Opinión

El “Pactismo” como continuidad de la injusticia

Con diferencias coyunturales y geográficas, el profesor David Acuña describe una serie de pactos de gobernabilidad en materia política y económica con los poderes fácticos, que solamente acrecentaron situaciones de injusticia, echaron por tierra la soberanía y abonaron a la conflictividad social.

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España

Bajo el gobierno dictatorial de Francisco Franco se promulgó el Decreto-Ley de Ordenación Económica (1959) por el cual España encaraba una serie de reformas económicas de corte liberal. En el orden interno implicaron la congelación de los salarios, una política monetaria restrictiva y un acotado presupuesto público (ajuste). Mientras que, en el frente externo, se llevó adelante un nuevo tipo de cambio para la peseta, liberalización de las importaciones de bienes y de las inversiones extranjeras. Estas medidas se completaban con una amnistía fiscal y monetaria a los capitales que se repatriasen (blanqueo). En cuanto al nuevo tipo de cambio de la peseta, éste se estableció oficialmente ante el FMI significando una depreciación considerable de la divisa frente al dólar (devaluación). El saldo del franquismo a la muerte de su líder en 1975 fue una economía concentrada, extranjerizada en buena parte y pronta a encaminarse a una recesión del empleo (desocupación). Amén de cientos de miles de muertos, desaparecidos, presos y exiliados por cuestiones políticas.

Si bien la restauración de la institucionalidad democrática implicará mayores libertades civiles y empezar a recorrer un cuestionamiento a los crímenes del franquismo, esto no fue acompañado por un repudio o un revisionismo del régimen en materia económica. Por el contrario, la mayoría de la clase política de izquierda a derecha acordó su continuidad. Estaban en marcha los Pactos de la Moncloa y un país listo para “integrarse al mundo”: España se incorpora a la OTAN en 1982 y a la Unión Europea de 1986.

 

Venezuela

A la caída del gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, los partidos Acción Democrática, Comité de Organización Política Electoral Independiente (socialcristianismo) y Unión Republicana Democrática, firman el Pacto de Punto Fijo donde se acuerda valorizar en el país la institucionalidad democrática como forma de dirimir la puja de intereses políticos. Si bien a los dos años, COPEI se retira del mismo, las bases del acuerdo cimentaron la política y la economía venezolana durante los cuarenta años posteriores a su firma.

Expresado, así como tal, el Pacto hasta parece algo benéfico, o por lo menos inocuo. Sin embargo, lo que terminó garantizando es la alternancia en el control sobre la renta petrolera venezolana por parte de los sectores dominantes. El modelo petrolero-exportador implicó la alianza de la alta burguesía venezolana, que se beneficia vía corrupción de la renta, con los grupos económicos norteamericanos que demandaban los hidrocarburos sin procesamiento y un alineamiento político proyanqui.

Tal modelo de (no) desarrollo nacional sumiría a Venezuela en las décadas de los ’80 y ’90 en un proceso de creciente crisis social, descrédito de las representaciones políticas, aumento de la pobreza estructural y violencia.

Chile

La dictadura de Augusto Pinochet no solo fue un régimen sanguinario y de opresión social, sino que implicó el debut para nuestra región sudamericana de las políticas neoliberales dictaminadas por el FMI, el Banco Mundial y la Casa Blanca.

En 1988 los partidos Demócrata Cristiano, Socialista, Radical Social Demócrata y el Partido por la Democracia, concitan la Concertación de Partidos por la Democracia sucediendo en el ejercicio del gobierno del Estado a Pinochet sin alterar sustancialmente el rumbo económico neoliberal previo.

El modelo económico chileno implicó un Estado mínimo, la concentración de la riqueza en pocas manos, la apertura económica casi sin restricciones al capital externo, la pauperización de las mayorías sociales y el alineamiento explícito a la política hemisférica norteamericana.

Aun hoy, con el gobierno moderado de Boric que apunta a llevar adelante algunas reformas sociales (sistema de pensión, salud y educación), la concentración de la renta nacional en los grupos económicos por medio de subsidios a los mismos sigue el alineamiento de su antecesor Piñera.

Y en cuento a lo que se refiere de cambios en la arquitectura institucional republicana, los resultados del último proceso constituyente hablan por sí de una continuidad con el pinochetismo en clave demócrata.

 

Brasil

Bajo el nombre de Café com leite paso a denominarse el acuerdo político entre las élites de São Paulo y Minas Gerais que se hacen cargo de la dirección del Estado luego de tocar a su fin el Imperio del Brasil (1889). De esta manera, los viejos terratenientes agropecuarios (café, ganado, azúcar, caucho), consolidan junto a los sectores comerciales y financieros un modelo basado en la exportación de materias primas para el mercado externo.

El acuerdo de gobernabilidad entre São Paulo y Minas Gerais provocó en la práctica la subordinación de las demás regiones brasileras a su esfera de influencia (centro – periferia).

 

Argentina Toma I

El modelo económico agroexportador fue producto del triunfo de los sectores terratenientes pampeanos y del litoral, junto a otras élites provinciales y sectores comerciales unificados en una misma oligarquía nacional, luego de la derrota del federalismo en el siglo XIX.

La Ley Saenz Peña (1912) permitiría por un lado la asunción de Hipólito Yrigoyen a la presidencia de la República (1916), pero sin cuestionar el modelo de acumulación agroexportadora, al mismo tiempo que se logra cooptar en función del régimen conservador al sector antipersonalista de la UCR que terminará apoyando el golpe de Uriburu en 1930. La revancha conservadora posgolpe implicará un acuerdo político entre el Partido Demócrata Nacional, la UCR Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente, denominado Concordancia con el objetivo de alternarse en la dirección del Estado recurriendo al fraude electoral (Fraude Patriótico).

 

Argentina Toma II

Si el gobierno de Raúl Alfonsín (UCR) implicó la convalidación de lo actuado por la dictadura militar en términos de endeudamiento externo, el de Carlos Menem (PJ) haría lo propio en profundizar el modelo diseñado por José Alfredo Martínez de Hoz iniciando el ciclo neoliberal en la Argentina. Este continuismo UCR-PJ en materia económica con respecto a la dictadura tendría su correlato institucional en el Pacto de Olivos entre ambas fuerzas políticas en 1993.

El Pacto permitió la realización de la Convención Constituyente en Santa Fe (1994). La Nueva Constitución, junto a las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, los indultos, la convertibilidad, la apertura económica, la reforma laboral, el achicamiento del Estado y el alineamiento con el Consenso de Washington, fueron, entre otras varias cuestiones, la resultante real de dicho Pacto.

 

Los Pactos como continuidad de lo injusto

Los acuerdos mencionados, aun con diferencias coyunturales, son muestra que, en estos países tercermundistas, los pactos políticos han servido para revestir de ropajes democráticos situaciones políticas de injusticia y opresión iniciadas en momentos donde la voluntad popular esta maniatada o perimida totalmente.

En materia económica, procedieron a convalidar medidas a favor de los grupos económicos concentrados y en detrimento de la clase trabajadora.

En cuanto a política exterior, todos ellos vulneraron las soberanías nacionales en favor de los centros de poder económico anglosajones (Washington y Londres), que, además, siempre fueron los enemigos históricos a dichos estados nacionales.

Y, por otro lado, estos pactos, más temprano o tarde terminan abonando a la conflictividad social, el aumento de la desigualdad y cierran su ciclo con pobreza y represión sobre las masas sociales.

El Movimiento de los Indignados; la irrupción del Movimiento Peronista con el liderazgo de Juan Perón primero y Néstor Kirchner mucho después; como los movimientos políticos liderados por Hugo Chávez y Lula da Silva en sus respectivos países, son muestra que la ruptura de los pactos de gobernabilidad entre los poderes facticos de cada país puede realizarse a partir de la movilización de masas populares. Las situaciones de injusticia y el desdibujamiento de la soberanía nacional se solucionan con comunidad organizada tras un proyecto de liberación explícito.

El pactismo, parece ser el camino elegido por los sectores políticos que a priori no son reaccionarios, pero que por diferentes motivos se sientan a acordar el rumbo con aquellos que en la etapa anterior no dudaron en perseguirlos a ellos o a alguno de sus otrora aliados. Tal vez, el pactismo, sea propio de aquellos sectores que se presentan como el progresismo reformista que no tiene ningún problema con atenuar las consecuencias de la desigualdad, pero que se vuelve demasiado perezoso al momento de desmantelar las estructuras materiales que las generan.

 

¿Ante un Pacto de la Moncloa en la Argentina del 2023?

Si hay algo claro que tuvo Néstor Kirchner es que él había perdido en las elecciones legislativas contra Francisco De Narváez no por lo que había hecho, sino por lo que le había faltado aun encarar en materia de políticas de igualdad distributiva. Este entendimiento lo llevó a encarar junto a Cristina Fernández el proceso político más virtuoso en materia de justicia social y soberanía nacional desde la restauración democrática de 1983.

La derrota electoral de Cristina Fernández y Daniel Scioli en 2015 se explica desde los propios zapatos del FPV sin necesidad de recurrir a las acciones del macrismo como representante de los sectores económicos y políticos más reaccionarios de nuestra sociedad. No hace falta echarle la culpa al enemigo del pueblo, sino en preguntarse por qué este último no decidió acompañar la propuesta. Volver la mirada sobre lo que hizo en su momento Néstor Kirchner ante una derrota es una de las claves por donde pensar respuestas.

Durante el gobierno de Mauricio Macri, la Argentina retrocedió en materia de igualdad social, distribución del ingreso, integración sudamericana y política exterior independiente en formas contundentes. Las promesas realizas en campaña por el FdT no se cristalizaron en acciones de gobierno que pudieran sanear la herencia. A esta altura de los acontecimientos no hay persona en su sano juicio que niegue la profunda crisis social que atravesamos sin vistas de solución en el corto y mediano plazo.

Llegados a este punto, y con un peronismo que no parece haber entendido absolutamente nada de la autocrítica constructiva de Néstor Kirchner, parece encontrar al FdT más propenso a querer concertar un nuevo Pacto con la derecha y los poderes facticos, que convocar al conjunto del pueblo trabajador a una nueva épica liberadora.

La propia Cristina Fernández, quien se reuniera oportunamente con la generala estadounidense Laura Jane Richardson y el embajador del mismo país Marc Stanley, parece deslizar en más de un discurso la necesidad de lograr un “acuerdo mínimo en lo económico” con una oposición de la que aun esperamos que se expida en forma contundente contra el intento de magnicidio a la vicepresidenta. Si sumamos los amables gestos ante el país del norte con los ajustes económicos devenidos del acuerdo con el FMI y la implementación del Plan Argentina Productiva 2030 delineado en parte por la Ley de Fomento al Desarrollo Agroindustrial presentada por Cristina y Alberto hace ya un año, pareciera ser que tenemos dadas todas las condiciones en materia de austeridad interna, garantías económicas al capital concentrado y alineamiento exterior a los EEUU capaces de diseñar una agenda de ruta en la cual se lleven adelante medidas al margen de los resultados electorales del año que viene. Aparentemente, nos encontramos transitando por la confluencia de intereses que en lo estructural del largo plazo no difieren entre lo propuesto por el Frente de Todos y Juntos por el Cambio.

El menemismo fue la prueba palpable que, encaramándose sobre los símbolos populares del peronismo y la memoria del pueblo, se puede acceder al gobierno para hacer absolutamente todo lo contrario de lo que se prometió hacer. También es cierto, que a cualquier tipo de traición la historia pareciera otorgarles a los sujetos que la llevaron adelante algún momento de redención o cambio de rumbo. Ahora, sí, lo que no se tolera es que la búsqueda del peculio y el ascenso social por medio de la política se la quiera travestir con el posibilismo ideológico que apela a que otra cosa no se puede hacer y hay que tragarse sapos.

Claro que se puede hacer otra cosa. Se puede decidir “no pactar” y dar la pelea por la liberación nacional. Estamos a tiempo.