Economía

Mercado interno

“Argentina tiene la obligación de entender cómo producimos para nuestro propio consumo”

Así lo afirmó Enrique Martínez, el director del Instituto Para la Producción Popular en diálogo con La Raíz del Grito. El camino hacia las elecciones generales, una fuerte crítica a la política y la necesidad de pensar cómo consumen los argentinos y qué producen, fueron algunos de los temas abordados durante la charla.

En la actualidad, y en el estado de situación en el que se encuentra nuestro país, ningún modelo que no repiense la organización social del trabajo puede ser efectivo en términos políticos. No se puede esperar que el Estado o la inversión privada resuelva el problema del desempleo, por ejemplo.

Obstinado y profundamente convencido en continuar peregrinando la necesidad de que la productividad sea una meta social y que esto motorice la mejora en la calidad de vida comunitaria; Enrique Martínez no solo se queda en la caracterización de la etapa, sino que también cree que hay propuestas y senderos posibles para cambiar el escenario actual.

Te proponemos mirar La foto de los resultados de las PASO para comprender un poco la película y no quedarnos solo con el recorte de los resultados sino en lo que podemos pensar y analizar que hay allí. Se escucho lo que las urnas dijeron, pero después hay un sinfín de interpretaciones sobre eso que “dicen las urnas”. ¿Cómo lo estás viendo vos y cómo lo ven desde el Instituto desde la agenda que vienen trabajando?

Como tal vez buena parte de los oyentes no sepan, lo aclaramos un segundo, nosotros somos una Asociación Civil que constituyó gente con muchos años de trabajo en el Estado luego de retirarse de su función pública y con la vocación de trabajar solucionando problemas básicamente de generación de trabajo de base social. Llevamos 7 años en esta tarea después de varias décadas de trabajo en el sector público.

Lo que queda claro, me parece a mí, después de las elecciones es que hay un núcleo estable duro, consistente de población que rechaza el peronismo como sinónimo de gobierno popular. Es decir, más allá de las dificultades de los peronistas que podamos tener para identificarnos entre nosotros y saber quién es quién y las diferencias que aparecen y se acrecientan con el tiempo. Del otro lado, hay un sector de la población que viene hace muchas décadas rechazando la opción de gobierno popular. Eso es consistente, eso apareció en las elecciones. Esto, sin que tenga ningún tipo de consolidación ni propuesta más que estar en contra del gobierno popular.

El problema serio en las elecciones es que todo aquello que apoyó la elección del binomio Fernández se ha dividido en varias tendencias.

Hay desanimo, hay desconcierto, hay poco interés en la política en general y eso que hace realmente los resultados que están a la vista.

Hubo una proporción de pérdida de votos por izquierda, por ausentismo y por desinterés muy significativo que la verdad no sé si se puede recuperar o no, eso no es lo relevante en dos meses.

Lo grave es que, como bien se señala, cuando el problema está adentro del espacio que hegemoniza la política, se hace más difícil de resolverlo que cuando se plantea desde el conflicto opositor. Es mucho más fácil marcar los defectos del adversario que encontrar los errores propios y corregirlos.

Durante estos días, hubo un raid de anuncios económicos por parte del gobierno, luego del recambio de una parte del gabinete. Se habla de unos 150 mil millones adicionales que llegarían a la calle, pero pareciera que sobre esos anuncios también falta la construcción de un sentido político de lo que significa el momento en el que estamos, los desafíos y el cómo se puede aportar desde distintos lugares para salir de esta situación tan difícil.

A mí en particular me resulta muy difícil ponerme en el lugar de quienes no tienen para llegar a fin de mes, y los que no tienen para comer hasta fin de mes. Prefiero ser muy prudente en eso, pero advierto que esos compatriotas están ante la opción de bueno, por un lado, frente a un arsenal de expansión de subsidios y de gastos y de recursos y por otro, el desinterés por su vida que es lo que pone la derecha habitualmente, es posible que haya una inclinación a retornar a las urnas a favor de lo que llamamos el campo popular pero claramente eso no es síntoma de entusiasmo ni de compartir ilusiones; ni tampoco es garantía de continuidad de un proyecto porque hay que explicitar el proyecto y el proyecto no pasa solamente por compensar a los que no llegan a fin de mes con algún dinero para que mal lleguen a fin de mes. Pasa por generar toda una batería de trabajo de calidad que todavía está pendiente de definir desde que comenzamos esta etapa de gestión del campo popular.

 

Nos gustaría preguntarte sobre algunas expectativas o elementos que nos ayuden a pensar la agenda de mañana (por el martes 28) donde el nuevo ministro de Agricultura, Julián Domínguez, se reúne con la mesa de enlace a dialogar sobre medidas en torno a la exportación de carne. ¿Alguna valoración de lo que significó esto para atrás y qué expectativas de lo que pueda pasar o cómo va a repercutir?

No quiero ser sistemático en tirar pálidas a la audiencia, yo creo que el aumento de precios de la carne en la mesa de los argentinos ha tenido simplemente alguna participación del aumento sustancial de las exportaciones, pero esencialmente es fruto de una concentración creciente de toda la industria alimenticia que realmente tiene cada vez más decisiones en pocas manos, sobre los precios y los volúmenes de producción e insólitamente ha llegado a cosas que estábamos acostumbrados a que estuvieran absolutamente dispersas.

Ya hace años que se concentró el sector lácteo por ejemplo que no esperábamos que sucediera, ahora se ha concentrado también el tema de la carne.

Y la carne se dice que se frenó el aumento, sí claro se frenó el aumento porque era impagable, no porque haya aumento de consumo con menores precios, simplemente cayó el consumo violentamente.

Y este acuerdo sobre la posibilidad de exportar vaca conserva, me parece que va a distender políticamente el tema, pero no va a cambiar la naturaleza de la cuestión.

La pregunta es que cómo puede ser que casi 200 años en la Argentina nos insertamos mansamente en un esquema de abastecimiento de materias primas textiles y alimentos que definió el imperio inglés, donde como éramos abastecedores de una necesidad concreta del pueblo inglés, no había un conflicto en la exportación y los precios internos, solo que estábamos simplemente destinados a ser abastecedores de productos sin elaborar. Pero la carne y lo que exportábamos era barato para exportar, porque les interesaba a ellos comprar barato y era barato para nosotros.

En esos 200 años cambiaron muchas cosas y en particular después de la guerra de Malvinas, esa dependencia de exportaciones fuertes que había con Inglaterra, sobre todo las de carne, se rompió y además en el mundo aparecieron la especulación con los precios del trigo, de los granos oleaginosos, la monopolización de la producción de semillas a través de las semillas transgénicas, los productos herbicidas compatibles con esas semillas que armaban un paquete tecnológico.

Es decir, cambiaron tantas cosas que hoy Argentina tiene la obligación de sus gobernantes y de su comunidad de sentarse a entender cómo producimos para nuestro propio consumo, no cómo consumimos lo que sobra de exportar al precio que pagan los alemanes o ingleses sino cuál es el sistema nacional de abastecimiento de alimentos que Argentina debe tener, la verdad que no se puso sobre la mesa. La verdad que la derecha no lo discute ni lo piensa, pero nosotros tampoco lo hemos planteado.

Uno puede ver una noticia de que estamos exportando yerba a Siria y dice lamentablemente, esto va a repercutir en el precio no solamente de quienes consumimos yerba sino en los productores que seguramente va a ir hacia una mayor concentración y eso se reproduce en cada uno de los sectores…

Claro, es una locura. Eso que acabas de comentar va a suceder a pesar de que en Misiones hay centenares de pequeñas chacras abandonadas de producción de yerba porque la cadena de valor no les garantizó a los colonos dueños de 10 o 15 hectáreas que podían vivir de la yerba y se fueron a trabajar de otra cosa.

Ralamente, admitir que el mercado concentra, después aparecen oportunidades de exportación que los ganadores del mercado las utilizan y eso hace que subordinemos el mercado interno a los valores de exportación, es condenar la calidad de vida argentina a comer abajo de la mesa del mundo central. Y eso no lo merecemos.

En algún momento el valor de los commodities pudo haber servido de empujón para el desarrollo nacional, ¿esto fue así? ¿O es una interpretación reduccionista?

El único país que tiene dimensión comparable al nuestro en gigantismo de producción para exportación y con un mercado interno importante es Estados Unidos.

En Estados Unidos ninguna persona come más caro porque sea el principal exportador de alimentos del mundo y porque allí construyeron un sistema abastecedor del mercado interno y un sistema de exportación que son compatibles.

No comparemos, pero admitir la posibilidad de que los molinos harineros argentinos que no exportan que son la gran mayoría, siembren su propio trigo con ayuda del gobierno nacional subordinada esa ayuda a que abran sus cuentas y que vendan la harina con una cadena de beneficios razonables, no mirando cuál es el precio del trigo en Chicago, es enteramente posible.

Nosotros podemos tener campeones mundiales de exportaciones de pollos y una cadena de abastecimiento de pollos para el mercado interno, ambos independientes totalmente y ambos ganando una plata razonable. Las dos cosas son compatibles si se arma un sistema adecuado.

A nosotros nos interesa mucho pensar el rol y la incidencia de la política, de la militancia y vemos que una de las grandes dificultades es que la política misma muchas veces nos pone de espectadores. Sin embargo, hay experiencias que se salen de ese lugar con la sola decisión de ir hacia la iniciativa. El instituto que coordinas es una de esas iniciativas. ¿Cómo se inició esta experiencia?

Efectivamente, a nosotros que formamos el instituto se nos hizo cuesta arriba los primeros años porque la mayoría del grupo que constituyó la Asociación Civil tenía muchos años de trabajo en el Estado, no como grandes ejecutores. Toda una mezcla de funcionarios de cierto nivel técnico y otros con responsabilidades importantes en organismos como me tocó a mí en el INTI.

Efectivamente el razonamiento de un funcionario público que quiere ser un servidor público es bastante distinto de aquel que trabaja en el territorio queriendo hacer las mismas cosas, porque la primera situación que uno imagina es “bueno vamos a pensar cosas útiles, planteémosla a los funcionarios y seguramente que les interesará ser interlocutores y trabajemos en conjunto.”

Bueno, podría hacer una larga lista de entrevistas frustradas en esa dirección con papeles revoleados por todos lados no promocionando nuestro grupo sino, incluso tratando de instalar ideas para que el otro las ejecutara simplemente a partir de suponer que el destino de lo que estaba en marcha oficialmente no iba a ser exitoso, cosa que dolorosamente en michos casos eso se cumplió.

Hay una democracia delegativa instalada en el país que hace que suponemos que nuestra responsabilidad es ir a votar y una vez que votamos, el elegido tiene un programa muy claro o tiene una promesa de cumplir moralmente con nosotros, pero lo tenemos que dejar solo porque él se arregla.

Esa democracia delegativa se autoalimenta buscando los candidatos dentro de los propios elegidos que se autoperpetúan como grupo de conducción y en definitiva se va separando, a medida que pasa el tiempo, de una manera que es sorprendente.

Soy un hombre con muchos años encima y desde que empecé a trabajar en el Estado donde cada uno de los que cumplía el papel, así sea de técnico menor, sabia de qué estaba hablando. Es sorprendente advertir que los funcionarios políticos llegan a ejercer cargos porque se postularon y a partir de ese mecanismo de selección cada vez más escasa, más modesta, llegan a cargos que realmente no conocen y terminan dependiendo de personajes secundarios a los cuales les tienen recelos, desconfianza, no creen más que en los pequeños círculos de los que cotidianamente participaron con ellos de la política.

Yo soy muy crítico de muchos caminos elegidos y para dar un ejemplo, cuando se empezó a debatir, antes de que se aprobara la ley de góndolas, nosotros dijimos que no servía para nada, que iba a fracasar absolutamente, que era imposible imponerle a quien controlaba el comercio minorista que tenía que vender y como lo tenía que vender.

Bueno, se discutió la ley, se aprobó, se reglamentó, y fracasó porque se aplicó a un supermercado la misma lógica que se aplica en la política, donde se supone que el que fue elegido manda y entonces se manda dentro del espacio político y se cree que se le puede mandar la conducta a una empresa que es hegemónica en un sector. Bueno, esa traslación es absolutamente infantil e ingenua.

Uno de los proyectos que están trabajando es la plataforma digital de comercialización “Todos comen” ¿De qué se trata?

Le dimos vueltas a la idea de acercar productores pequeños, cooperativos, campesinos, los que no están en los hiper y que son muchísimos, que justamente creemos que son parte de los actores que están faltando para corregir sustancialmente la estructura de producción y distribución de alimentos, acerarlos a los consumidores.

Intentamos varios caminos hasta hace prácticamente un año que pusimos en marcha un portal de comercio electrónico donde vendemos productos de casi 50 proveedores de 12 provincias distintas, contratando un grupo profesional de distribución de paquetería que entrega en todo el país, salvo Tierra del Fuego por las dificultades aduaneras, pero en todo el país desde nuestro centro distribución en el mercado central, adaptando la forma en que se carga el costo de envío de manera tal de absorber nosotros buena parte del costo de envío y que el producto llegue a un precio uniforme en cualquier punto del país: un jujeño paga lo mismo que un porteño por un kilo de yerba, y eso tenemos el orgullo de decir que es la única organización que ha pensado eso en términos de servicios, lo cual significa no pensarlo en términos de negocio y reordenar los márgenes.

Eso tiene mucha perspectiva. En la Patagonia se han organizado grupos de consumidores donde el costo del flete pesa mucho y agrupan sus pedidos, hacen pedidos grandes y después los distribuyen ellos.

Estamos trabajando con organizaciones sociales que con mucha modestia y dificultad incluso con jardines maternales cooperativos que compran a través nuestro. Acabamos de hacer el primer acuerdo con comedores escolares de Gualeguaychú que nos han pedido agrupar compras en función de la presencialidad que se viene.

Es un canal que, obviamente, usado como negocio te sale un mercado libre, pero usado como un servicio, te sale la posibilidad de hacer infinitas cosas. Es un canal al que hay que llenarlo con servicios.

Estamos con la dificultad que casi es heredada de lo que comentamos antes, de la pregunta anterior. El mundo de la política todavía no entiende realmente la necesidad de tener gestión eficaz y transformadora en estas cosas. A veces aparece un camión, distribuye alimentos y con eso se cree que se cumple una función cuando en realidad la gente come todos los días. Y eso implica modificar esquemas, eliminar esquemas absolutamente perversos e ineficientes que nosotros estamos todos los días a pensar cómo mejorar.

Recién empezamos ojalá pueda vivir muchos años y con mi grupo de gente profundizar esto porque va para largo la posibilidad que tenemos de aportar desde esta mirada.