Opinión

Por Alejandro Vidal*

25-S y hierve España

Un colectivo infinito y heterogéneo conocido como 25S ha convocado a rodear y bloquear con manifestaciones por tiempo indefinido la sede del Poder Legislativo español en tanto los representantes elegidos por el voto popular no se avengan a escuchar sus reclamos por la forma y objetivos en la conducción (y en la condena) de una crisis, ya no inocultable, sino sencillamente devastadora.

 

Si el veraniego agosto pareció aplacar la contestación al avance del discurso esquizofrénico-optimista (y absolutamente falso) que imponen los medios de comunicación masivos del poder, la entrada en el otoño boreal sorprende a España en un despertar caliente. Después de tres largos años de cifras –macro y microecnómicas– que describen, quizás con alguna mentira aunque sin pasión y con exactitud matemática, la transferencia (el robo) de riquezas que sufre el 90% de la población española en beneficio de un 10% (¿o infinitamente menos…? ¿un 3%?) que compone la oligarquía banquero-empresarial que domina España sin pudor y con mano de hierro. Sus medios de comunicación explican un país que no existe más que en las señas generales y en la afiebrada prosa y verba de editores u opinadores, de dotes naturales o bien entrenados (siempre, muy bien pagados), diariamente empeñados en diseñar una realidad maniquea que rinde a sus intereses, los del 3 % (quizás, alcance hasta el 20%). Una realidad para muy pocos, regida por medios siempre engañosos, abusivos, delictivos, impunes; vendida y comprada con certificado de realidad. Para cerrar esta parte con números, el artículo 1º de la Constitución Española vigente declara que la soberanía reside en el pueblo. La realidad parece opinar lo contrario. Ah, la Carta Magna también dice que el Reino de España y sus pueblos es indivisible y que el garante de ello es el Ejército español. 

Termina septiembre. El fantasma de la autodeterminación parece haber dejado de asustar a unos pueblos con razones más cotidianas de angustia. Es probable que la realidad no falle. Suena más probable que falle la…, es decir, la…, bueno, ya sabéis.

La descomposición social de España avanza y el Gobierno, como táctica única (casi una estrategia) no contesta el teléfono. Pruebas hay de lo uno y de lo otro. Las protestas contra la demolición económica ultraliberal se reproducen y extienden, algo inorgánicas (a la vista), algo dispersas. Pero se multiplican, cada día. Y suben el tono. 

¿El Gobierno? Bien, gracias. Haciendo suya la paradoja neoliberal de no poder gobernar cualquier  realidad sin mentir. (¿Rescate? Mejor diga quiebra, o default, que es extranjero).

España se hunde, media Europa (curioso: la más pobre) engullida por una oligarquía mundial decidida a demostrar hasta qué punto está dispuesta a no cumplir ninguna ley para quedarse con todo.

Nadie puede evitar que le mientan. Puede, sí, cualquiera de nosotros, con un poco de raciocinio y mirada crítica en su torno, evitar ser confundido (o, lisamente), engañado. 

Mañana, martes 25 de septiembre, una innumerable cantidad de colectivos políticos y sociales, agrupados bajo la sigla 25S (curiosa y muy estadounidense forma de retratar fechas señaladas impuesta por, cuando no, El País cuando el “tejerazo”). Desde hace mes y medio, el Gobierno, parte de la Justicia y, cómo no, la prensa hegemónica han criminalizado, demonizado y operado mediáticamente todos los -ados posibles para evitar la convocatoria o reprimirla de antemano. Por izquierda, tampoco le han faltado ataques, dudas, complejos, etc. que a este cronista le resulta imposible explicar por: la cantidad de actores implicados (infinitas siglas, colectivos, etc.) y por la rispidez que alcanzó el debate en los medios electrónicos (única vía de información). Pero hubo pipa de la paz y acuerdo. De derecha a izquierda, todos los convocantes llaman a rodear el Congreso —con antecedente en la plaza Syntagma griega del 2009— y ejercer la presión del pueblo sobre sus representantes para que se cambien las políticas o, en su defecto, entrar en un proceso constituyente. Es decir, barajar y dar de nuevo. No suena insensato, ni imposible. Un poco histórico, sí. En tal caso, se promete, el protagonismo (la soberanía) sí deberá ser del pueblo, de los pueblos. Una oposición que me permitiré entender antirégimen (bipartidismo, oligarquía, etc.) porque aparece como una coincidencia en los reclamos. Prometen rodear pacíficamente el Congreso y permanecer hasta que sus reclamos sean atendidos, sin límite de tiempo. Será la primera vez que el pueblo, los pueblos de España, enfrenten al poder posfranquista que rige las condiciones desde 1978. Sin líderes.

Mientras, el Régimen, sigue en su película, confiando en el poder de convicción de su guión mientras el barco se hunde y la realidad entra por todos los tajos. 

“Padre, deje usted de llorar / que nos han declarado la guerra” escribió, en catalán y en otro siglo, Joan Manuel Serrat. No sé si el 25S es ese llamado. Llegará la fin del mundo, también, para España, el crack evitable se ha hecho (lo han hecho —¿un 3%, los medios…, etc.?—) inevitable (y cercano, los deudores no perdonan). ¿Tronará el escarmiento el 25S? Este cronista, con pesar, se permite dudarlo. Pero tampoco quisiera evitar la espera del diario de mañana con el deseo de un merecidísimo relámpago que sacuda bien el rancho. 

 

 

* Alejandro Vidal, periodista. Vive en España desde 1989.