Opinión

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Para pensar a San Martín

Nota de Opinión de Héctor Velázquez sobre la trascendencia del General Jose de San Martin

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José Francisco de San Martín, un hombre irrepetible para una época irrepetible, donde se pudo unir bajo un mismo objetivo de libertad a una gran parte de la población. Digo a una gran parte porque, muchos ignoran que San Martín tuvo feroces opositores, especialmente entre aquellos que veían en «El Libertador» a una amenaza para sus intereses económicos y posición social (unidos íntimamente a la corona española) o que soñaban, sin decirlo jamás en voz alta, con una nueva sociedad dividida en castas donde no molestaba relegar títulos nobiliarios pero sí ver que «la chusma» y «los esclavos» obtenían derechos. Con San Martín, por aquellos años de lucha independista, estuvo todo bien hasta que empezó a demandar cada vez más inversiones de capital (y no necesariamente de dinero): telas, metales para fundir armas, vino, mantas, calzado, caballos, mulas, etcétera. Todo aquello que podía servir para proveer a aquel ejército libertador. El tema es que el estado nacional, que se estaba formando por aquellos años, no tenía «un cobre». El real poder económico estaba en lo privado, entre comerciantes y terratenientes. Y ya se sabe, quien se mete con ciertos patrimonios privados…
Los que más dieron en las luchas por la independencia, a la causa sanmartiniana, fueron los negros, gauchos e indios que, sin saber leer y escribir, en la mayoría de los casos, aceptaron comprometer su vida (lo único que tenían) por una apuesta a un mejor futuro para quienes los sucederían. Es cierto que muchos de ellos debieron ser sumados a la lucha por la fuerza, a través de levas (reclutamiento obligatorio de la población para servir en el ejército), pero de la misma manera también es veraz que a muchos personajes adinerados los obligaron mediante el uso de la expropiación a realizar sus aportes a la causa. De todos modos la cosa fue bastante dispar: el capital de la vida expuesto al filo de un sable o a una descarga de fusil ante el capital patrimonial que, a lo sumo, privaba de comodidades.
A fines de 1812, año en que San Martín regresa de España, una vez terminada su principal misión que fue la organización del Regimiento de Granaderos a Caballo, se hizo cargo del Ejército del Norte, cuyas tropas se componían de 1.200 hombres, de los cuales 800 eran negros libertos, es decir, esclavos rescatados por el estado para el servicio de las armas.
La frase de San Martín, «¡Pobres mis negros!», que dijera luego de recorrer el campo de batalla de Chacabuco da una idea del panorama de los innumerables cadáveres de quienes habían pertenecido al Batallón N° 8 compuesto por los libertos de Cuyo. La muerte masiva de africanos y afro-americanos reclutados para el Ejército de Los Andes fue un hecho reiterado durante la campaña de Chile, Perú y Ecuador, entre 1816 y 1823. Una síntesis que hiela la sangre: de los 2.500 soldados negros que iniciaron el cruce de Los Andes fueron repatriados con vida solo 143.
El visionario perseguido.
Sorprende la actualidad, la vigencia de algunas reflexiones planteadas por San Martín en cinco puntos, que formaron parte de una carta a Tomás Godoy y Cruz, diputado por Mendoza en el Congreso de Tucumán, enviada desde Mendoza el 24 de mayo de 1816.
(…) 1º Los americanos o provincias unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la
emancipación del mando de fierro español, y pertenecer a una nación.
2º ¿Podremos constituirnos república sin una oposición formal del Brasil (pues a la
verdad no es muy buena vecina para un país monárquico) sin Artes, Ciencias, Agricultura,
Población, y con una extensión de territorios que con más propiedad pueden llamarse
desiertos?
3º ¿Si por la maldita educación recibida, no repugna a mucha parte de los patriotas,
un sistema de gobierno puramente popular, persuadiéndose tiene éste una tendencia a
destruir nuestra religión?
4º ¿Si en el fermento horrendo de pasiones existentes, choque de partidos indestructibles,
y mezquinas rivalidades, no solamente provinciales, sino de pueblo a pueblo, podemos
constituirnos nación?
5º ¿Si los medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos, tendrán o no los
resultados que se proponen los buenos americanos y si podrán o no realizar, contrastando
el egoísmo de los pudientes?(…)

Por su parte, en la proclama del 22 de julio de 1820, que redactara antes de embarcarse en la expedición para dar libertad al Perú, San Martín manifestó, entre otras cosas, lo siguiente:
(…) Compatriotas: yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestra desgracia; vosotros me habéis acriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado si yo hubiese tomado parte activa en la guerra contra los federalistas (…) En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar al Perú, y suponiendo que la suerte de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sudamérica. (…)

Los responsables del exilio.
“El Padre de la Patria”, terminó sus días exiliado junto a su hija Mercedes Tomasa en Europa , no por voluntad propia sino por los acosos a los que fue expuesto por mandato de Bernardino Rivadavia, sus amigos unitarios y la prensa al servicio de esta facción partidaria.
Es el mismo Libertador quien le cuenta sobre estos padeceres a Bernardo O’Higgins en una carta escrita desde Bruselas (Bélgica), el 2 de octubre de 1827:
(…) “Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió pasar a Europa” (…).
Bernardino Rivadavia, el hombre que entre 1820 y 1824, durante el gobierno del general Martín Rodriguez, fue Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires. El responsable de suscribir el primer préstamo financiero internacional: El empréstito Baring Brothers, que se transformaría a su vez en el primer hecho de corrupción a gran escala del país. Con Baring Brothers & Co, compañía comercial inglesa fundada en Londres en 1762 con el nombre de Barings Bank, se decidió cerrar un pedido de dinero por un monto de un millón de libras esterlinas destinados a, entre otras obras, la construcción del Puerto de Buenos Aires. El acuerdo se firmó el 1 de julio de 1824 autorizado por una ley de 1822 votada por la Junta de Representantes. Esta misma Junta, que funcionó en la Manzana de las Luces entre 1820 y 1854 y que estaba formada por vecinos adinerados (notables) de la ciudad de Buenos Aires, había autorizado la colocación a un tipo mínimo del 70%, pero Rivadavia aceptó constituir un consorcio que representara al Gobierno de Buenos Aires para la colocación del empréstito al tipo de 70%. El punto es que, como no se había especificado la forma de entrega del préstamo, el consorcio informa a la Casa Baring que la mejor manera era enviando letras giradas contra casas comerciales de prestigio que dieran garantías en Buenos Aires. Y adivinen que, una de esas casas comerciales era la de Robertson y Costas, dos miembros del consorcio. Al final, del millón de libras sólo llegaron unas 570 000, en su mayoría en letras de cambio y una parte minoritaria en metálico.

Cuando la pluma es más dañina que cualquier espada.

En lo que se refiere puntualmente a las injurias esparcidas por la prensa afecta a Rivadavia, San Martín le brinda detalles a Martiniano Chilavert, en misiva fechada el 1 de enero de 1825.
(…) “A mi regreso de Perú establecí mi cuartel general en mi chacra de Mendoza, y para hacer más inexpugnable mi posición, corté toda comunicación (excepto con mi familia), y me proponía en mi atrincheramiento dedicarme a los encantos de una vida agricultora y a la educación de mi hija, pero ¡vanas esperanzas! En medio de esos planes lisonjeros, he aquí que el espantoso “Centinela” (periódico rivadaviano) principia o hostilizarme; sus carnívoras falanges se destacan y bloquean mi pacífico retiro. Entonces fue cuando se me manifestó una verdad que no había previsto a saber: que yo había figurado demasiado en la revolución para que se me dejara vivir tranquilamente” (…)
“El centinela” fue fundado en 1822 por el teólogo y poeta Juan Cruz Varela (1794-1839), amigo de Bernardino Rivadavia. El diario duró hasta el año 1825. Martiniano Chilavert, vale la pena mencionarlo, fue aquel valiente artillero unitario que enterado de la alianza de Justo José de Urquiza con el Imperio de Brasil y Uruguay para terminar con Rosas se pasa al bando federal y combate heroicamente en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852). Chilavert, quien terminaría cayendo prisionero y acusado de traición, es condenado a morir ante un pelotón de fusilamiento pero de espaldas (como se hace con un traidor). Pero Urquiza, el comandante en jefe del Ejército Grande, que contaba con oficiales como Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre, y que estaba constituido por unos 24.000 hombres de los cuales 3.500 eran brasileños y 1.500 uruguayos, no se saldrá con la suya: Chilavert pide una muerte honorable de frente, cosa que le es negada, y ahí nomás se trenza en una pelea feroz con sus captores que terminan asesinándolo a bayonetazos y golpes.
En realidad, no era la primera vez que San Martín se había convertido en víctima de una campaña de injurias publicadas por la prensa. Siendo gobernador de Mendoza (entre agosto de 1814 y septiembre de 1816) y mientras preparaba el cruce de los andes, el periódico “El Censor” (publicado de 1815 a 1819) sacó una nota en la que informaba que el Cabildo mendocino había solicitado al Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, que lo ascendiera al rango de Brigadier General. San Martín, que creyó advertir en la publicación de esta mentira una maniobra de sus enemigos, envió una carta el 21 de noviembre de 1816 a ese mismo medio, para aclarar la cuestión:
Señor Censor—Muy señor mío: Por el último correo se me avisa de esa capital haber solicitado el Cabildo de esta ciudad ante el Excmo. Supremo Director se me diese el empleo de brigadier. No es esta la primera oficiosidad de estos señores capitulares: ya en Julio del corriente imploraron del Soberano Congreso se me nombrase General en Jefe de este ejército.
Ambas gestiones, no sólo han sido sin mi consentimiento, sino que me han mortificado sumamente. Estamos en revolución, y a la distancia puede creerse, o hacerlo persuadir genios que no faltan, que son acaso sugestiones mías.
Por lo tanto, ruego a V., se sirva poner en su periódico esta exposición, con el agregado siguiente: protesto a nombre de la independencia de mi patria no admitir jamás mayor graduación que la que tengo, ni obtener empleo público, y el militar que poseo renunciarlo en el momento en, que los americanos no tengan enemigos.
No atribuya V. a virtud esta exposición, y sí al deseo que me asiste de gozar de tranquilidad el resto de mis días. B. L. M. de V. su atento paisano etc.

¿Hay una entidad y una identidad sanmartiniana?, ¿se ha podido preservar?, ¿qué significa en lo práctico ser hoy sanmartiniano? Para muchos mantener la llama encendida de “El Santo de la Espada” al decir de Ricardo Rojas, es sumarse estrictamente al simbolismo de las conmemoraciones. Para otros es invocar frases sanmartinianas en contextos donde, irónicamente, se evita hablar de una “Patria Grande Latinoamericana” y de la erradicación definitiva de privilegios de todo tipo. Está claro que hay un discurso revolucionario, político, económico y social, pendiente de ejecutarse, que incomoda de San Martín y por lo tanto es ocultado o tergiversado premeditadamente. Ya vimos, fue así desde un principio.