A menudo hablamos de aquel 25 de mayo de 1810 como una hermosa jornada de pastelitos y escarapelas, pero lo cierto es que no hubo nada más lejano a los actos escolares que aquel proceso de disputa de intereses donde lo que se ponía en juego no eran los colores de las camisetas de fútbol que, mucho tiempo después, se enfrentarían en mundial; sino dos proyectos de país: uno dependiente del Imperio, y otro soberano.
La Revolución de Mayo no es un hito de un solo día, como todo hecho histórico, fue un proceso de diversos episodios interconectados. Simplificando el relato, podría decirse que todo empezó en 1806 y 1807 con las invasiones inglesas al Río de la Plata, ante una amenaza externa, el Pueblo salió a la calle a defenderse, mientras quienes decían gobernar en nombre del Rey, se retiraban de la escena con la cola entre las patas. Dar cuenta de que el Virrey y todo su séquito sobraban al momento de defender el territorio y que era una tarea que podía asumir el variado Pueblo mestizo por su cuenta, es quizá el primer eslabón que se afloja de la cadena que terminaría de romperse años después con la declaración de la Independencia. El primer motor de la Revolución, no fue otro que la defensa de la Soberanía.
Durante los 211 años que pasaron entre la Semana de Mayo y este mayo de pandemia, fueron muchos los momentos en los que la defensa de la Soberanía fue el eje central de los accionares del Pueblo, la Vuelta de Obligado, la lucha por Malvinas, el 9 de Julio de 1947 día en que el Gobierno de Juan Domingo Perón declara la Independencia Económica, son algunos ejemplos de ello. Sin embargo, la historia muestra como, no solo nuestro país, sino toda la región, fue y sigue siendo saqueada por otros países que se dignara a autodenominarse “desarrollados” cuando todo lo que han construido lo han hecho extrayendo los recursos y explotando las y los trabajadores de esta tierra.
Eduardo Galeano describió alguna vez de forma magistral aquel primer encuentro con el imperialismo cuando Europa “descubrió” que América existía, “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.”
Si no fuera por la infinita fila de barcos que llegaban trayendo armas y se iban llevando recursos y dejando atrás tierra arrasada y gente con hambre, quizá Estados Unidos y Europa no hubieran existido nunca tal y como los conocemos. Pero de nada sirve pensar qué hubiera pasado, sino que la clave posiblemente se encuentre en empeñarse en construir que es lo que podría pasar.
La Hidrovía es un corredor natural de transporte fluvial, que se extiende a través de los ríos Paraná y Paraguay, en un total de más de 3.400 kilómetros de largo y permite la navegación continua entre los puertos de Bolivia, Paraguay, Brasil, Argentina y Uruguay. Por allí pasa gran parte del comercio internacional del Mercosur, y el 80% de las exportaciones argentinas. Además de lo que se declara, por la vía pasan como moscas los barcos cargados de contrabando, sobrefacturados y subfacturados llevándose toneladas de recursos naturales argentinos y latinoamericanos sin costo alguno.
La empresa que todavía tiene a su cargo el dragado de la Hidrovía, lo cual implica un negocio de 300 millones de dólares anuales por el pago de peajes, Jan De Nul N.V; es líder mundial en el rubro, pero no porque tenga más espíritu emprendedor que otras empresas, sino porque el contrato más extenso en el tiempo que conserva, es la concesión de obras de dragado y mantenimiento en Río Paraná y Río de la Plata, lo cual por la cantidad de dinero que se lleva de nuestro país, le permite posicionarse como la empresa número uno en el mundo; si la empresa dejara de tener la concesión automáticamente dejaría de ser líder mundial.
¿Y si la Soberanía volviera a ser el eje político? ¿Qué ocurriría si fuera el Estado Nacional quien asumiera directamente a través de una empresa nacional y pública el dragado y mantenimiento del río por el que pasa gran parte de la economía del país? ¿Cuál sería el impacto en la economía nacional si las ganancias declaradas y no declaradas (recordemos que es vía de contrabando) que actualmente factura una empresa trasnacional, fueran reguladas e inyectadas en la economía nacional que desde hace cinco años y medio se encuentra sumida en una profunda crisis producto de las políticas neoliberales?
La Patria que terminó construyéndose luego de la Revolución de Mayo y la larga guerra civil entre provincias y países hermanos que habían pertenecido al Virreinato fue una que se orientó al puerto de lo que actualmente es Ciudad de Buenos Aires, hoy la jurisdicción más rica y más desigual del país; y la Soberanía no fue el eje ordenador de la gran mayoría de gobiernos y aunque el peronismo haya interrumpido ese modelo “granero del mundo” para empezar a ser “industria nacional”, los vastos recursos de nuestra tierra siguen quedando en manos de unos pocos ricos extranjeros. Esa Patria herida de extractivismo donde las y los trabajadores quedan con hambre y la tierra muerta de saqueo, no es un país soberano, es una colonia no declarada, una colonia económica que da todo en detrimento de su propia gente, y una colonia cultural que acepta y naturaliza el hecho de que el octavo país más grande del mundo en territorio, que tiene capacidad de hacer satélites, energía nuclear, que tiene una inmensa costa explotada por el contrabando hasta el cansancio pero no por la economía nacional, que tiene una pampa donde crece hasta lo imposible, una gran cantidad de lagos y acuíferos donde reside el agua potable de las futuras generaciones, y recursos estratégicos como el litio, que de desarrollarse nacionalmente no solo generarían miles de puestos de trabajo, sino que además traerían sustentabilidad a la industria; sea simplemente una maceta más en el patio trasero del imperialismo.
Según los últimos informes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), 6 de cada 10 niños y niñas argentinas, son pobres; más del 40% de la población no accede a la canasta básica y el 11% de las personas en edad de trabajar, sobre todo las mujeres jóvenes, son desocupadas, mientras que miles ya siquiera buscan trabajo luego de quedarse desempleados durante los 4 años donde el Macrismo tomó como premisa ajustar el trabajo y gracias a la pandemia no han podido siquiera salir a hacer changas; al tiempo que el país llega a contabilizar un millón de planes sociales demasiado poco para arreglarle la vida a las familias que forman parte del 10,5% de indigencia, y demasiados para no pensar que podrían estar generando puestos de trabajo en vez de destinarse a la asistencia directa.
Bajo este panorama, resulta casi inesquibable la cuestión de la Soberanía ¿Cómo puede ser que multinacionales extraigan recursos de todo tipo en nuestro país llevándose ganancias exorbitantes mientras millones de compatriotas pasan frío y tienen hambre? ¿Cómo puede ser que siendo un territorio tan grande y tan rico, el 94% de la población viva aglomerada en los centros urbanos mientras el resto del país se llena de soja que solo llena los bolsillos de las 9.000 familias más ricas del país que hasta el momento siquiera han aportado un peso para poder palear la crisis económica que ellos mismos han generado en detrimento de millones? ¿Cómo puede ser que en el supuesto “granero del mundo” hasta la harina sufra una inflación totalmente desmedida?
Si el modelo de dependencia no ha funcionado históricamente para el Pueblo, sino que por el contrario lo ha endeudado, hambreado, despedido, precarizado, e incluso perseguido, reprimido y hasta asesinado; quizá sea hora de que el Gobierno que intentó poner la Soberanía por delante, con la expropiación de Vicentin en pos de generar soberanía alimentaria, y no logró hacerlo porque nuestra democracia ha quedado moldeada para seguir dependiendo del Imperio a través de aliados locales que muchas veces se encuentran en medios de comunicación y la Justicia; abra el Cabildo para que entremos todos y todas, incluso quienes en la Revolución de Mayo quedaron invisibilizadas por ser mujeres o disidentes; para que por fin decidamos sobre los destinos del país en defensa de su Soberanía, y por tanto en beneficio de las grandes mayorías. La Patria es joven, pero como diría, Salvado Allende, un prócer latinoamericano, “Ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica”.