Entrevistas

Entre acuerdos y medianoche

Rápido y a libro cerrado. Así se pretende firmar el acuerdo con el FMI. Es la voluntad que expresan funcionarios y lobistas del acuerdo. Un destino que se viene construyendo hace dos años, un rumbo político y económico que se enfrenta a un punto de inflexión. Un sentido histórico del movimiento nacional cuya disputa se hace necesaria.

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El entendimiento alcanzado con el FMI sigue siendo un mojón en el horizonte cercano para el gobierno. No lograron encandilar sus luces de alarma, la altisonante gira por Rusia y China, en el que se renovaron los acuerdos que desde hace una década son parte de la agenda bilateral de nuestro país.

Los funcionarios que ocupan las áreas estratégicas del Poder Ejecutivo tienen una decisión tomada desde el primer día de asumido el gobierno: alcanzar un acuerdo con el FMI.

El apresurado acuerdo con los fondos especulativos que operaban como acreedores privados del país, era prueba que el acuerdo con el FMI era una meta por alcanzarse, incluso antes de comenzada la pandemia.

Muy a diferencia de una porción importante del electorado del Frente de Todos, y sin dudas, en franca contradicción con el sentido común de la militancia que transformó en gobierno a la coalición política, la voluntad de acordar con el FMI siempre estuvo en la agenda.

Las amenazas de obtener quitas, de investigar el financiamiento de la fuga de capitales e incluso los pedidos de eliminar sobrecargos, eran apenas cacareos en una negociación que no podía terminar de otro modo que aceptando las revisiones trimestrales, el ajuste sobre el gasto público y la subordinación de la política monetaria al organismo que representa los intereses económicos de Estados Unidos.

Una imagen que se hizo viral en redes sociales mostraba la cara de Martín Guzmán incrustada en una ilustración del General José de San Martín. Circuló con fervor entre la militancia cuando el Ministro legitimó la deuda que tenían los fondos de especulación financiera que habían endeudado al país junto a los funcionarios de Mauricio Macri, y fueron además los grandes beneficiarios del crédito del FMI que aseguró “la salida del país” de esos fondos que, según el relato de época, “habían quedado atrapados en la Argentina”.

En ese contexto, claro está, eran pocas las voces que advertían sobre el rumbo inevitable que tomaban las decisiones económicas de la Argentina.

Quizás otro mojón silenciado en éste camino que lleva dos años y un mes, es que aún previo a la pandemia, el Banco Central había triplicado el stock de LELIQ. Dicha circunstancia no se modificó a lo largo de toda la gestión de gobierno. De hecho, con lo que los Bancos cobraron de intereses por la estafa de las Leliq, se podrían haber pagado en 2021, 5 millones de jubilaciones por mes, o bien, duplicado las jubilaciones mínimas durante todo un año.

Hoy, en medio de los abrazos entre el FMI, una parte de lo que se discute es el aumento de las tasas de interés que van a percibir los bancos por la estafa que se prometió en campaña “iba a terminar para permitir financiar las jubilaciones y el salario de los trabajadores”.

Es bastante emblemático el asunto. Hace apenas dos días se anunció que las jubilaciones aumentarán un 12,28% por aplicación de la celebrada fórmula de movilidad jubilatoria, anunciada por el Ministro Martín Guzmán, el mismo día en que se recibía la visita de una delegación del FMI.

Con ese anuncio, los cuatro millones y medio de jubilados que perciben la mínima –el 75% del total de jubilados- pasarán a cobrar 32.630,40 pesos. “Todos los jubilados empezarán el año ganándole a la inflación” sostuvo Alberto Fernández en el anuncio de la aplicación de la movilidad jubilatoria.

El Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP) sostuvo en un informe reciente que: “No se ha logrado hasta ahora detener la reducción de la inversión pública en el rubro de jubilaciones y pensiones contributivas. Desde el 2017 para acá este rubro ha caído, se ha ajustado en un 21,6%, teniendo como años fundamentales de caída, los años 2018 y 2019 del ajuste brutal macrista. Durante 2020 hay una ligera recuperación de la inversión en jubilaciones y pensiones contributivas que vuelve a caer en el año 2021.”

En criollo, si bien se imponen aumentos en las jubilaciones, la inversión del Estado Nacional es menor, circunstancia que celebra el FMI. Y en parte, es menor porque desde el año 2019, producto de la reforma jubilatoria de Mauricio Macri y por la eliminación de la moratoria previsional, cada día hay menos jubilados en el país, y cada día hay más pensionados de la PUAM, que cobran apenas 24 mil pesos por mes.

 

Fernández y la titular de la ANSES, Fernanda Raverta, durante el anuncio del aumento del 12,28% de las jubilaciones. 

¿Recuperación?

“Todos los motores de la economía están encendidos” dijo Matías Kulfas, Ministro de la Producción, al anunciar el miércoles pasado un crecimiento del 15,8% en la industria.

A pesar de semejante indicador económico, en diciembre el INDEC dio a conocer la distribución del ingreso en los grandes centros urbanos, relevamiento que pertenece a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)

Durante el tercer trimestre de 2021, según logró establecer el Indec, de las casi 29 millones de personas que releva la EPH, 11.585.805 personas no poseen ingresos. Y de las 17.197.180 personas que sí tienen ingreso, el 70% percibe menos de 60.000 pesos.

Si la macroeconomía desnuda la tragedia social en la que vive una porción enorme de compatriotas, la realidad cotidiana afrontada desde el desafío de la organización popular, pone en evidencia la dimensión del dolor social que habita el cuerpo colectivo de nuestra Patria. Allí afincan lazos de solidaridad comunitaria y economías de subsistencia que justifican el hacer cooperativo, pero que no alcanzan a ser curitas para contener la grave herida que el neoliberalismo provoca sobre la enorme riqueza que ostenta nuestra Nación.

Los indicadores económicos que tanto celebran los funcionarios, la pulsión por extranjerizar nuestra economía buscando inversiones que se anuncian con el fin de materializar el extractivismo de los bienes comunes de nuestro pueblo, son apenas una muestra del potencial económico de nuestro país.

La capacidad de poder nacionalizar el provecho económico de nuestros bienes comunes, la capacidad de dinamizar los recursos estratégicos para edificar un destino colectivo de trabajo y dignidad y la capacidad de enfocar el centro de las prioridades de gobierno en el bienestar de nuestro pueblo y no en el beneplácito del extranjero, son apenas algunos de los elementos que operan como vara que mide la estatura de un proyecto nacional.

En su editorial de la semana pasada, Lucas Molinari de Radio Gráfica, recordaba un diálogo que cuenta Norberto Galasso en su biografía, entre Arturo Jauretche y el radical yrigoyenista Manuel Ortiz Pereyra, que viene como anillo al dedo para entender la necesidad de desafiar los límites de lo posible:

“¿Por qué se enseña en la escuela que en este país llueve riqueza si la mayoría estamos secos?”, se preguntó Ortiz Pereyra y Jauretche respondió: “Porque el país está techado y tiene dos canaletas, una que lleva la riqueza a Nueva York y otra a Londres. Este techo es el imperialismo”. Y agregó: “Perón no sacó el techo, no tuvo tiempo, o no pudo, o no tuvo fuerza, pero lo cierto es que le hizo un buraco tremendo y entonces el pueblo empezó a mojarse”.

Es evidente que nuestra Patria tiene la potencia económica suficiente para situar en el horizonte un destino de grandeza.

Es de toda evidencia, también, que ese enorme sacrificio de la mayoría de nuestro pueblo, sometido a los indicadores de miseria que el propio Estado reconoce en sus estadísticas, tiene todo el derecho de reclamar que en el futuro de cualquier agenda política se escriba un destino de felicidad para las mayorías populares.

Para muchos, a pesar de algunos, también resulta evidente que el único instrumento para alcanzar ese destino de grandeza para nuestra Patria y de felicidad para nuestro pueblo, es el peronismo como hegemonía del movimiento nacional.

Intervenir para mitigar el dolor social que padece nuestro pueblo, construir y disputar el sentido histórico para combatir la desertificación ideológica del movimiento nacional, enamorar una porción de pueblo para refundar una ética militante que siga soñando con la liberación nacional como destino de grandeza y felicidad, serán tareas en una coyuntura compleja en el que las cartas irán cayendo con mayor evidencia, desnudando aún más los límites de la claudicación.

En ese punto de inflexión está la coyuntura en la que habrá de intentar aprobarse el acuerdo con el FMI.

Hay un terreno en el que habitará el posibilismo, donde los inspectores de relaciones de fuerzas, ágiles para identificar debilidades, apuntarán con el dedo y acusarán de infantilismo a cualquier pretensión ideológica que intente operar con realismo sobre la coyuntura. Será en el palacio, donde se buscará un acuerdo rápido y furioso, a libro cerrado y con matices justificantes.

Y habrá terreno donde edificar propuestas para poner en disputa el sentido histórico de lo que somos y hacemos. Será en la calle y en la organización popular, allí donde se siguen abrigando sueños y caldeando la fragua que aprieta los alambres de un destino que no puede quedar atrapado en el negocio de los que viven la política como la ficción cotidiana de la que se sienten protagonistas.