Economía

Cambiar algo para que nada cambie mientras se profundiza el modelo colonial

El gobierno del Frente de Todos ratifica el rumbo económico de un modelo con beneficios para pocos. En este análisis político y económico, Rodolfo Treber, pone la mirada sobre los factores que condicionan el desarrollo autónomo de la Argentina.

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La asunción de Silvina Batakis como flamante ministra de economía, de perfil e historia política claramente distinta a su antecesor, Martín Guzmán, pretendió transmitir un mensaje de cambio de rumbo y renovar las esperanzas que una gran parte del pueblo había depositado en el gobierno del Frente de Todos allá por el 2015. Por lo menos, así lo demostró la cobertura de los medios oficialistas y las expresiones vertidas por los dirigentes del frente electoral.

Sin embargo, a pocas horas de asumir, esa intención se derrumbó al chocar de frente con la realidad que le impone el gobierno de Fernández y su subordinación al pacto con el Fondo Monetario Internacional y, por lo tanto, con los Estados Unidos.

En sus primeras palabras, Silvina Batakis marcó con claridad el encuadramiento político donde se desempeñará su gestión económica resumiéndolo en tres puntos principales: – “Transitar el sendero hacia el equilibrio fiscal” (Continuar con el ajuste fiscal) – “Acrecentar las exportaciones como método predilecto para conseguir divisas” (Profundizar el esquema extractivista). – “Cumplir con lo acordado con el FMI” (Mantener el esquema de cogobierno a través de metas fiscales trimestrales para que el FMI sea el único beneficiado del incremento en el ingreso de divisas).

Minutos más tarde, y sin ponerse colorada, comenzó a enumerar una cadena de intenciones totalmente contradictorias con el marco planteado anteriormente. Una serie de objetivos políticos totalmente incompatibles como: aumentar el poder adquisitivo del salario mientras se lleva a cabo un brutal ajuste fiscal, o acrecentar la producción, y el empleo, al mismo tiempo que se admite que se elevarán las tasas de interés, lo que hará aún más inaccesible el ya inexistente crédito a la producción.

Estas acciones del gobierno, sumadas al impulso del debate compulsivo sobre el salario básico universal (que debate un monto mínimo, efímero en un contexto inflacionario, sin proponer ninguna solución de fondo ni cambio estructural), demuestran la nula voluntad política del gobierno nacional de enfrentar el conflicto sobre el modelo económico y la dependencia a los esquemas productivos impuestos desde el extranjero. Por el contrario, lo único que manifiesta claramente el quehacer del Frente de Todos, en su totalidad, por acción o inacción, es la intención de continuar la profundización del actual modelo colonial, instalado a sangre y fuego por la dictadura cívico militar del 76.

Un poco de historia para saber de dónde venimos y, así, comprender dónde estamos y hacia dónde vamos

En plena crisis económica de posguerra, allá por 1946, el gobierno de Juan Domingo Perón proyectó un plan de reconversión de la matriz productiva con el objetivo de no depender de factores que generen dependencia a la economía nacional.

El mismo, consistía principalmente en: Crecimiento cualitativo de las exportaciones para la adquisición de grandes bienes de capital con la finalidad de sustituir importaciones – Planificación de grandes obras de infraestructura y logística – Protección y desarrollo de un fuerte mercado interno.

Lejos de creer en la posibilidad de que ese proyecto se ejecute a partir de inversiones privadas, extranjeras, o acuerdos multilaterales, el gobierno peronista planificó la economía utilizando al Estado como medio de promoción y regulación desde el control de los sectores estratégicos. Como pilares fundamentales, en ese sentido, se nacionalizan el Banco Central y el comercio exterior, con el objetivo de administrar los recursos financieros y tomar el control de la compra venta internacional. Además, se crean empresas del Estado en aquellas, indispensables, áreas industriales aun no desarrolladas*.

El modelo argentino de producción sentó bases sólidas a partir de una economía mixta, con la conducción del Estado en los sectores estratégicos que cumplía la función de garantizar un mercado interno protegido, y en permanente expansión, para el desarrollo del capital privado. De esta manera, permaneció de pie durante tres décadas, con oscilaciones producto de múltiples intentos de destruirlo, hasta que finalmente en 1976, mediante la dictadura más sangrienta de nuestra historia, se implementó la economía de mercado capitalista en su reemplazo.

Desde ese momento, nuestra Patria sufrió una profunda transformación de su matriz económica y productiva con el objetivo de reinstalar el modelo colonial, a partir de la incorporación al mercado global como exportador de materias primas, energías y alimentos, e importador de manufacturas industriales.

Tanto las grandes, medianas, como pequeñas empresas nacionales, inmersas en la libre competencia, se vieron paulatinamente debilitadas hasta su mayoritaria desaparición. Al mismo tiempo, producto del enfoque netamente agro exportador, se inició un proceso de encarecimiento de los precios internos con el objetivo de aumentar los saldos exportables. El combo, decadencia industrial + incremento de precios, demolió el mercado interno argentino y, con él, a millones de puestos de trabajo formales.

En los últimos siete años de la política argentina, y luego de un proceso de puja entre el interés nacional y los sectores alineados al poder extranjero, volvemos a ver políticas de Estado que buscan consolidar el modelo colonial, opuesto al desarrollo económico local.

El exorbitante monto de deuda externa tomada por el Mauricio Macri, con su posterior validación a manos de Alberto Fernández, el plan plurianual de fomento a las exportaciones, el ingreso de inversión extranjera directa (IED) para la explotación de recursos naturales y el aumento de los pasivos monetarios remunerados del BCRA (leliqs y notaliqs), son claras muestras de que el gobierno nacional optó por la continuidad y profundización de un modelo de economía primarizada, exportadora y rentística.

En algunos puntos trataremos de explicar por qué este modelo no sirve al interés nacional ni al objetivo de justicia social:

  • Las inversiones extranjeras ingresan con un marco legal desregulado (vigente desde 1976 y perfeccionado en los 90) que permite a las transnacionales girar ganancias de lo producido a sus casas matrices (fuga de capitales, pero legal). En consecuencia, la IED genera un ingreso inmediato de divisas, pero un quebranto económico exponencialmente mayor en el mediano y largo plazo.
  • Hacer énfasis en el aumento de las exportaciones, con un comercio exterior desregulado, promueve una creciente desocupación ya que las inversiones productivas se orientan netamente a esas actividades, que se caracterizan por no brindar cantidades significativas de empleos, “capital intensivo” (agronegocio y explotación de recursos naturales), generando desinversión en el sector industrial, “mano de obra intensiva”. Al mismo tiempo, porque en la mayoría de los acuerdos comerciales, de venta de energía o materias primas al extranjero, se incluye una obligación de compra de algún producto manufacturado (importación para la Argentina) con el fin de sostener un equilibrio comercial en divisas.
  • En consecuencia, el modelo exportador de materias primas concluye en desindustrialización y dependencia creciente de productos importados y, por lo tanto, de moneda extranjera. Más materia prima vendemos, más productos elaborados importamos. En los últimos 32 años, las exportaciones argentinas en dólares aumentaron 800% en dólares sin beneficio alguno para el pueblo.
  • Anualmente, compramos 30 millones de toneladas de productos manufacturados equivalentes, aproximadamente, a 6 millones de empleos. El resultado es que compramos desocupación y dependencia a una moneda que no emitimos ni controlamos.
  • Este modelo requiere de una explotación creciente de recursos naturales, lo cual genera una atroz contaminación y destrucción de ecosistemas completos (semillas transgénicas, megaminería, explotación sísmica, fracking).
  • La enorme cantidad de dinero congelado en instrumentos financieros (5,4 billones de pesos en leliqs y notaliqs del BCRA), cobrando intereses sin ningún contacto con la producción, explica la orientación netamente especulativa de la economía argentina que, así, mantiene escuálido a su mercado interno y destruye a comercios, pequeñas y medianas empresas.

Por todo lo expuesto es que, más allá de los temas mediáticos y superficiales que se exponen en los medios masivos de comunicación, lo fundamental es que no nos dejemos engañar y volvamos luchar por el modelo político económico que queremos para nuestra Patria.

Necesitamos volver a la Argentina del trabajo y reconocer que la única grieta de nuestra historia es, fue y será: Patria industrial o colonia primarizada.

*- En 1948 se crea el Astillero Río Santiago para dar inicio a la industria naval en gran escala. – El 30 de noviembre de 1951, en Córdoba, se crea la Fábrica de Motores y Automotores y el 28 de marzo de 1952, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), con la función de desarrollar las industrias aeronáutica y automotriz. – Implementación del plan siderúrgico nacional. Constitución de la empresa SOMISA con la finalidad de producir acero en el país. – Desde Fabricaciones Militares se impulsó la industria química pesada, creando las plantas químicas de Río Tercero, José de la Quintana y Tucumán. – Creación de la Empresa Gas del Estado. – Creación de CNEA en 1950 (Comisión Nacional de Energía Atómica).

Rodolfo Treber es analista económico, trabajador del B.C.R.A. Militante por la liberación nacional.