Sociedad

Repensar la Patria, apuntes para un debate

El mundo ha sido transformado por un virus. Han quedado atrás formas, actividades y supuestos. La invasión no prevista de éste ha dejado al planeta en un contexto de debilidad y miedos varios.

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Por Hugo Osvaldo García
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Este trabajo tiene como pretensión iniciar un debate lo más amplio posible sobre cuál país sobrevendrá cuando la pandemia quede superada y como reconstruir una Nación donde todos – sin excepción alguna-, tengan una vida mejor.
Para ello es necesario recorrer brevemente la Historia para saber de dónde venimos y a dónde debemos dirigirnos.
La mal llamada “Organización Nacional” , así denominada por los historiadores oficiales, fue en realidad la organización liberal donde las mayorías populares fueron dejadas de lado para afianzar el modelo agro-exportador que se cubrió en esos tiempos bajo la protección del Imperio Británico considerando ,en los hechos fácticos, a nuestra patria como una apetecible colonia más.

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Surge dentro de ese núcleo de historiadores la tergiversación de ciertos sucesos que coadyuvan a la penetración cultural como parte de la colonización pedagógica. Simplemente dos ejemplos: José Hernández con su “El Martín Fierro” se lo ningunea reduciendo su inmensa obra a un poema gauchesco y no una briosa pluma que denuncia la exclusión de los sectores populares en la toma de las decisiones del país. Así también Julio A. Roca en vez de caracterizarlo como un genocida de pueblos originarios, usurpador “primus inter pares” de importantes extensiones territoriales y defensor de las oligarquías provinciales pasa a ser un “estadista habilidoso pero incomprendido en su tiempo”.

Nótese que todo esto ocurre con una fenomenal mordaza de las mayorías que carecen de expresión política que las represente. También la clásica hipocresía del progresismo autóctono y sus escribas e intelectuales que postergan la cuestión social para preocuparse por la moral de las instituciones. Son hijos putativos de la colonización pedagógica . En mi barrio los llamamos “fallutos”. Sin embargo, más de un “compañero” fue cooptado por los modelos europeos y en aras de una falsa unidad mezclaron lo que no es miscible y arriaron sus banderas y, peor aún, sus principios y valores.

El Peronismo nació como un movimiento revolucionario pacífico y nunca será, por su propia naturaleza, socialdemócrata ni neoliberal. Fue, es y será: Nacional, Humanista y Cristiano.

Todo intento de mixturarlo con otras concepciones está irremediablemente condenado al fracaso.
El peronismo tiene como mandato histórico recomponer el tejido social argentino para terminar la revolución inconclusa. Para ello se debe recordar que la ampliación de los derechos sociales, la participación activa en la justa distribución material de los bienes que se producen y la elevación del Hombre como sujeto pleno de dignidad son tareas insoslayables que deben realizarse.

Para ello debe tenerse en claro que la barbarie no es un grupo humano que ansía justicia. Barbarie es lo que los “civilizados” explotadores, oligárquicos y usurpadores hacen con nuestras riquezas en beneficio propio siempre aliados a la extranjería. Está claro que las naciones que se han desarrollado primero saldaron su pasado, restañaron heridas y de consuno se pusieron a trabajar para consolidar los aciertos. Pero atención, tal tarea requiere de no entrar en la falsificación de la historia tan proclive en algunos.

La Nación Argentina ha descendido en su nivel de vida a límites preocupantes. Pero no ha sido, como afirman falsamente los liberales por causa de los gastos del Estado o el mal llamado populismo. La causa central han sido los nuestros, los propios que se vendieron y no tanto de los extranjeros que vinieron a comprarlos.
Esa falta de conciencia nacional, de no reconocer nuestras raíces, de ejercer la defensa de nuestra identidad en común convirtió a la “clase política” en un círculo pequeño en número y grande es sus privilegios. Producto de ello es que tuvimos clase política dentro de un modelo colonial.

Es una regresión que en pleno siglo XXI nos encontremos debatiendo sobre la dirigencia que se volcó a la falsificación histórica cuando a través de los grandes pensadores nacionales la batalla ideológica había sido saldada allá por los años 60. Bien señala que “en nombre de la modernización hubo tergiversación y en nombre de la actualización hubo travestización”. Sin duda hemos retrocedido. No lo ocultamos. No lo negamos.

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Con humildad creemos que las ideas están, que los valores están. Faltan los actores que encarnen el nuevo Proyecto de Nación. Este es el objetivo y la tarea que proponemos: volver a las fuentes doctrinarias para que a partir de la restauración de las ideas fundacionales pergeñemos una estrategia que rearticule las fuerzas del Movimiento Nacional y nos garantice la ejecución del proyecto, del Programa compuesto por políticas de Estado realizables y sustentables.

No debemos rendirnos ante los cantos de sirena de la ola globalizadora, que pretendió sumarnos a la disolución de las ideologías y al determinismo que ha fracasado en todo el mundo y ahora pretende hacernos claudicar ante la ola pasajera de raíz liberal que ya también vivió su fracaso.

Las ideologías viven más que nunca, lo que ocurre es que si el capitalismo salvaje no se humaniza, el que va rumbo al cadalso es el sistema mundial perverso, belicista y corrupto. Y OTRO MUNDO asomará en la historia.
La conformación ideológica de un país proviene de la importación foránea o bien de su propia creación. Ya sabemos lo que ocurre en el primero de los casos.

Se requiere retomar la práctica olvidada del debate y de la formación de cuadros, principalmente cuadros jóvenes para vigorizar la militancia y dotar de sangre nueva las estructuras políticas, empresariales y del movimiento obrero organizado.

El movimiento nacional necesita retomar la inspiración permanente que le dio origen. La línea histórica se mantiene clara y vigente: la gesta emancipadora, los caudillos federales, el yrigoyenismo y la causa peronista donde aparece la resistencia a la opresión y recuperación plena de la democracia.

La doctrina que les da sustento sigue siendo la Doctrina Social de la Iglesia, que se inaugura en 1891 con la Encíclica Rerum Novarum y que continúa con Quadragesimo Anno, Mater et Magistra, Populorum Progressio y así hasta nuestros días con las encíclicas elaboradas por nuestro Papa Francisco.

Todas señalan la preocupante situación social y los errores del sistema socialista como del capitalista.
Juan Pablo II recordó que el fracaso del comunismo no le daba la razón al capitalismo salvaje para convertirse en alternativa única de una organización comunitaria.

Podemos afirmar entonces que en este siglo XXI la justicia social es el nuevo nombre de la paz porque mientras se profundiza la inequidad entre naciones y pueblos, la paz será una quimera, una utopía.
De mantenerse inalterables las estructuras explotadoras, la paz será inalcanzable. Mientras el trabajo sea un privilegio de unos pocos y no el derecho de todos, la paz será una ingenuidad. Sin Justicia Social no habrá paz ninguna en ningún lugar del mundo y si por caso la hubiere sería la paz de los cementerios y no la paz de la dignidad y solidaridad cristiana que tenemos como objetivo irrenunciable.

Debemos ser contundentes en el momento de definir las orientaciones teóricas y la elaboración de propuestas fortaleciendo lo que somos y no debemos dejar de ser. De no seguir este camino otros intentarán darle contenido ideológico al proyecto y será muy factible que respondan a las vetustas ideologías fracasadas.

La Tercera Posición Justicialista es la plataforma a utilizar en la fundamentación ideológica del Proyecto Nacional. Mienten por ignorancia o claudicación aquellos que la rechazan en el marco de un supuesto mundo unipolar. EL “SHERIFF” del mundo ha perdido relevancia y hoy cada región y cada pueblo tienen sus propios caminos de desarrollo con justicia social.

Queda en manos de los peronistas convocar a la unión nacional con grandeza, desinterés y patriotismo. Si la dirigencia mira para otro lado tenemos la obligación militante de desempolvar el bastón de mariscal que cada uno de nosotros lleva en su mochila y auto convocarnos para repensar la Patria.

Librar el buen combate recreando lo universal desde una mirada nacional es la misión que tenemos por delante.
Dicen que los pueblos que renuncian a la lucha quedan condenados de antemano a la pobreza y exclusión. Nos negamos a inclinar nuestra cerviz ante los poderes que pretenden esclavizarnos. Bregamos, en nuestro tiempo de vida biológica, por pavimentar la ruta que tenga como destino la grandeza de la patria y la felicidad de su pueblo.