Sociedad

“Me quedó impregnado el olor a carne quemada que salía de la ESMA»

Abel Langer es Licenciado en Psicología. Fue profesor adjunto y titular de postgrado en las Facultades de Psicología de la UBA, USAL y Kennedy. Supervisor y docente del Hospital Psicoasistencial “José T. Borda”. Ex supervisor de los Hospitales “Moyano” y “Evita” (Lanús), además, fue Coordinador de la Comisión de Salud Mental del Espacio “Carta Abierta”.

Abel Langer, supervisor y docente del Hospital Borda

Por Anabel Acevedo Dueño de una memoria prodigiosa, en esta cálida entrevista con El Mensajero Diario, hace un repaso de su vida. Su rol en Carta Abierta, la decisión de estudiar psicología, su militancia, sus detenciones y su librería; mientras habla sobre sus cuestiones personales, se puede hacer un paralelo con una parte de nuestra historia.   ¿Cómo era tu rol en Carta Abierta? Fui Coordinador de la Comisión de Salud mental. En aquel momento, hace alrededor de cuatro años, estaba todo el tema de la criminalización de chicos y adolescentes. Hicimos dos jornadas sobre judicialización y criminalización. Luego coordiné dos mesas en donde estuvo María Elena Naddeo, Sergio Rodríguez (psicoanalista) y Alfonso Carafide (director adjunto del Borda), Ana Vázquez de Madres en lucha, entre otros. Contamos con la participación de 50 personas, aproximadamente. Después hicimos una segunda jornada con mucha más gente (más de 170 personas). Ambas fueron en la Biblioteca Nacional.   Hiciste una declaración sobre los laboratorios que utilizaban las figuras de Néstor y Cristina para ejemplificar los casos de bipolaridad ¿Cuál fue el motivo? Estaba en el Borda y vino un laboratorio a hacer una presentación de los medicamentos de última generación para pacientes psicóticos. Al pasar imágenes en un power point, el speaker del laboratorio, comienza a hablar que es un medicamento contra la manía, contra la psicopatía (ya no era un antipsicótico). Las imágenes eran de diferentes políticos del mundo a quienes denomina con el adjetivo de perversos, psicópatas y aparecen en la pantalla una serie de políticos en donde se ve la foto de Hitler y al lado Néstor Kirchner. Es decir, que se desliza de las supuestas bondades de un medicamento de última generación antipsicótico a otro tipo de medicación para otro tipo de sintomatologías. Los colegas a quienes estaba dirigida la presentación, fundamentalmente residentes, concurrentes y pasantes, (el servicio en donde ejercía las tareas de supervisión y docencia es un servicio considerado “de excelencia” y por lo tanto es un espacio de formación de profesionales) escuchan y no dicen nada. Al mismo tiempo, recibo una denuncia de otra colega de Carta Abierta donde me informa que en una institución médica se habían organizado unas jornadas, y también escuchó a médicos psiquíatras que nombraban a Cristina como psicópata, bipolar, etc. Por lo tanto elaboré una declaración en nombre de la comisión de salud mental con el apoyo de la coordinación de Carta y la última vez que Néstor fue a la asamblea de Carta Abierta –aparte, al final de la asamblea – le expliqué los motivos del porqué y le entregué una copia de la misma. La tomó, la leyó por arriba, se la entregó a un secretario que apareció en ése momento y no dijo nada (pienso que ya estaba acostumbrado a recibir estos ataques infames).   ¿Qué relación tiene con los dichos de Nelson Castro? Lo que Castro llama síndrome de Hybrys no es un diagnostico que no exista. Se podría decir que habría un desencadenamiento de ciertas situaciones de locura por lo que él da el nombre en griego que sería la traducción de “Infatuación”. Al estilo de lo que uno podría leer de la locura de El Quijote, es aquel que podríamos decir en términos de entrecasa aquél que “se las cree” dado que es este estado, en donde un sujeto está exageradamente agrandado, su yo está “inflado” y que da lugar a que un sujeto se presenta “inventándose” una personalidad que no es. Orgullo, desprecio al otro, pasiones exageradas es lo que correspondería al concepto de Hybris. Pero esto no tiene nada que ver con un diagnóstico, porque los diagnósticos se hacen sobre alguien que se conoce y después de una serie de entrevistas diagnósticas y además, nunca un diagnóstico se hace público; está sancionado por ley si se hace público porque puede ser perjudicial para ese sujeto. Quizás quien esté atacado de Hybris sea Nelson Castro. Esta infatuación, como en Lanata, que habla como si estuviera en un pedestal: bajan línea, mienten, hacen lo que se les ocurre, piensan que a ellos no les puede caer ninguna sanción: es decir que es sentirse impunes y la impunidad, pensar que no habría sanción ni social ni histórica ni legal hace que alguien se crea con derecho a decir y hacer lo que se les ocurra, igual que como se escuchaba decir y haceer en la época del neoliberalismo, cuando el ex presidente Menem, ante una pregunta de Tato Bores acerca si él trabajaba de presidente, Menem responde “no trabajo, soy el presidente”. Aquí se demuestra cómo alguien se la cree y no se separa del cargo que ocupa: aquel que “se la cree” aparece subsumido por el lugar que ocupa, puede llegar a enloquecer, que es lo que se puede decir acerca de que el poder, cualquier poder – el económico, el político, el mediático, el eclesiático- enloquece, pero una cosa es plantearlo en términos del discurso social y otra hacer desde los medios y desde una posición de poder – mediático o laboratorio – un diagnóstico clínico y como consecuencia extenderlo a la investidura de quien ejerce un cargo.   ¿Cómo está hoy la situación del Borda? Es complicadísima porque están decididos a romper todo. A su vez hay muchos intereses, no solamente del Gobierno de la Ciudad, sino intereses de todo tipo; gremiales, mafiosos, profesionales de la asociación de médicos profesionales o municipales, laboratoriles. Y digo que a romper porque pienso que hay intereses cruzados en cuanto a la salud mental a lo que debemos agregar las clínicas privadas que tienen el ojo puesto en la privatización para absorver parte de los pacientes.   ¿Cuál sería el objetivo de cada uno? Destruirlo para apropiarse, cada grupo, con una porción ya sea de los terrenos o de los pacientes como si éstos fueran un botín de guerra.   ¿Por qué te decidiste por la psicología? Cuando se abrió la carrera de sociología en la UBA entré a estudiar y por el ´60 me cambié a psicología. Mi novia estudiaba psicología y yo estaba enojado con la sociología porque yo estudié porque quería textos para hacer la revolución. Cuando la carrera se orientó me parece que más para el lado de la sociología científica, como la llamaba Germani, e hizo acuerdo con las fundaciones y trajeron, por ejemplo, a un yanqui para dar sociología sistemática; en esa época estaba en la juventud comunista (la Fede).   ¿Cuándo comenzaste con sociología pensabas hacer la revolución y cuando empezaste con psicología? También. Yo estaba en el CEFIL (Centro de estudiantes de Filosofía y Letras), sin relación con partidos políticos porque había estado ligado a una biblioteca anarquista que se llamaba José Ingenieros. Tenía una novia, empecé con Derecho y no me coincidía con el anarquismo. Mi novia era de la Fede y dan una charla sobre las ideas económicas de Marx y Prohudon, un tal Carranza del Comité Argentino de la Libertad de la cultura, y dice pavadas acerca de Marx y mi novia comienza a discutir. Al otro día – 21 de septiembre – se hace un asado con los muchachos de la biblioteca en Pereyra Iraola. Yo me acercaba a ellos y ellos se corrían. Y me dicen: “mientras estés con esa mujer, que es comunista, no podes estar con nosotros”. Elegí el amor, me quedé con ella y en el asado me quedé solo, me rajaron los anarcos. Entonces entré a la facultad y militaba en el correo (en dónde trabajaba) y empecé con sociología. En el ´58 se arma una gran movilización a favor de la enseñanza laica – que era un tema de mucha trascendencia porque se jugaba la privatización y los subsidios a la enseñanza privada, se convirtió en una movida a nivel nacional grosa, con movilización del estudiantado secundario y universitario, a favor de la enseñanza laica, Frondizi era el presidente y se arma algo muy pesado. Yo estaba en la dirección del Cefil y por lo tanto, tenía contactos con FUBA. La ley de enseñanza se perdió, todo el frondicismo vota a favor de la iglesia; el golpe del ´55 tiene que ver con que la iglesia comienza a tener más primacía. Se dice que hubo, en el acto antes de la votación por el congreso, alrededor de un millón de personas. Luego en el ´59 fui delegado a FUBA y se realiza, en Viena el encuentro de la juventud, y como los que estaban primeros que yo para viajar no pudieron hacerlo, viajé como delegado oficial del centro de estudiantes, estudiante de sociología y como delegado de FUBA. Éramos, en la delegación, alrededor de 130, en barco, con paraguayos, uruguayos, viajando durante tres semanas. Yo quería escribir algo para el encuentro sobre la estructura económica-social argentina pero no había mucha literatura de izquierda, hasta que me encuentro con un libro de Silvio Frondizi, que era troskista, el libro se llamaba “La realidad Argentina”, lo leí y me pareció maravilloso. Un día estoy escribiendo en el comedor del barco y llega un tipo de la juventud comunista y me dice “qué estás leyendo” como si yo tuviera “Mi lucha”, me desaparecen los libros. Cuando quiero ir al encuentro me dicen que yo no voy, que va Silvio Kovalski, que era de ciencias económicas, pero, al final del viaje me empiezan a llegar distintas invitaciones, primero para ir a Praga, al encuentro de la UIE (la Unión Internacional de Estudiantes) que era dirigida por Juri Pélikan y con influencia decisiva del partido comunista a nivel mundial, luego a un encuentro de la UIE en Godoló en Hungría y luego viajo Varsovia y Posznan y presido un congreso mundial por la paz el 20 de septiembre, aniversario de la invasión de los nazis a Polonia, 20 años antes. En el viaje de vuelta me afilio a la FEDE. Al volver pensaba que venía a hacer la revolución y el día que llego aparece el “capo” de la FEDE  y me devuelve los libros. Pasan muchos años, Silvio Kovalski aparece como director del Centro de Estudios Avanzados de la UBA y ahí cuando lo leo asocio con la imagen periodística de quién era el rector de la UBA y me doy cuenta que no era otro que quien, 30 años antes me había afanado los libros: era Oscar Schuberoff (rector de la UBA) por el cual no pude hacer mis trabajos y este tipo después terminó siendo radical. Al tiempo de mi arribo me proponen ser secretario de relaciones internacionales de la FUBA pero no acepté. Deduje que esa era la razón porque me habían estado invitando a todos lados, me estaban preparando y franeleando. Les respondí que no porque me quería quedar con la gente de la base. Ahí me hicieron la cruz. Tengo entre amigos, conocidos y compañeros de militancia y alrededor de 40 desaparecidos. Con los compañeros de militancia y/ó amigos parábamos en los´60s en el bar “El Cultural”, Callao y Corrientes, al lado de donde está “La academia”, en parte de donde está actualmente el “Bauen Hotel.”   Por lo que contás viviste momentos de mucho movimiento social ¿Estuviste detenido alguna vez? Caí en cana algunas veces, quedé marcado por el viaje al bloque socialista. Si bien, en los países socialistas no te marcaban el pasaporte pero sabían que habías estado, más mi militancia en el correo y en la universidad. En los ´60 estuve en cana. Caen en mi casa y yo estaba con mi mamá, allanan mi casa pero no encuentran nada, me llevaron a DIPA (División Investigaciones Políticas Antidemocráticas) me tuvieron tres días y como no encontraron nada me largaron. La segunda vez nos llevaron de un bar, con mi novia de entonces, Graciela, nos interrogaron y nos largaron. La tercera, me llevaron del Cultural de madrugada, a la 5ta. en La Leonera. La semana santa del ’62, de madrugada, cayeron a mi casa, el ejército y la policía, revisaron mis cosas, me llevaron a Villa Lynch y después a DIPA, había habido una redada y cayeron un montón. Éramos alrededor de 50 o 60. Estábamos en Caseros, en el pabellón 7, todos presos políticos. También había dos personas que no tenían nada que ver, un hombre que era un barrendero llamado Barreiro que en realidad buscaban a su sobrino. Estuvimos varios meses, festejábamos los cumpleaños recitando poesías. Para que no se nos cayeran los más viejos porque no había juicio, estábamos en manos del poder ejecutivo. Había, entre los presos, un laburante que en los cumpleaños recitaba poesías y el día del cumpleaños del Dr. Citrinovich, que era el director del Hospital Fiorito de Avellaneda, éste recita esa poesía de Espronceda que dice en una de sus estrofas: “quiero un cementerio bien lleno de muertos” y este hombre, el barrendero Barreiro se envuelve en una frazada, se tira en una cama y gritaba “saquenme de acá, están todos locos” mientras se revolcaba envuelto en la frazada. Un día, de madrugada, nos comenzaron a llamar por apellido y comenzaron a liberarnos, día a día. Entre quienes estuvieron en ése pabellón estaban don Manuel Galich, gualtemalteco que había sido embajador de Jacobo Arbenz en la Argentina y también Hernández Arregui. Leónidas Barletta, el director del Teatro del Pueblo estaba en el pabellón de al lado con otros presos políticos y enfrente de nuestro pabellón estaban los presos denominados Connintes. Hernández Arregui y Barreiro fueron los últimos que salieron.   ¿Cómo comenzaste a crear tu librería? Después del correo, en un sótano de la facultad en la calle Viamonte comencé a vender libros sin permiso. Yo no podía estar en la facultad por no tener autorización y el director de la carrera –José Luis Romero- iba al baño al bar de enfrente para no verme porque si me veía me tenía que echar. Era a la intemperie. En el ´62 o ´63 nos vamos del PC, casi el 95%. Comienza a armarse el EGP y ahí está Diego Mogliano que trabajaba conmigo en el kiosco que había armado. Diego me dice: “yo voy para arriba y vuelvo triunfante o muerto”. No volvió ni triunfante, ni muerto, su cuerpo no se encontró. Dicen que lo hieren en un enfrentamiento con dos tipos que eran infiltrados. A mí me entregan una propuesta política en papel manteca, que me produjo miedo. Había que entregar una respuesta en sobre cerrado, me encontré con dos compañeros más a fines de diciembre, que también les había llegado la propuesta. Y teníamos que salir al otro día pero resolvimos no viajar ninguno.    ¿Cómo seguiste con la librería? En el ´65, con la mudanza de la facultad a la Avenida Independencia, puse una librería con mi nombre “Abel Langer Librero”. Estuve hasta enero del ´76. Cuando muere Perón me la veo venir, yo tenía un cargo en la facultad: era director del Centro de Estudios del Trabajo de la Facultad de Filosofía y Letras y dependíamos directamente del rectorado. Entonces hicieron algunos centros de estudios en distintas facultades. Tratábamos enfermedades sociales como el aislamiento de los mineros y hacíamos proyectos de acuerdo a las denuncias, teníamos reuniones en el Instituto de Historia Argentina Emilio Ravignani. Pero la cosa estaba muy movida. Cuando Perón vuelve y hay un alejamiento dije: acá se pudrió todo. Cuando llega Perón, en el Hospital de Clínicas viejo, estaba toda la gente de la JP reunida, salgo y me encuentro con Eduardo Romano y la mujer (era profesor de la facultad de filosofía) subimos a mi auto y nos encontramos con Haroldo Conti y dice que iba a hablar Perón. Después vino todo lo que vino. Un día viene Silvio Frondizi a la librería y me dice con respecto al asesinato de Curuchet, abogado del Smata de Córdoba, “me venían a buscar a mi y lo agarraron a él, que se separó del grupo” y me dice: “si necesitás algo llamame, yo duermo con el teléfono de mi lado”. Por otra parte, yo me daba cuenta, por los libros que compraban: una cosa es si te compran “La conducción política” de Perón y otra acerca de la revolución de Lenin. Yo sabía que cuando pasaban cosas increíbles, el encargado de la librería, se rajaba, un día llego y se va él y también el empleado. Había una mesa angosta que tenía todos libros de marxismo y había cuatro tipos ahí y cuando me vienen a pagar era Santucho y compañía, después la cosa se empezó a poner fulera. Y un día me cierran la librería y se llevan a cana a todos: empleados, encargado y la señora que limpiaba. Yo estaba atendiendo en mi consultorio, mi mujer me golpea y me dice que vendieron los libros que yo había ordenado que no tenían que vender. Mi mujer era ayudante de cátedra de la facultad de psicología, en la cátedra en donde se enseñaba Peaget, el libro era “Seis estudios de psicología” de la que hicieron una edición clandestina, les ordeno que no vendan ese libro porque era una edición trucha. El encargado compra el libro a las dos y a las tres de la tarde los llevan a todos en cana. Voy a la división delitos económicos de la Policía Federal, paso al despacho del comisario y comienza a interrogarme y tenía una carpeta en las manos entonces leía y me miraba. Le digo: “¿Está leyendo mi prontuario comisario?” a lo que responde “¿Cómo se dió cuenta?” y le respondo: “Por cómo me mira.” Supuestamente todo eso estaba quemado pero no habían quemado nada. Así fue como terminé la librería hice una reunión con editores, distribuidores, mi abogado, mi contador, el dueño de catálogo siglo XXI, donde él me dice que no la cierre, me pregunta si había algún problema financiero porque nunca se cerró una librería. Yo le dije: “alguna vez tiene que ser la primera”. Devolví libros y algunos guardaba y otros quemaba. Quemando libros me cambié de consultorio, lo vendí y también mi departamento y compré lo primero que encontré, lo puse a nombre de otra gente como mi consultorio, mi casa y mi auto. Y terminó de quemar libros el que era mi suegro, en su taller mecánico en las vacaciones de invierno del ´76, antes. También fondié paquetes con libros en el lago de Palermo y después cuando lo vaciaron, en la democracia, no encontré nada, lo había desintegrado el agua. Fui el único librero que quedó vivo de esa época, el resto está desaparecido. Me dieron por desaparecido, hubo gente que se encontraba conmigo por la calle y se desmayaba porque nadie sabía en dónde estaba, me daban por muerto. Yo seguía atendiendo en el consultorio, iba a Mar del Plata tenia grupos de estudio y daba seminarios. Me dediqué a correr, me hice atleta, corría maratones, yo sabía que había gente que estaba en la ESMA, pasaba dos o tres veces por semana por delante y por atrás pero nunca ví nada. Para fin de año los arboles llenos de luces, todo lindo.  Excepto una vez, que venía corriendo por la Lugones, atrás de la ESMA, siento olor a quemado, carne quemada y este olor me quedó impregnado. Del otro lado, donde está ahora el parque de los niños estaban los tinglados de la ESMA en donde cuando se morían en las torturas los quemaban, hacían lo que llamaban asados populares, pero eso no se sabía. Sabíamos que había gente en cana pero nada más. Las barbaridades que hicieron no te lo imaginabas, es muy difícil. Ahora no puedo entrar a la ESMA. Pasaron años hasta que empecé a ir pero en donde estaban los secuestrados, no. Después me vino el terror, si me hubiese venido antes me rajo. Yo corría mucho porque en la casa en donde me mudé, tenía pensado cómo escaparme, corriendo por los techos si me venían a buscar, hacia 400 abdominales por día pero no me imaginé que si no me llevaban a mi, se llevaban a mi mujer o a mis hijos. Tenia pensado “salgo corriendo, no me van a agarrar”, si  corría 40 kilometros.       Perfil de Abel   Equipo de fútbol: Chacarita Frase: “Esta es vida y no la del reformatorio” de Diego Magliano (cuando teníamos hambre). “Compañero: tendrá por casualidad un cilíndrico tabacal?”( Alguien, siempre de gris; como su piel, bigotes y pelo. Se paraba al lado de alguna mesa del bar “Coto” o “Florida” y  seriamente, en voz casi un susurro decía la frase).  Deporte: Correr y nadar (antes), nadar (ahora).