Un puñado de ciudadanos se convocó a la Plaza de Mayo, y distintos puntos del país en el que se reunían de a pequeños grupos, a una movilización con el pretexto del mediático escandalete de lo que las corporaciones de la comunicación llamaron “Vacunatorio Vip”.
La convocatoria fue raquítica en número y fuertemente amplificada por los mismos medios de comunicación que la convocaron. Una típica puesta en escena de una operación de desgaste montada sobre un error grosero de determinados funcionarios de gobierno e individuos de la política que saltaron la fila para vacunarse en contra de los protocolos vigentes.
Recorrer la marcha, al menos por centímetros, significaba un ejercicio de ingreso a un túnel del tiempo hacia una Argentina en la que la democracia era simplemente una anécdota, matizada por personas sometidas a una fuerte exposición a las redes sociales. Difícil comprender en el lenguaje de la concurrencia silenciada por los medios, una común denominador que opere como razón para estar presentes en la marcha.
Personas que vociferaban insultos hacia Cristina Kirchner y el presidente Alberto Fernández, otras que recitaban con dificultad alguna teoría de la conspiración leída en escasos caracteres en algún posteo virtual y dirigentes de la oposición que concentraban la atención de los medios e intentaban poner letra a una movilización carente de sentido común.
Entre los concurrentes estaban la presidenta del PRO y ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el ex ministro de Agricultura Luis Etchevehere y el ex titutlar de Medios Públicos, Hernán Lombardi.
En el medio de todo ese desaguisado, alguien interpretó una “performance” que pondría el broche de oro a una demostración brutal del odio que intenta sintetizar la alianza Cambiemos, y el desprecio profundo por la democracia que ostenta el público concurrente.
Un grupo de personas, enroladas en Unión Republicana colocó bolsas mortuorias con carteles que indicaban que se trataban de fallecidos por Covid que esperaban una vacuna que se había aplicado algún funcionario. El objetivo de la bolsa mortuoria era colocar bien grande el nombre del funcionario o la personalidad política. Incluso, colocaron el nombre de Estela de Carlotto, quien se vacunó conforme a su edad, y su nombre fue inscripto como metáfora siniestra de lo que querían representar.
La Unión Republicana se encuentra conducida por el abogado Martín Pugliese, ex asesor del Ministro de Educación Esteban Bullrich y según su página de internet está integrada por el Diputado Francisco Sánchez, de Neuquén, quien integra el bloque del Pro.
«La forma de manifestarse en democracia no puede ser exhibir frente a la Casa Rosada bolsas mortuorias con nombres de dirigentes políticos», advirtió el presidente Alberto Fernández en su cuenta de la red social twitter sobre las bolsas ubicadas frente a las rejas que rodean la Casa de Gobierno, y manifestó que «esta acción lamentable solo demuestra cómo muchos opositores conciben la República».
El Presidente pidió: «No callemos ante semejante acto de barbarie»; mientras que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, escribió en la misma red social que «es peligroso para nuestra democracia que sectores de la oposición insistan en profundizar los discursos de odio» y preguntó: «¿Es odio lo único que tienen para ofrecerle a la sociedad?».
También el twitter el ministro de Defensa, Agustín Rossi, sumó su repudio ante «la violencia de la derecha presente» y calificó el hecho de «inadmisible» y como una «negación explícita de la democracia».
La condena dispensada parece advertir que habita en la oposición una patología política a vivir la democracia como un obstáculo para alcanzar sus intereses, algo similar a lo que ostenta el sector empresario en la Argentina, el cual nutriera la convocatoria y también, cabe recordarlo, las filas de festejantes del gobierno de Mauricio Macri.
Quizás sea una oportunidad para dejar de apelar a las buenas intenciones en la búsqueda de alcanzar soluciones reales para los argentinos y de defender la democracia de aquellos que la viven con desprecio.