Hoy estamos hablando del intento de magnicidio de la dirigente popular más importante con que cuenta el Pueblo para defender sus derechos.
Los analistas hablan del odio como componente de la psiquis de un individuo que, sobrepasando a la muchedumbre que apoyaba, intentó un magnicidio contra esa dirigenta.
Que no nos hagan creer que es un loquito suelto que sufre la “Aversión o repugnancia violenta a lo que provoca su rechazo”. No lo es, es el resultante de la prédica odiadora que repta desde el fondo de la Historia.
Esa máquina odiadora subsiste desde la mejor década popular. Participó en la destrucción de la imagen de un líder, y su esposa, estigmatizándolos, gozando la muerte de una compañera, vivando el cáncer, y luego proscribirlo, junto a toda simbología que lo representara.
Previamente había mostrado su lado siniestro, bombardeando una plaza inerme en el intento de asesinarlo.
Tras 18 años de exilio, el amor y la lealtad del Pueblo hacia su líder, obligó a levantar el cautiverio, y el Pueblo lo transformó nuevamente en gobierno.
La sangrienta casta golpista retomó sus ínfulas patrióticas, y atacó con zaña a la sangre joven de un movimiento nacional y popular, matando o desapareciendo a una generación entera.
Mientras tanto, una de las variantes del dispositivo odiador, se hace llamar cuarto poder, logró incrementar los “fierros” en las mesas de picana, y monopolizó la materia prima de la prensa escrita, hasta quedar como único proveedor. Destruyó la independencia editorial, y cooptó “gerentes políticos” aplicando la picana de los “carpetazos”.
Mientras tanto, una de las variantes del dispositivo odiador, se hace llamar cuarto poder, logró incrementar los “fierros” en las mesas de picana, y monopolizó la materia prima de la prensa escrita, hasta quedar como único proveedor. Destruyó la independencia editorial, y cooptó “gerentes políticos” aplicando la picana de los “carpetazos”.
Hasta sesgó la visión de una cruel guerra (murieron jóvenes) ideada por los “armados” para subsistir eternamente en el poder.
Con el advenimiento democrático, aprovechando la oquedad política, agregó a sus “gerentes políticos”, algunos “partidarios judiciales” y durante 20 años, sembró la semilla del odio, operando a través de la trasvestida derecha en feroz neoliberalismo, más cruel y destructivo.
A principios del siglo XXI, con la llegada de nuevos aires del sur, aprovechando la escasez del volumen político de Néstor, logra la poderosa prensa acrecentar su poder, con una fusión que le concedió casi la totalidad de las Telecomunicaciones.
Ya con más apoyo popular, y con una joven militancia que le brindó más peso específico, se comenzó a retomar derechos para pobres, e iniciar un período de más de una década de reorganización de la vida de muchísimos argentinos.
En ese momento, el dueño del clarinete, y líder de la “libertad de prensa” se da cuenta que el pensado “títere” en el poder estaba asumiendo ideas populares y comienza a estigmatizarlo, junto con todos los que tendían a lo nacional y popular.
Comienzan diez años de derechos y medidas para nuestra industria, con generación de empleos y recupero de la robada previsión social en manos del mismo y sus cómplices, pero continúa la guerra periodística/judicial.
Logra; a través de la odiada información, la cosecha de aquellas semillas de odio, y la ayudita de algunos de los nuestros; el retorno al poder de un “ilustrado neoliberalismo”.
Delega en sus “gerentes políticos” la subordinación eterna a sus socios foráneos por la deuda eterna, que fuera aplicada a la reelección de esos “gerentes”.
Tras cuatro años, aplicando el dicho del General “no es que seamos buenos, ellos son muy malos”, se logra torcer la voluntad neoliberal, como la de sus subsidiarios políticos, judiciales y empresariales, y el Pueblo busca en promesas, nueva gestión.
Y acá llegamos, tras casi tres años de esa Esperanza, estamos peor que antes, con una deuda “legalizada en el Congreso” que nos mantiene subordinados a las políticas de los buitres del Fondo.
Seguimos observando liviandad política, como el discurso de repudio al frustrado magnicidio de la Vicepresidenta, efectuado por el número uno de la coalición.
Que no nos engañen, no es un “loquito suelto”, es odio inculcado por décadas a una población despolitizada, que contiene en su seno a muchos loquitos odiadores.