Un arranque teatral inmejorable tuvimos, al haber elegido a La Desgracia como nuestra primera obra del 2022. Este musical, al que podemos considerar de culto a estas alturas, transita su quinta temporada en cartel, lejos muy lejos ya de aquel comienzo como obra corta de teatro musical, en el trabajo de tesis en el último año de estudio de Juan Martín Delgado y Mariano Condolucci, proyecto al que luego se sumó Francisco Martínez Castro, a cargo de la dirección musical.
La obra fue creciendo año tras año, convirtiéndose en uno de los fenómenos del off, llenando la sala del Galpón de Guevara en cada función, en base al boca a boca y llegando este año al circuito comercial, un salto que muy pocas piezas consiguen, siendo el mérito aún mayor, por tratarse de un musical, un género muy exigente. Como frutilla del postre mencionar, que La Desgracia cuenta con varios reconocimientos de la crítica especializada, como por ejemplo trece nominaciones a los premios Hugo, cuatro nominaciones de los Trinidad Guevara, obteniendo además el Premio Luisa Vehil, como mejor espectáculo musical, en una cosecha de galardones, que intuimos lejos está de haberse agotado.
Con semejante carta de presentación y antecedentes, llegamos a la bella Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza y al sentarnos en la butaca, notamos ya una energía muy particular del público, en su mayoría gente joven, que parecía estar asistiendo a una celebración, a un culto, donde la alegría y la diversión eran los invitados principales.
La historia es tan simple, como atractiva. En una ciudad pequeña y conservadora, llamada Terranova, llega una enfermedad mortal, que se transmite por la relaciones sexuales, a la que llaman La Desgracia y que de momento no tiene cura conocida. La obra fue escrita en 2017, pero indudablemente tiene algo de premonitoria, ya que a nosotros y creemos que a cualquiera que vea la obra, creará en su mente una automática asociación, con el covid que llegó desde Oriente de forma misteriosa y pronto se transformó en pandemia, que tampoco tenía cura o vacuna en esos comienzos.
Pero dejemos atrás nuestras asociaciones mentales y pongamos en foco en esta misteriosa enfermedad de transmisión sexual, que sospechosamente apareció en este pueblito en el que todos se conocen, siendo la hija de la intendenta su primera víctima y con un doctor, el único del público, que será el gran protagonista de la historia, por varios motivos, entre ellos por ser ser quien anuncie haber encontrado la cura a la enfermedad, poco antes de aparecer muerto en su consultorio.
No vamos a contar demasiado de la trama, para mantener el suspenso, si podemos decir que este musical altamente creativo y muy irreverente, jugará hábilmente con la ironía y la sátíra, para desnudar las mentiras de los políticos y de los poderes feudales, que en pagos pequeños, todo controlan. La manipulación de la religión, el rol de las instituciones de salud y sus integrantes, todo ello en pequeñas dosis, ya que el humor es el que reina, aparecen en este musical desopilante y muy entretenido, que engancha al espectador desde un comienzo y lo mantiene en su butaca riendo y disfrutando de los logrados momentos musicales, que lleva adelante un elenco joven, que derrocha energía y talento.
Hablando del elenco precisamente, mencionar que son más de diez los actores en escena, algo más acorde al teatro comercial, que al circuito off. Jóvenes talentos y sabedores que deben dar lo mejor de si, para aprovechar la gran vidriera que resulta este tipo de propuestas que abren puertas, al tener tan buena recepción en la platea.
Vamos a mencionar las actuaciones, que tienen puntos realmente muy altos. En una elección complicada, ya que los trabajos son excelentes, a nuestro entender Andrea Lovera realiza la mejor composición, siendo una intendenta poderosa, con todas las mañas del poder, combinadas con una madre que no puede criar como le gustaría a su hija adolescente. Gran trabajo el de Andrea. Mariel Percossi, como su hija Anita no se queda atrás, con frescura y mucho ángel construye muy bien un personaje que genera mucha empatía.
Pato Witis, con gran presencia escénica es el doctor, personaje clave de la historia y a la altura del protagónico, con un trabajo muy sólido. En la función, a la que asistimos nosotros, el papel de Nora, la enfermera, lo llevó adelante Nahuel Adhami y nunca hubiéramos sospechado, que el suyo fuera un reemplazo, ya que lo resolvió de manera estupenda, siendo unos de los personajes más festejados por la platea.
Párrafo especial, para dos interpretaciones, que desde personajes con menos minutos en escena, lograron destacarse mucho. Nos referimos a Georgina Tirotta, interpretando a una Samantha, plena de energía y con mucho ímpetu, que se entrega por completo, resultando una verdadera revelación. Nos encantó su trabajo. Otro personaje delicioso, es el que compone Ramiro Gelvez, como un sacerdote absolutamente irreverente y no apto para religiosos, que nos hizo reír mucho.
Como mencionamos anteriormente, son más de diez actores en escena, todos logran tener momentos para destacarse y saben como aprovecharlo, ya que se siente una energía muy arriba en todo el elenco, que se nota están totalmente identificados con el proyecto y eso agrega mucho valor a sus trabajos y a la puesta en general.
Hablando de la puesta, es realmente meritoria, con la música original de Francisco Martínez Castro como estandarte y los músico en vivo, que resultan fundamentales para la potencia que logra la puesta. Destacar también las coreografías a cargo de Juan Martín Delgado, que es un verdadero hombre orquesta en este proyecto, con varios rubros a cargo. Muy bueno el diseño lumínico de Matías Pagliocca. Sol Castañeda en el diseño de vestuario y Adrián Llamosas en maquillaje, aportan lo suyo, ya que no es sencillo caracterizar a un elenco tan grande. Nos gustó mucho la puesta, que logra superar el reto de presentar la obra en el Paseo La Plaza.
Bien, creo que hemos comentado mucho ya, la dramaturgia que juega de manera hábil con los saltos temporales, para un relato que no es lineal en el tiempo y tiene muchas sorpresas y misterios reservados para los espectadores y no vamos a ser nosotros los que revelemos aquellos oscuros secretos que tiene la historia y esta misteriosa enfermedad que llegó sin aviso previo.
Solo queda recomendar La Desgracia, un musical potente y joven, que sigue creciendo de mano del boca a boca, como lo hizo desde sus orígenes, teniendo como base firme, una dramaturgia ingeniosa y artesanalmente elaborada, momentos musicales muy logrados y un elenco talentoso, que se entrega por completo, para regalarle a los espectadores, una noche teatral y musical, que resulta una verdadera fiesta.