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La muerte por Covid-19 del docente Jorge Langone y un historial de violencias contra las y los trabajadores de la educación que solo podrán frenar con la transformación del proyecto político en la Ciudad

El PRO y la mortalidad docente: otra vez un asesinato de desidia planificada

Desidia (definición): Negligencia, falta de cuidado. El 22 de febrero, luego de meses de conflicto el Gobierno porteño a cargo de Horacio Rodríguez Larreta abrió las escuelas para el inicio de clases presenciales con un protocolo no consensuado con las comunidades educativas ni los gremios del sector. Solo en los primeros dos días de clase,... Leer más »

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Desidia (definición):
Negligencia, falta de cuidado.
El 22 de febrero, luego de meses de conflicto el Gobierno porteño a cargo de Horacio Rodríguez Larreta abrió las escuelas para el inicio de clases presenciales con un protocolo no consensuado con las comunidades educativas ni los gremios del sector. Solo en los primeros dos días de clase, la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), gremio mayoritario de las y los docentes de la jurisdicción, había relevado 38 contagios de Covid-19 en las escuelas que habían abierto. Ese primer día de regreso a las aulas, Jorge Langone concurrió a la escuela Nº13 DE 21, donde trabajaba como docente; esa tarde el educador se testeó y dio positivo de Covid-19; desde entonces su cuadro solo empeoró mientras la Ministra de Educación, Soledad Acuña, el Ministro de Salud, Fernán Quiroz y el Jefe de Gobierno porteño, festejaban la vuelta «exitosa» a las escuelas. Finalmente, casi a la par de que el Ministerio de Educación de la Ciudad amenazara con flexibilizar aún más los protocolos en establecimientos educativos, el 28 de marzo Jorge murió a causa de una infección por el Covid-19.
A más de un año del primer caso de Covid-19 en el país, la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo la capital nacional del virus y continúa boicoteando las medidas de cuidado. La incertidumbre reinante en escuelas, hospitales y dependencias públicas en general es el reflejo de una política de desidia planificada.
 
El PRO y un historial de violencia contra las y los docentes
El 10 de diciembre de 2007 el PRO asumió el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y desde entonces ha recortado cuanto presupuesto de políticas públicas tendientes a garantizar derechos se le ha puesto por delante; uno de ellos fue el educativo. Escuelas sin calefacción ni vidrios en las ventanas durante invierno. Focos de dengue y cortes de agua y luz durante el verano; años enteros sin gas; cloacas mal hechas que desbordan en medio del patio; plagas de ratas y cucarachas; cielos rasos que se desprenden en plena clase; ventiladores que se caen; paredes electrificadas por conexiones precarias; bancos y sillas rotas que terminan en cortes y antitetánicas para niños y adultos; comida en mal estado y falta de insumos básicos como tizas, papel higiénico y hasta matafuegos; son solo algunos de los escenarios cotidianos de las escuelas públicas del distrito más rico del país. En ese contexto no solo intentan estudiar las y los niños y adolescentes, sino que deben trabajar miles de docentes, administrativos y auxiliares.
Mientras tanto, los sueldos de los y las trabajadoras de la educación, también fueron recortados una y otra vez bajo la administración de Mauricio Macri primero y de Horacio Rodríguez Larreta después.
Las condiciones de trabajo inhumanas y los salarios bajo la línea de pobreza, son formas de violencia que se traducen en explotación y hambre. Pero esas no son las únicas formas de maltrato del PRO a las y los trabajadores de la educación; el discurso unificado de sus referentes políticos calificando de «vagos» a quienes van de escuela a escuela tomando distintos cargos para poder sobrevivir; la represión a marchas y actividades de visibilización, cómo a la Escuela Itinerante durante el gobierno nacional de Mauricio Macri y el local de Larreta; y el ninguneo constante a los gremios ya sea en instancias paritarias, ante reclamos laborales o a la hora de imponer reformas educativas, que por cierto fueron tres en los últimos años, dan como resultado no una serie de hechos aislados, sino una línea política clara que desprecia la educación pública y tortura a sus trabajadoras y trabajadores.
Esta línea puede verse cristalizada sobre todo en los trágicos sucesos del 2 de agosto del 2018 cuando Sandra Calamano y Rubén Rodríguez trabajadores de la escuela N°49 de Moreno fueron asesinados por las pésimas condiciones en las que se encontraba la escuela que explotó minutos antes de que toda la comunidad educativa entrara al establecimiento. En ese momento el PRO no solo se encontraba en el Gobierno Nacional de la mano de la UCR encabezando con Mauricio Macri y Gabriela Michetti la alianza Cambiemos, sino que en la provincia se encontraba María Eugenia Vidal, quien fue Vicejefa de Gobierno de Macri en el periodo 2011-2015.
«Otra vez arroz»
Cuando las y los estudiantes y docentes de las escuelas primarias de Ciudad de Buenos Aires comían arroz día por medio durante meses porque el Gobierno porteño en ese momento en manos de Macri no pagaba a los concesionarios de alimentos de los comedores escolares, la frase que retrataba la sistemática desidia era «otra vez arroz». Se cortaba el agua, «otra vez arroz», bajaban los sueldos, «otra vez arroz», se lastima a un docente o un estudiante con las rejas oxidadas, la mesas rotas o las escaleras destartaladas y «otra vez arroz».
La muerte de Jorge por Covid-19 y por las malas condiciones de trabajo docentes en la administración PRO, son un «otra vez arroz» lamentable y sangriento que se sostiene y promete seguir sucediendo.
Mientras Soledad Acuña lava las manos de su ministerio diciendo que el contagio no está en las escuelas sino en las plazas, el virus se abrocha el delantal blanco y las y los trabajadores de la educación, se prenden una cinta negra del lado del corazón. A pesar de que el Gobierno porteño retrase la carga de cifras oficiales de casos de Covid-19 a los sistemas de consulta publica, todos los relevamientos coinciden en que desde la apertura de escuelas los casos han aumentado un 50% en la Ciudad y los casos en niños y niñas de 0 a 14 años de un 35 a un 40% dependiendo la zona de la ciudad y que tan desastrosas son las condiciones de los establecimientos educativos.
«Otra vez arroz», otra vez violencia contra las y los docentes, otra vez exponerlas y exponerlos a la precarización y a la muerte, otra vez la complicidad de los medios de comunicación hegemónicos que señalan con el dedo al Gobierno Nacional diciendo que el problema es la apertura de escuelas, cuando el problema es la desidia planificada, la histórica violencia de la derecha contra las y los trabajadores, la falta de cuidado del personal docente desde el primer día, el dudoso plan de vacunación que se privatizó en la Ciudad, las mentiras sobre las cifras del virus hechas por las y los funcionarios porteños en canales de televisión y conferencias de prensa oficiales, la falta de insumos de protección e higiene en las escuelas, las terribles condiciones edilicias, el boicot constante contra los protocolos y medidas de cuidado desde el Gobierno Porteño y la amenaza constante de exponer aún más a las y los docentes y sus familias achicando las distancias en las aulas, ampliando horarios de clase presencial y obligándolos a viajar de burbuja en burbuja sin garantías ni certezas.
Jorge, Sandra y Rubén no murieron por accidente, fueron asesinados, fueron daños esperables de un plan de debilitamiento de la educación pública por parte del PRO.
Para que no haya «otra vez arroz», para que no mueran más trabajadores de la educación; no hace falta más máscaras de acetato sino un cambio de proyecto político.