Opinión

Por Pablo Tonelli, economista.

Morir en Madrid: El Ajuste Español

“Morir en Madrid” es el título de una película emblemática de los años sesenta sobre la guerra civil española. Realizada por el cineasta francés Frederic Rossif tuvo un fuerte contenido emocional para la generación que vivió el período entre guerras y luchó contra el fascismo.

Parafraseando a Keynes nos dice que "La sabiduría mundana enseña que es mejor para la reputación perder convencionalmente que tener éxito sin respetar la convención".

Republicanos españoles, exilados en América Latina, sobre todo en México y la Argentina, (entre ellos mi abuelo materno), la transformaron en un objeto de culto de sus ideales y sus luchas, independientemente  de sus muy explícitos objetivos propagandísticos en la época de la guerra fría y la vigencia de la URSS.

“Morir en Madrid” concluye con una batalla épica plena de romanticismo, el asalto final de Franco al Gobierno de la República. El título de esta nota utiliza la metáfora para remedar la lenta muerte que el ajuste económico imprime al pueblo español  desde la crisis del 2008. De momento,  el desgarrador grito de los indignados no ha sido capaz de generar alternativas políticas.

Voy a recurrir a dos libros recientemente publicados en España este año 2013 para recorrer sucintamente el destino español bajo la crisis del euro en la divergente visión de dos economistas. El primero pertenece a Antonio Torrero Mañas, nativo de Almería,  se llama “España en el laberinto del euro”, el segundo es un artículo del francés Bruno Thèret  denominado “Por un federalismo monetario europeo. De la moneda única a la moneda común y las monedas subsidiarias nacionales”  que forma parte de un libro  en colaboración con exposiciones de otros autores (plumas muy conocidas, Badiou, Ranciere, Negri, Balibar entre otros) sobre la resistencia social en la Europa de hoy.

El libro del andaluz Torrero Mañas expresa un terrible desgarro. Por un lado busca en la Historia un proceso similar al que vive España y comenta las agudas críticas de Keynes al retorno al patrón oro por parte de Inglaterra en 1925 y los terribles efectos de la deflación de precios y salarios que lo acompañó. Por otro desarrolla el estado de la devaluación interna (depresión) de la España actual bajo el euro, déficit público, deflación, cuyo horizonte temporal define como “afrontar un largo período de ajuste, de paro (desocupación) altísimo y crecimiento reducido”. Opone este escenario a varias alternativas de abandono parcial de la eurozona, ruptura de la misma en dos( el centro y la periferia) o lisa y llanamente su desintegración”.  Intenta fundar alguna esperanza en que “la Unión Europea reconociera la imposibilidad de algún país en seguir soportando la disciplina del euro” y fuera parte activa y decisiva de una solución al problema, pero afirma “Conviene insistir en que la opción de España no es elegir entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor. Resistir a esta situación impone un costo muy alto; abandonar el euro sería una catástrofe política y económica”.

¿Cómo ve a España Torrero Mañas para llegar a esta conclusión?

Afirma que los “desequilibrios en la eurozona tienen su origen en las diferencias de competitividad”  El euro conecta países de muy diferente productividad, España, como la periférica europea en general posee una  estructura productiva  atrasada en relación con el centro europeo y en particular con Alemania. El acuerdo de Maastricht en su vocación de imponer una divisa mundial alternativa al dólar permitió el ingreso de una avalancha de capitales a  países de la periferia  que dictaban sus propias políticas monetarias y fiscales y poseían sistemas financieros “independientes” pero que no contaban con el Banco Central Europeo (BCE) como prestamista de última instancia, rol clave de la Banca Central,  ni tenían capacidad de emitir moneda, facultad delegada en la UE. La conexión entre los sistemas productivos y financieros estuvo dada por la libre disposición de ese financiamiento a una tasa de interés (en euros) radicalmente más baja que la tasa de interés histórica en pesetas o las otras monedas locales.

Siguiendo al autor andaluz “Hay dos etapas bien diferenciadas por la crisis financiera del 2008 como frontera. En la primera el panorama era idílico: crédito abundante, barato y fluido en toda la zona euro, elevación del nivel de endeudamiento de empresas y familias, así como del consumo y la inversión”.

Con la crisis se produjo la depresión de la Economía.  y las carteras de consumo y créditos hipotecarios eje de la expansión de España se tornaron impagables o de alto riesgo. Entonces los bancos debían capitalizarse, para eso se pensaron y piensan ayudas puntuales. Nuevos “paquetes”.  Ahora bien, dado que la economía está sujeta a la depresión de la demanda que genera un sector público en perpetuo recorte de sus salarios y servicios sociales y al estancamiento del consumo y el parate de la inversión privada, el círculo vicioso no deja de alimentarse. Aquí el autor cita la crítica fundamental de Keynes a la imposición del patrón oro en Inglaterra en 1925, suponer que si la situación provocaba un deflación de precios el resultado automática sería una reducción de costos y no una larga penuria como la que atraviesa España, debido a que en términos monetarios los ingresos impositivos descienden como consecuencia de la crisis, pero los pagos crecientes de deuda afectan al presupuesto cada vez más y los salarios, a pesar de su reducción, no profundizan su caída hasta el punto de un abaratamiento de la fuerza de trabajo desconocida en la Europa Occidental desde los años treinta, que parecería ser el objetivo de la depresión.  

Esta situación, que el autor califica como “de muy difícil continuidad”  no encuentra solución radical. A mi juicio, porque su análisis está muy pregnado de las premisas formuladas por Paul Krugman como alternativas para  la zona euro que Torrero Mañas enumera: 1) crisis violenta de la zona 2) Reestructuración de la deuda 3) ruptura a la argentina 4) Reactivación del ideal europeísta. Las soluciones dos y cuatro, conectadas entre sí, exigen un compromiso de la UE con superar los problemas de competitividad ligados a la actual paridad del euro, es decir una devaluación y una reestructuración de los pasivos de los países comprometidos que se alivien con quitas y se licuen con mayor inflación. No es en modo alguno lo que Alemania y el centro de la UE están dispuestos a hacer. Las alternativas a la argentina, default o una crisis total de la eurozona son descartadas de cuajo por el autor, sobre todo la solución de nuestro país. Este es el horizonte intelectual de su desencanto.

Bruno Theret, que viaja regularmente a la Argentina y ha estudiado en profundidad la crisis del 2001 y el fenómeno de las cuasi monedas, ha diseñado una propuesta que tiene la enorme virtud de la originalidad y el desenfado, la que sirve, a mi entender, como disparador de discusiones en una ambiente intelectual, sobre todo en la disciplina económica, signado por la obcecación de los neoliberales y la resignación frustrante de los heterodoxos.

Theret propone un rol del euro como “moneda comunitaria”, bajo la forma “de ser “una unidad de cuenta única” capaz de unificar una pluralidad de monedas de pago, financiando no sólo las deudas comerciales, sino también las deudas públicas y sociales”.

En síntesis cada país o región de un país emitiría una moneda nacional o local que serviría para el pago de los salarios y las obligaciones de los Estados con su sector pasivo y proveedores y se aceptaría para el pago de los impuestos. Dicha moneda encontraría su respaldo en los recursos de cada Estado bajo una regla de conversión rígida para evitar su depreciación interna. Cada Estado reducirìa el uso de euros en importaciones, con una acelerada política de sustitución de las mismas. El euro solamente se utilizaría para la cancelación de obligaciones externas (deuda y comerciales). Los Bancos podrían tomar depósitos y otorgar créditos en la “moneda fiscal”, la moneda nacional, que soportaría un encaje muy alto, para evitar su expansión más allá de los recursos fiscales existentes. Dicha moneda sería convertible uno a uno en euros, no a una paridad depreciada, ya que no sería un recurso utilizable para la búsqueda de la competitividad externa.

En la hipótesis de Theret, su uso y difusión, paralelo a la circulación del euro, permitiría la expansión del consumo y el empleo sin el traumatismo de la ruptura y asegurando la vigencia y permanencia del Estado de Bienestar, patrimonio comunitario de Europa.

No es mi propósito someter a crítica esta propuesta sino tan sólo enunciar su carácter innovador, de alguien animado a pensar contra la corriente, que parafraseando a Keynes nos dice que “ La sabiduría mundana enseña que es mejor para la reputación perder convencionalmente que tener éxito sin respetar la convención”.

Por Pablo Tonelli, economista.