Entrevistas

Diciembre, siempre diciembre

20 años del argentinazo. El epílogo de una larga noche neoliberal que dejó un pueblo sufriente, pero con dignidad suficiente para dar vuelta la historia. La crónica de un tiempo que sigue dejando lecciones que exigen una reflexión mas profunda. La silenciosa existencia de los que sufren al FMI y el motor invisible de la historia.

fuerafmi

Luz de nacimiento
sea tu dolor
que la noche es larga y
como quema el sol!

(Dientes de cordero – Los Piojos)

Apenas habían transcurrido dos meses desde que el nuevo gobierno se instalaba en la Casa Rosada. Era un caluroso enero en Buenos Aires. Las autoridades se sentaron frente a la prensa reunida para la ocasión y anunciaron un acuerdo con el FMI. “Luego de varias semanas de tensas negociaciones, arduas, trabajosas y difíciles” sostuvo el entonces vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, quien agregó: «El acuerdo es una muestra de la solidez del programa económico de la Argentina, sin que esto signifique ninguna condicionalidad por parte del FMI».

El anuncio fue sincronizado, “Quiero que el anuncio lo hagas vos en Buenos Aires», le dijo Fernando de la Rúa a Carlos «Chacho» Álvarez, según relatara en la época el periodista acreditado Claudio Zlotnik para Página12. El monto del acuerdo fue anunciado por el Ministro de Economía, José Luis Machinea desde Davos, allí donde mantenía reuniones con los enviados del FMI.

A dos meses de asumido el gobierno, el FMI tantas veces repudiado en nuestro país, volvía a ser presentado ante la sociedad como si la dirigencia política fingiera demencia.

El acuerdo nacía envuelto en mentiras. El anuncio en manos de Chacho Álvarez, encomendado por Fernando De la Rúa, tenía como objetivo mostrar al FMI el siempre reclamado gesto de “apoyo político y social”. Pero lo cierto es que apenas reunía el consenso de una clase dirigente que transitaba una incipiente crisis de representatividad política que haría volar por los aires al gobierno dos años después.

La otra mentira que apañaba el acuerdo de la UCR y su alianza con el FrePaSo, era que la negociación con el FMI no importaba “ninguna condicionalidad” por parte del organismo.

Siempre se tiende a sospechar que la argumentación de “falta de condicionamiento” es una mascarada propia de los dirigentes políticos locales de los países donde interviene el FMI. Es lógico pensar de esa manera, en la medida que no existe ningún país del mundo en el que una intervención material del organismo no haya depredado su economía de manera catastrófica.

Sin embargo, la vocería de una presunta “falta de condicionalidades” es un reclamo del propio FMI. Es lo que le permite al organismo sostener que los desastres económicos que sobrevienen a su intervención, son un producto del mal manejo de la economía doméstica por parte de las autoridades políticas.

La crisis del ciclo neoliberal del 2001 es una muestra cabal de esa actitud del FMI. El organismo no sólo le reclamó a De La Rúa reformas estructurales (laboral, impositiva, previsional) si no que condicionaba para que el país se mantuviera en la convertibilidad.

Luz de nacimiento
sea tu dolor
que la noche es larga y
como quema el sol!

(Dientes de cordero – Los Piojos)

Apenas habían transcurrido dos meses desde que el nuevo gobierno se instalaba en la Casa Rosada. Era un caluroso enero en Buenos Aires. Las autoridades se sentaron frente a la prensa reunida para la ocasión y anunciaron un acuerdo con el FMI. “Luego de varias semanas de tensas negociaciones, arduas, trabajosas y difíciles” sostuvo el entonces vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, quien agregó: «El acuerdo es una muestra de la solidez del programa económico de la Argentina, sin que esto signifique ninguna condicionalidad por parte del FMI».

El anuncio fue sincronizado, “Quiero que el anuncio lo hagas vos en Buenos Aires», le dijo Fernando de la Rúa a Carlos «Chacho» Álvarez, según relatara en la época el periodista acreditado Claudio Zlotnik para Página12. El monto del acuerdo fue anunciado por el Ministro de Economía, José Luis Machinea desde Davos, allí donde mantenía reuniones con los enviados del FMI.

A dos meses de asumido el gobierno, el FMI tantas veces repudiado en nuestro país, volvía a ser presentado ante la sociedad como si la dirigencia política fingiera demencia.

El acuerdo nacía envuelto en mentiras. El anuncio en manos de Chacho Álvarez, encomendado por Fernando De la Rúa, tenía como objetivo mostrar al FMI el siempre reclamado gesto de “apoyo político y social”. Pero lo cierto es que apenas reunía el consenso de una clase dirigente que transitaba una incipiente crisis de representatividad política que haría volar por los aires al gobierno dos años después.

La otra mentira que apañaba el acuerdo de la UCR y su alianza con el FrePaSo, era que la negociación con el FMI no importaba “ninguna condicionalidad” por parte del organismo.

Siempre se tiende a sospechar que la argumentación de “falta de condicionamiento” es una mascarada propia de los dirigentes políticos locales de los países donde interviene el FMI. Es lógico pensar de esa manera, en la medida que no existe ningún país del mundo en el que una intervención material del organismo no haya depredado su economía de manera catastrófica.

Sin embargo, la vocería de una presunta “falta de condicionalidades” es un reclamo del propio FMI. Es lo que le permite al organismo sostener que los desastres económicos que sobrevienen a su intervención, son un producto del mal manejo de la economía doméstica por parte de las autoridades políticas.

La crisis del ciclo neoliberal del 2001 es una muestra cabal de esa actitud del FMI. El organismo no sólo le reclamó a De La Rúa reformas estructurales (laboral, impositiva, previsional) si no que condicionaba para que el país se mantuviera en la convertibilidad.

El economista Pablo Nermiña explica que el apoyo del FMI a la convertibilidad se explica porque “un cambio iba en contra de los intereses de los acreedores externos, las concesionarias de servicios públicos privatizados (en su mayoría europeas) y los bancos privados (muchos de los cuales eran europeos y estadounidenses)”.

El posterior megacanje de deuda en dólares permitió transferir pasivos en dólares de esas empresas hacia el Estado, y dejar preparado sus balances para el salto cambiario que reclamaba la economía. Al FMI, dejó de interesarle el sostén de la convertibilidad dado que las empresas que protegía, iban a incrementar su rentabilidad con la devaluación.

Desde ese momento, el FMI comenzó a construir culpas contra la Argentina por la convertibilidad. “Nadie, en la Argentina, quería devaluar. N-A-D-I-E. Eso no podíamos cambiarlo desde el FMI, donde también teníamos nuestras dudas. La opción de la devaluación no existía. Las alternativas eran: otorgar el blindaje o dejar que estallara la Argentina. Optamos por la primera.” Decía un burócrata del FMI, justificando su intervención, pero no el estallido económico del país.

Se están por cumplir 20 años de aquel diciembre de 2001 en el que el Pueblo dijera basta de noeliberalismo. La gente que no conformaba el apoyo político y social que el gobierno pretendía mostrarle al FMI, dejó de ser invisible y explotó en aquel argentinazo de dignidad, colofón de una década de lucha contra la instauración de un perverso ciclo de saqueo económico y condena social a la mayoría.

Quizás no es recuerdo la anécdota que sobrevuela la dolorosa experiencia del acuerdo con el FMI alcanzado por De La Rúa y Chacho Álvarez en aquel año 2000. Quizás cumpla la necesidad de una advertencia que golpee sobre nuestra memoria.

Se acerca el inexorable anuncio de un nuevo acuerdo con el FMI. El gobierno, elegido por una enorme mayoría que en el año 2019 rechazaba masivamente el acuerdo de Mauricio Macri con el organismo, pretende mostrar un amplio consenso en el seno de la fuerza política que representa que, cuanto menos, es una maniobra impostada de venta marketinera al FMI.

Y si hay una forma, todavía, de pretender impostar el acuerdo como un acto de dignidad, es sobre la edificación de una descomunal mentira que busca reafirmar que el acuerdo no conlleva ninguna condicionalidad, como si las pretensiones que contienen la ley de hidrocarburos, la ley de promoción del consejo agroindustrial o las ingentes sumas de dinero transferidas al poder económico financiero por Leliq o pases pasivos, como si la no alteración de un comercio exterior extranjerizado y concentrado en pocas manos, fuera una postal del devenir cotidiano de una economía normal, y no el producto de un brutal condicionamiento extranjero sobre nuestra soberanía.

No existe futuro alguno tras el acuerdo con el FMI que involucre un horizonte de bienestar popular.

¿Que la Argentina va a crecer? Pero sí, claro. Como vino creciendo estos dos años, al mismo ritmo en que se acelera la pobreza. Como también crecieron exponencialmente las exportaciones en la Argentina durante todo el año 2001, justo cuando la mayoría de la población la pasaba para la mierda y explotaba un perverso modelo de crecimiento para pocos y miseria para todos.

Porque en plena crisis de 2001, para el lector desprevenido, las exportaciones argentinas se multiplicaron por seis.

“En 2001 Argentina registró un superávit en su Balanza comercial de 6.948,4 millones de euros, un 2,14% de su PIB, superior al superávit alcanzado en 2000, de 1.285,2 millones de euros 1.187 millones de dólares, el 0,37% del PIB. La variación de la Balanza comercial se ha debido a un incremento de las exportaciones de Argentina acompañado de una disminución de las importaciones” decía el informe de época del Banco Mundial.

Argentina iba bien, pero iba bien para los de siempre.

De hecho, el crecimiento de las exportaciones que verificara la Argentina, tuvo lugar como consecuencia del blindaje acordado con el FMI en diciembre del año 2000, el cual se materializara con Chacho Álvarez ya fuera del gobierno, y fue anunciado por Fernando De la Rúa en un recordado spot.

“He anunciado un blindaje internacional que nos saca del riesgo y crea una plataforma extraordinaria para el crecimiento. Llega después de un año difícil. Difícil para ustedes, que están soportando la crisis prolongada que lleva casi cuatro años castigándonos. Pero, en definitiva, terminamos este año con un gran éxito” sostenía de la Rúa en el spot.

El anuncio era presentado por el entonces presidente radical como un beneficio para “todo el pueblo”, “porque a partir de esta extraordinaria operación económica podremos crecer espectacularmente y comenzar a generar los empleos que necesitamos” sostenía.

De la Rúa aseguraba, como habitualmente sucede en éste tipo de acuerdos, que el blindaje despejaba “cualquier amenaza o duda sobre el futuro de la Argentina”.

“Ahora nos toca crecer mucho, trabajar mucho y hablar menos. Yo no tomo medidas que sean pan para hoy y hambre para mañana”, decía. El spot presidencial cerraba con una frase que terminó en epitafio de un tiempo político: “El 2001 será un gran año para todos. ¡Qué lindo es dar buenas noticias!”

Gracias a la generosidad de ésta Patria y a su pueblo sufriente de un largo dolor social, la única buena noticia se escribió con sangre de compatriotas que cerraron el neoliberalismo a fuerza de lucha y dignidad.

Demasiada sangre, para que desemboque en un océano de olvido.