún por alcanzar su menor nivel de desigualdad de renta registrado a inicios de la década del 60, pese a lo cual se mantiene entre las diez mayores del mundo y se estima que llevaría 30 años al actual ritmo de crecimiento alcanzar los niveles de Estados Unidos Para Neri, los grandes elementos que permitieron esta nueva realidad social en Brasil están dados por “la estabilidad de fondo de los años 90 –bajo el gobierno de Fernando Henrique Cardoso-, la fundamental universalización de la educación por la cual hoy el 98 por ciento de los niños de 7 a 14 años están escolarizados, un salario mínimo en crecimiento, el acceso de cada vez más personas a los mercados de trabajo, y los grandes programas de redistribución de renta”.El programa social más emblemático del gobierno de Lula da Silva –aunque su paternidad sea disputada por el PSDB de Cardoso- fue Bolsa Familia, una herramienta de redistribución de la renta que llega a 45 millones de brasileños que reciben un promedio de 90 reales mensuales y que transformó el nivel de ingresos de las clases más pobres.Este beneficio que alcanza a casi un cuarto de la población brasileña, especialmente a los sectores históricamente relegados del norte y del nordeste de Brasil, representa un costo de apenas del 0,4 por ciento del PBI de país.Esta conjunción de políticas dieron lugar a un fenómeno inédito por su magnitud de ascensión de clases sociales que se refleja en lo que en Brasil se denomina “la nueva clase C” aquellos sectores que salieron de la pobreza para sumarse a la clase media y a sus condiciones de ingresos, servicios y confort, pero además con un renovado peso político.En esta recomposición social, el último informe de la Fundación Getulio Vargas indica que desde la base de la pirámide económica de las clases D y E –las más bajas- salieron durante los dos gobiernos de Lula da Silva 28,8 millones de personas, aunque aún quedan en esos estamentos unos 73 millones de habitantes, es decir el 38,9 por ciento de la población total.Pero el gran fenómeno está dado por el ascenso a la clase C de unos 30 millones de brasileños llegando este año a los casi 95 millones de personas lo que corresponde al 50,5 por ciento del total, es decir que Brasil por primera vez alcanzó a tener en su historia una clase media más numerosa que las otras, ya que los segmentos A y B suman unos 10 millones de habitantes.Estos números dejan para Neri y su informe reflejan que “la nueva clase media brasileña no solo incluye al elector medio que decide un segundo turno de una elección, sino que ella sola hoy puede decidir un pleito electoral. Pero también es ahora la clase dominante desde el punto de vista económico pues concentra más del 46,2 por ciento del poder de compra de los brasileños, superando por primera vez a las clases superiores que tienen el 44,12 por ciento”.Para Neri “el crecimiento robusto mes tras mes del empleo formal, duplicado desde 2004, es el principal símbolo del surgimiento de la clase media brasileña, a pesar de la ausencia de cualquier reforma laboral o previsional significativa del gobierno”.De esa misma forma, las evoluciones del nivel de desigualdad y de los años de escolaridad indican una mejoría continua en el futuro: los aumentos en los años de escolaridad en el período 2003-2009 son responsables del 65,3 por ciento del expresivo crecimiento del 7,95 por ciento al año de la renta per cápita media del 20 por ciento más pobre de la población”.En materia de educación superior, resulta simbólico el dato que refleja que -sin mediar una reforma estructural- el gobierno de Lula logró que las universidades permitieran el ingreso con becas de 700.000 jóvenes hasta entonces relegados del sistema, los que se convirtieron en la primera generación de universitarios en sus familias.A pesar de las cifras, para Neri “Brasil todavía enfrenta muchos obstáculos incluyendo un sistema de enseñanza débil, bajas tasas de ahorro, o un enmarañado de obstáculos regulatorios. Pero las perspectivas de crecimiento futuro no importan en sus valores absolutos sino cómo evolucionan en el tiempo hacia las fronteras de sus posibilidades”.