Opinión

El año que comienza y las disputas que se avecinan

En este nuevo año, el mundo sigue convulsionado. Crisis económica, terrorismo, crisis migratorias y guerras civiles, pero también normalizaciones de tensiones.

Britain's Prime Minister David Cameron (C) arrives for a group photo with (L-R) German Chancellor Angela Merkel, Russia's President Vladimir Putin, U.S. President Barack Obama and France's President Francois Hollande at the G8 Summit, at Lough Erne, near Enniskillen, in Northern Ireland June 18, 2013.  REUTERS/Yves Herman (NORTHERN IRELAND  - Tags: POLITICS) - RTX10RYY

Por Augusto Taglioni

Los conflictos de los años anteriores siguen sin resolverse y el 2015 agregó situaciones que necesitan de una urgente resolución para descomprimir la olla a presión en la que se transformó el planeta. Estos son algunos de los tantos temas que podemos mencionar en este balance de lo que nos deparará el 2016.

Potencias en disputa y el traslado de la crisis a la periferia

Cuando finalizó el 2014 hablábamos de las particularidades del mundo multipolar. Un nuevo orden mundial con las naciones emergentes como protagonistas frente a polos de poder tradicionales como Estados Unidos y la Unión Europea tratando de resolver una de las crisis más fuertes de su historia. China, Rusia y el bloque de los BRICS parecían ganar terreno en un mundo que se perfilaba distinto. Si bien ese bloque existe y tiene posibilidades reales de disputar un mundo con características diferentes, hay que decir que comenzamos el 2016 con las potencias que estaban en crisis en un importante proceso de recuperación. Esto tiene algunos elementos centrales: En primer lugar la caída del crecimiento de China. La devaluación en un 2 por ciento del Yuan que hizo caer en un 8.3 por ciento las exportaciones a mitad del año que se fue y revalorizó al dólar como moneda de intercambio mundial. La devaluación instrumentada por el Banco del Pueblo de China fue la más importante desde que el país introdujo, a comienzos de 1994, un nuevo sistema de cambios. En el frente externo, China seguirá reforzando su vínculo comercial con el sudeste asiático y Africa por la vía del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura. Disputará con Estados Unidos la creciente relación con América Latina mediante los swaps financieros que abastecen a los Bancos Centrales de diversos países con la contraprestación de ser parte de grandes obras como la construcción de rutas, represas o la venta de trenes.

Por su lado, Estados Unidos, a pesar de la caída de los precios del petróleo, hoy es primera potencia económica del mundo se consolida como tal gracias a la recuperación de su economía y al lanzamiento de políticas que le permiten volver a tener fuerza en su zona de influencia, especialmente en América Latina. El producto interno bruto (PIB) de EEUU creció un 2,3 por ciento en el segundo trimestre del año, tras la contracción de un 2,1 por ciento entre enero y marzo, gracias a la reactivación de las exportaciones y al estímulo recibido por la inversión empresarial. Esto permitió un aumento de las tasas de interés. A la recuperación de la economía doméstica estadounidense debe agregarse el lanzamiento del Tratado Trans Pacífico, una nueva versión del ALCA que incluye a países latinoamericanos y del sudeste asiático con el objetivo de construir un flujo de libre comercio que modifique la influencia de China en Latinoamérica y le garantice recuperar la hegemonía económica en esa zona.

El otro bloque que pudo encaminarse en el medio de la crisis fue la Unión Europea. Sin una modificación sustancial de los índices económicos y sociales, está claro que el liderazgo de Alemania y los organismos supranacionales que digitan las políticas económicas lograron evitar fisuras en el bloque europeo. El cimbronazo interno que generó la victoria de Syriza en Grecia y todo el proceso de negociación con la Troika demostró que, a pesar de los discursos en contra de las políticas de austeridad de la coalición liderada por Alexis Tsipras, la lógica de moneda común hace muy difícil la salida de la Unión Europea. Difícil, imposible no. La decisión de Tsipras fue aceptar las condiciones impuestas por Alemania y ajustar por lo bajo para garantizar la rentabilidad de los bancos y los grupos económicos trasnacionales. Esta es la demostración de cómo la crisis en Europa no la paga Alemania sino la periferia de Europa.

En un lapso de dos meses habrá elecciones en España, pareciera que la posibilidad de cambio se expresa en la alteración de las condiciones internas del sistema político a través del pasaje del bipartidismo a un sistema plurinacional, pero sin alterar los mecanismos de relación con los que mandan en el bloque de europeo. Han logrado instalar la idea que no es posible ser europeo por fuera de la Unión Europea.

El problema más importante que debe afrontar Europa en el año que comienza es la crisis migratoria. Ya no alcanzan los cupos, las fronteras se cierran y las expresiones de ultraderecha ganan terreno en la instalación de un discurso violento y xenófobo. La solución es más sencilla: Terminar con la guerra para que nadie tenga que escaparse de su hogar. Tan sencillo como imposible que suceda.

Un informe de ACNUR reveló que actualmente sólo se puede cubrir el 42% de los solicitados para financiar las 33 peticiones de fondos efectuadas por las Naciones Unidas (ONU) para acudir en ayuda de 82 millones de personas. Los tres países más afectados son Siria (7.6 millones de desplazados internos y 3.880.000 de refugiados a finales de 2014), Afganistán (2,59 millones de personas en total) y Somalia (1,1 millones de personas).

A fecha de 21 de diciembre de 2015, más de 1 006 000 personas habían entrado en Europa, de las cuales más de 942400 habían solicitado asilo político y 3406 personas habían muerto en el intento. Se trata de la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial. Sin dudas será un tema de análisis en este 2016.

Las potencias están trasladando la crisis a la periferia a través de la aplicación de políticas macroeconómicas que benefician los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea. La periferia de Europa ya lo sufre, en América Latina puede desatarse si prima la lógica de apertura económica.

Por esto, los Brics han quedado desdibujados. A la ya analizada situación de China hay que agregarle el difícil año 2015 de Brasil, un primer caso de traslado de crisis del centro a la periferia con una situación política compleja y una centroderecha envalentonada con un impeachment a la presidenta que aún no ha podido realizar. La salida de Joaquim Levy del Ministerio de Finanzas y Hacienda y la llegada de Nelson Barbosa puede darle una orientación industrialista a la golpeada economía brasilera cuya recuperación es central para el fortalecimiento del Mercosur. El otro actor central es Rusia. Durante este último año focalizó sus esfuerzos en el combate contra el Estado Islámico y la defensa del presidente de Siria, Bashar Al Assad. La participación militar rusa en la guerra contra el Estado Islámico tuvo dos fundamentos. El primero es la defensa de un esquema de alianzas con el gobierno sirio basado en acuerdos comerciales, especialmente en materia hidrocarburífera, y en segundo orden, demostrar que occidente es responsable del crecimiento de ISIS. En la Asamblea 70° de la ONU, dos días antes de que los aviones rusos bombardearan puntos estratégicos del yihadismo islámico, el presidente ruso Vladimir Putin tuvo un duro discurso en el cual habló de hipocresía y doble estándar respecto del rol de las potencias en el supuesto combate al terrorismo. Putin propuso una gran colación internacional, similar a la que se armó para pelear contra el eje nazi-fascista en la segunda guerra mundial. El objetivo del mandatario ruso es demostrar que hay más preocupación por derrocar a Al Assad y balcanizar Medio Oriente que por eliminar a ISIS. Sobran motivos para creer que esto es verosímil, especialmente cuando se conoce el financiamiento económico y militar que la OTAN le facilitó al frente Al Nusra, que terminaron engrosando las filas del Estado Islámico. La división de Irak y Siria en pequeños micro Estados solo beneficia a ISIS y a las potencias que quieren controlar el petróleo y el gas de la zona, además de instalar bases militares para seguir rodeando a Rusia.

Rusia tiene otro frente abierto: El del este de Ucrania, con una pésima relación con el presidente ucraniano Petro Poroshenko y la violencia en las regiones autonómicas de Donestk y Lugansk. Todos violan sistemáticamente el acuerdo de Minsk desde el momento de la firma. Las sanciones aplicadas contra Rusia han afectado el comercio de alimentos y el abastecimiento de gas a partir de la firma del Acuerdo de Asociación firmado entre Ucrania y la Unión Europea, no solo entre Rusia y Ucrania sino al conjunto del viejo continente favoreciendo sin dudas a la Casa Blanca.

Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia siguen en la disputa por la hegemonía mundial, el 2016 no estará exento de este juego. Un partido con final abierto en donde todos ponen todo lo que tienen para ganar.

Elecciones y normalización de relaciones con Cuba

Estados Unidos inicia su año electoral. El presidente Barack Obama querrá dejar la Casa Blanca con un país con mejores índices económicos y varios procesos de normalizaciones en trámite. El primero y más importante es el deshielo con Cuba luego de más de 50 años de conflictos. Hasta ahora, solo se concretó la apertura de sedes diplomáticas sin avanzar en la cuestión de fondo: el bloqueo económico y comercial.

No hay que enfocar el análisis desde un punto de vista ideológico, son claras las diferencias que tienen y seguirán teniendo ambas naciones. Lo más lógico es entender las conveniencias mutuas. Es sencillo: Cuba importa el 80 por ciento de los alimentos que consume, por lo tanto, si se pone fin al bloqueo, Estados Unidos tendrá un mercado de 11 millones de personas para vender alimentos con un costo de flete mínimo por las cortas distancias, además de acuerdos comerciales que puedan existir en el campo del turismo. Los sectores agropecuarios de distintas regiones de Estados Unidos ya le han pedido al Congreso que no se demore mucho más con esta situación. No es fácil, los republicanos son mayoría y su tozudez impide que la normalización sea integral.

Obama se lleva esta medalla que para los republicanos es una cruz. Seguramente en el debate electoral aparecerá como punto fuerte de discusión. En cuanto a lo político electoral, ¿Se definirá la presidencia entre Hilary Clinton y Donald Trump? Habrá que esperar.

¿Para dónde va Sudamérica?

América del Sur está experimentando cambios importantes. La victoria de Mauricio Macri abre la posibilidad de una relación directa con las potencias centrales luego de más de una década de políticas proteccionistas y defensa de la integración regional.

El presidente argentino quiere abrir el Mercosur a los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y la Unión Europea y acercarse a la Alianza del Pacífico y los TTP. Es el primero de una nueva derecha que ha ganado terreno en Venezuela y Brasil y pretende desideologizar la región. En ese contexto, Mercosur y Unasur están divididos en pequeños grupos que proponen proyectos diferentes. Por un lado, el cada vez más chico bloque conformado por Venezuela, Bolivia y Ecuador, sobrevivientes de la primavera de gobiernos progresistas en la región con un perfil antiestadounidense. Por otro lado, Uruguay y Paraguay, dos países con economías pequeñas que apuntan a una mayor flexibilización económica debido a la dependencia de las importaciones y la ausencia de desarrollo industrial en sus territorios. Luego, la Alianza del Pacífico integrada por Chile, Perú y Colombia (y México, aunque no es parte de UNASUR), estos países son los principales aliados de Estados Unidos y cuentan consigo con numerosos TLC. Párrafo aparte para Brasil, líder y motor de la región. La presidenta Dilma Rousseff defiende al bloque bolivariano, pero no puede dejar de impulsar puntos de acuerdo con el resto de los países. De hecho, el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea que será discutido por el Mercosur durante el 2016 fue impulsado por Brasil aunque marcó distancia con el apuro de Argentina, principal socio comercial.

Los vientos de cambios en la región no indican precisamente la vuelta a las relaciones carnales con la Casa Blanca, más bien se trata de un regionalismo abierto que avanzará sobre un esquema de multilateralidad económica, es decir, comerciar con todos, pero abandonando la mutipolaridad política característica de este nuevo orden mundial.

Del futuro del Mercosur y Unasur dependerá si se continúa como un bloque emergente y soberano que proponga las relaciones sur-sur como hoja de ruta internacional o si se reconfigura en un regionalismo abierto basado en acuerdos de libre comercio, endeudamiento externo (hoy más caro producto de la suba de tasas de la Fed), apertura de las importaciones y exportación de commodities y bienes primarios.

Vivimos en un mundo en conflicto donde la multipolaridad sigue siendo una realidad. Es importante el crecimiento de las estructuras económicas alternativas como contrapeso a las instituciones financieras mundiales de siempre. Las potencias están trasladando la crisis a la periferia, siempre lo hacen, la exportan, la gestionan. La posibilidad de un nuevo orden económico mundial dependerá de las reglas con las que el mundo se rija. Esto aún está lejos de mostrarnos alguna certeza definitiva.