Opinión

Escribe el Licenciado Gerardo Codina

En la recta final

En pocos días, el panorama de las elecciones nacionales se simplificó. El abigarrado conjunto de candidatos que ostentaba el oficialismo se redujo a dos y todo indica que se medirán en la primarias de agosto Daniel Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires y Florencio Randazzo, ministro de Interior y Trasporte de la Nación. Alguno de ellos disputará después con Macri y Massa, los hombres que encabezan los principales espacios opositores.

Los principales candidatos para las PASO nacionales.

El “baño de humildad” que solicitó desde el Chaco Cristina Fernández a los hombres de su espacio, en pocos días se manifestó en la resignación de las precandidaturas de Urribarri, Rossi, Taiana. También tuvo su expresión en la provincia de Buenos Aires, aunque todavía aquí el cuadro incluye cuatro postulantes potenciales. El operativo “renunciamiento” mostró la fortaleza del liderazgo de Cristina Fernández sobre su fuerza, que seguramente seguirá conduciendo después del próximo diciembre. Liderazgo que Macri no pudo exhibir con Michetti, ni Massa con Giustozzi.

 

Simplificada la grilla, enseguida se calentó la puja dentro del oficialismo, fogoneada por un Randazzo que requiere de la sobreexposición mediática para compensar su débil implantación territorial. Rápidamente quiere condensar las voluntades que representaban los postulantes retirados.

 

Pero el hombre de la florería de Chivilcoy exagera la nota más de la cuenta. Recurre al extraño recurso de colocar a su rival en la interna en un plano de igualdad con los candidatos de la oposición, como si fuera lo mismo, y no contara que Scioli bancó la parada kirchnerista durante largos doce años. Además, como si él mismo tuviera un linaje muy diferente. Como ya lo advirtió Aníbal Fernández, ese juego tan agresivo puede volvérsele en contra, sobretodo en el peronismo, con larga tradición de cerrar filas en torno de los suyos y apostar por quien tiene mayores chances.

 

De nuevo puesta a ordenar a su gente, la presidenta hizo un nuevo llamado, ahora a debatir cuáles son las propuestas sobre el rumbo futuro que cada candidato propone al país, incluidos los propios. Lo mismo había hecho días atrás Urtubey, el reelecto gobernador salteño, a poco de celebrar su fuerte victoria electoral. Se expresó con claridad: “yo me resisto a acompañar a un candidato o a otro porque me caiga mejor o peor alguna actividad de campaña. Lo que quiero es saber qué vamos a hacer. No es cuestión de afinidades o de amistades.”

 

Despejado el camino hacia las elecciones, ahora es el tiempo de aclarar los tantos en cuanto a qué políticas públicas se habrán de impulsar después del recambio. Todos los candidatos deben ser precisos en eso. Aunque las trayectorias hablan lo suyo, las circunstancias son cambiantes aquí y en el mundo, de modo que se requieren respuestas nuevas para las nuevas realidades.

 

Ese debate no se reemplaza con consignas, colores o chicanas. Farandulizar la política es hacerle el caldo gordo a los medios hegemónicos, que pretenden banalizar la discusión y esconder bajo la alfombra lo que pretenden que suceda en adelante. Perder lo logrado en estos años no es cosa menor para los argentinos de a pie. Haber recuperado la dignidad y la posibilidad de construir conjuntos un futuro mejor para todos, es el nuevo piso sobre el que podemos proyectar la Argentina que viene.

 

Una ventaja con la que corre el oficialismo es la gravitación de su liderazgo interno. Cristina tiene claro de qué habla cuando dice que puede haber muchos candidatos, pero sólo dos proyectos. Para el movimiento nacional y popular sólo queda seguir profundizando el camino de transformaciones democráticas, en dirección de afirmar y ampliar los derechos consagrados a las mayorías, al tiempo que se refuerza el proceso de desarrollo de nuestro país, en el marco de la consolidación de la integración regional.

 

En algún sentido, no es mucha novedad. Siguen siendo aquellas tres viejas banderas de un peronismo que marcó a fuego la historia argentina contemporánea los últimos setenta años. Un peronismo que, sin embargo, todavía está en deuda con la institucionalización de su ideario, como expresivamente también lo señaló Urtubey y depende excesivamente de la voluntad política del que le toque gobernar. Tema urgente si los hay, cuando un nuevo presidente muy probablemente surja de sus filas y deba convivir con la conductora del peronismo y del Frente para la Victoria.