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Corrientes

Sobrevivir a Auschwitz, la resistencia frente a la máquina de la muerte

Salomón Feldberg nació en Polonia y sobrevivió a dos campos de exterminio en la Alemania nazi. Lo sometieron a experimentos médicos. Ayer contó su testimonio, pero desde la construcción colectiva de la resistencia. Destacó el valor de los sobrevivientes y “lo que nunca se debe hacer”.

«No se puede escribir poesía después de Auschwitz”, sentenció el filósofo alemán Theodor Adorno luego de las aberraciones que se cometieron en la llamada civilización. Este fue uno de los cuestionamientos que surgieron tras el genocidio que perpetraron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los sobrevivientes de uno de los peores campos de concentración estuvo en Corrientes para brindar testimonio de la resistencia del pueblo judío, invitado por la Sociedad Israelita de Corrientes para recordar la Iom HaShoa, acto que se realizó ayer en la Scholem Aleijem.

Salomón Feldberg tiene 86 años, cuatro hijos (dos de ellos del corazón), seis nietos y un bisnieto. Arribó a  Argentina en 1947 para comenzar una nueva vida, dedicándose al sector fabril. Años después contrajo nupcias con Matilde.

Con una mirada afable y   una visión crítica del contexto económico, político y   social de una humanidad que permitió el genocidio, Salomón decidió brindar su testimonio como construcción de la memoria de la resistencia colectiva.

En desacuerdo con el término Holocausto, ya que éste remite a una inmolación, prefiere usar el término Shoá, vinculado a la devastación. “Nadie pidió sacrificarse. Hubo una fábrica de la muerte”, expresó Salomón, en diálogo con El Litoral.

Feldberg nació en 1927 en Bedzin, una ciudad ubicada a siete kilómetros de la frontera de Polonia con Alemania. No pudo iniciar sus estudios secundarios porque comenzaron a replicar las primeras bombas. Junto a su familia fue separado en guetos hasta 1939, cuando fue trasladado a uno de los peores campos de exterminio del régimen nazi, en Auschwitz.

Allí fue seleccionado, junto a una decena de niños, para experimentos médicos. Durante las siete semanas que permaneció allí, se le inyectó el virus de la hepatitis para generar retrovirus. También, se dedicaba a separar prótesis humanas, resabios de las cámaras de gas.

“El ejército estaba con problema de hepatitis endémica en todos los frentes. Hicieron pruebas con ingleses, con su propia gente, y luego pidieron a la SS que le dieran criaturas porque podría generar defensas más rápido. El jefe del ejército pidió a los jefes nazis y el que firmó la orden fue Heinrich Himmler. Este, en un documento del que tengo copia, autoriza que los condenados a la muerte, criminales judíos (estamos hablando de niños de 12 a 18 años) para que sean de utilidad de su patria”, recordó.

“Mengele (Josef), sin permiso en el campo de concentración agarraba a una mujer, le sacaba la matriz para fabricar Dolys. El era un carnicero y no necesitaba pedir autorización”, señaló.

“Una persona normal no puede entender la obediencia debida. La gente que hacían los experimentos eran profesores, tenían una visión medicinal pero la cantidad de cosas que han hecho de forma criminal no se entiende y era gente que se sentaba a la mesa y rezaban el Padre Nuestro. Al día siguiente iban y mataban gente. ¿Qué más podíamos hacer para resistir?”, se preguntó Salomón.

Precisamente, la resistencia de la comunidad judía fue el punto que resaltó el sobreviviente. Los pequeños signos, como quitarse el brazalete para buscar pan, las escuelas y los teatros clandestinos, fueron algunos de los gestos que hablaban de la valentía. Sobrevivir fue uno de los mayores actos de resistencia.

Luego de Auschwitz, Salomón estuvo en el campo de Sachsenhausen. Logró mantenerse con vida gracias a los presos políticos no judíos. Con algunos mantuvo una estrecha amistad, tras la guerra. Son los llamados Justos de la Humanidad.

Siendo un niño sobrevivió a la marcha de la muerte. Se mantuvo escondido en medio de las bombas hasta que arribó el Ejército Soviético. Ya en Argentina, se dedicó a recuperar la memoria y a hacer foco en la resistencia, desde los pequeños actos de sobrevida, más allá de la operatividad militar.

“No quiero contar desde lo que me pasó particularmente. Me importa qué es lo que hicieron para poder golpearme, para poder tratarme como un animal, qué hicieron los nazis para poder organizar una fábrica de la muerte”, expresó Salomón.

Sostuvo la importancia de realizar un proceso más adelante. “Se podía haber matado a Eichmann en Argentina, pero ¿cómo le íbamos a contar a nuestros hijos lo que no se podía hacer? Hubo que llevar a Eichmann a Israel. Se hizo un proceso”, dijo el sobreviviente, quien expresó que se obtuvo la documentación necesaria para corroborar los crímenes.

 “Esto es muy importante porque se descubrió por qué hubo que hacer una resistencia activa, honorable”, expuso Salomón. Miembro activo de la comunidad marcando su testimonio, actualmente integra el Foro Latinoamericano de Comités de Etica en Investigaciones Sociales. También colabora en el Instituto de Bioética de la UBA.