Sociedad

Prohibir los cabarets no ataca la trata

Según la senadora olavarriense María Isabel Gainza en su distrito se prohibieron estos lugares y ha sido una “decisión de las más desgraciadas”. “Es parte de otra hipocresía y ha puesto en situación de mucho más peligro a mujeres que comenzaron a estar en quintas, en departamentos, confinadas”, agregó.

La senadora provincial por la Coalición Cívica, María Isabel Gainza, reconoció la existencia de hechos de  trata de personas en ciudades como Olavarría donde rige una norma que prohíbe los cabarets.Gainza consideró que la prohibición de los cabarets “ha sido una decisión de las más desgraciadas. La gente que lucha contra la trata de personas sabe que lo peor que se puede hacer es sacar esos lugares que al menos están individualizados y se pueden controlar”.“Además es una forma de lavar la conciencia. Yo digo que en Olavarría no hay más cabarets. Y todo el mundo sabe que siguen existiendo. Y se lo toma como si fuera una medida positiva cuando es parte de otra hipocresía y ha puesto en situación de mucho más peligro a mujeres que comenzaron a estar en quintas, en departamentos, confinadas”, precisó.Con respecto al caso particular de Olavarría, la senadora oriunda de allí expresó que “el poder judicial se contaminó políticamente en una forma ostensible” y agregó que “cuando por favores políticos se designa a los funcionarios judiciales entramos en un peligro gravísimo. Y además el poder político de Olavarría que ha estado centrado prácticamente en una persona, no se ha ocupado del tema, ha hecho caso omiso y esa pasividad, el no hacerse cargo del tema, eso remate de decir bueno, no hay más cabarets en Olavarría, lo único que hace es favorecer, hacer el campo orégano para que estas cosas sigan ahí”.También indicó la legisladora en los medios que «cuando la Justicia no funciona, temas como la trata, los crímenes, la impunidad, se enseñorean por todos lados», y  explicó que «es un tema difícil porque se juntan las complicidades desde el Estado, las policías, los gobiernos municipales, provinciales; complicidades que se pueden dar por acción o por omisión» porque «es tan cómplice el que contribuye efectivamente como el que se da vuelta y no ve y hace como que no existe». Según ella «también se da la hipocresía de la sociedad porque la existencia de la prostitución exige una demanda y los demandantes son algunos de nuestras familias seguramente. Entonces a nadie le gusta tocar este tema porque sabe que algunos de los clientes debe haber sido algún amigo, algún familiar, alguien querido de uno. Mejor a esto no lo toquemos, mejor a esta olla no la destapemos. Y más allá de estos temores de la sociedad por no querer mirarse al espejo y no reconocer las propias miserias, también está el papel del Estado, que no termina de meter la mano a fondo donde sabe que uno puede tener algún tipo de incomodidad».Finalmente la senadora concluyó que “es muy difícil sacar de esta trampa a las mujeres. Si se tratara de rufianes, cafiolos, sería relativamente fácil. Se trata de algo mucho más serio”