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Colombia elige al presidente que definirá la suerte del proceso de paz

Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga definirán en las elecciones de este domingo no sólo quién será el próximo presidente, sino también la continuidad o el estancamiento de los diálogos de paz con las FARC y el ELN, para lo que tendrán que convocar a las urnas a algo más del exiguo 40 por ciento del padrón que participó de la primera vuelta el 25 de mayo.

El centroderechista Santos, que sacó un 25 por ciento de los votos en la primera vuelta, llega a esta instancia con respaldos de izquierda, al menos parciales, en el caso del Polo Democrático y la Marcha Patriótica, alentados por el impulso que su reelección daría a los diálogos de paz con las FARC, iniciadas a fines de 2012, y el ELN, anunciadas estratégicamente el último lunes. Una de las que hizo punta desde este sector fue la excandidata del Polo Democrático, Clara López, quien reunió el 15 por ciento en la primera vuelta. Por la misma razón también se alinearon detrás de la candidatura del presidente un abanico de dirigentes del Partido de Liberal, ex M-19, personalidades de la cultura, hasta la excandidata Ingrid Betancourt, quien estuvo seis años secuestradas por las FARC, entre otros. Zuluaga, que sacó un 29 por ciento en los comicios del 25 de mayo, sumó el respaldo de su competidora del Partido Conservador en esos comicios, Marta Ramírez, que luego de obtener un 15 por ciento de los sufragios pasó, a título personal, a trabajar en la campaña del uribista. El quinto candidato en la primera vuelta, Enrique Peñaloza, que reunió algo menos del 8 por ciento de los sufragios, no se pronunció a título personal, pero se estima que los votantes de la Alianza Verde se desperdigarán entre ambas opciones, con alguna preferencia por Santos. El caso es que estos porcentuales son relativos, no sólo porque los trasvasamientos de votos no son lineales y menos en un país donde el sufragio no es obligatorio, sino porque con un abstencionismo de más del 60 por ciento esos guarismos se reducen notablemente. El 29 por ciento de Zuluaga, por ejemplo, significan apenas el 9,56 por ciento del padrón de 32.975.158 ciudadanos habilitados para participar del comicio. Y en el caso de Santos ese porcentual se reduce al 8,24 por ciento. Si los que se abstuvieron en este comicio se hubieran sumado al 6 por ciento de los que votaron en blanco la elección de mañana no se hubiera hecho, ya que la Constitución de 1991 establece que si el voto en blanco es la opción más votada hay que convocar a nuevas elecciones con otros candidatos. Afortunadamente para Santos y Zuluaga eso no corre para la segunda vuelta. De todos modos, el politólogo Jorge Bustamente dijo a Télam que se prevé que en esta segunda vuelta el abstencionismo volverá a sus niveles históricos del 50 por ciento del padrón, porque se trata de una definición. Ahora, las razones de que haya crecido el abstencionismo en una elección trascendental para la paz son otras. «El electorado no fue a votar porque las encuestas dieron que el problema de la paz está en el puesto 6 ó 7 de sus preocupaciones. A nivel urbano el tema de la paz no afecta mucho a la gente, porque las guerrillas son un fenómeno rural». «La polarización se dio en torno a la paz y no se habló de infraestructura, de educación, de salud, a pesar de que las encuestas indicaban que esos eran los temas que interesaban más a la gente», agregó Bustamente días atrás, en diálogo con Télam. Sin embargo, el eje de ambas campañas siguió pasando por las negociaciones de paz con las guerrillas más añejas del continente, luego de 50 años ininterrumpidos de conflicto interno. El dueño del discurso por la paz es Santos, que ha repetido hasta la saciedad que su propuesta para un nuevo mandato apunta a pacificar el país y, para ello, recuerda las negociaciones que adelanta en Cuba con el grupo guerrillero FARC desde noviembre de 2012 en La Habana. A ese argumento sumó esta semana el anuncio de la apertura de una mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla del país, que fue negociada secretamente en Ecuador pero que todavía no se sabe en qué país se concetrarán. Las ofertas explícitas son Uruguay y el mismo Ecuador. En el otro extremo de la balanza está el candidato derechista, Oscar Iván Zuluaga, quien a pesar de no niega su interés por pacificar al país, plantea una revisión de lo negociados hasta el momento y la imposición de nuevas condiciones que, según dijo a Télam el experto en el proceso de paz colombiano Iván Marulanda, «harían caer el proceso de paz». 

Fuente: Telam