La mayoría de las personas guardamos en la retina de los ojos de nuestra infancia una cantidad de actos escolares donde el 9 de julio de 1816 es presentado como la independencia argentina de España. Idea reforzada por revistas infantiles, manuales escolares y medios de comunicación a lo largo de años y años. Sin embargo, esta mirada es muy poco cercana a la realidad histórica.
Las Provincias Desunidas del Río de la Plata
1815 no había sido un buen año para los patriotas americanos. Lo que alguna vez había sido el Virreinato del Río de la Plata se encontraba fragmentado en varias unidades políticas.
La Banda Oriental era un punto de tensión constante entre la Liga de los Pueblos Libres, el gobierno de Buenos Aires y el Imperio Portugués que pretendía expandir su influencia colonial sobre el Río de la Plata. Artigas, jefe de la Liga ejercía su mando sobre la Provincia Orienta, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba. Las cuales, salvo Córdoba, no enviarían representantes al Congreso en Tucumán por haber organizado el propio el 29 de junio en la localidad de Arroyo de la China.
El Paraguay se mantenía autónomo y cerrado sobre sí mismo en un proceso de desarrollo autocentrado que lo llevaría en pocos años a ser un país con grandes avances económicos y sociales (los cuales serían destruidos en la criminal guerra de la Triple Alianza).
Por su parte el Alto Perú era zona abierta de guerra con el poder realista con asiento en Lima, que era mantenido a raya por las montoneras gauchas al mando de Güemes.
De esta manera, las únicas provincias que terminan participando del Congreso de Tucumán en 1816 son Buenos Aires, San Luis, Catamarca, La Rioja, Mendoza, San Juan, Charcas, Chinchas, Mizque, Santiago del Estero, Salta, Córdoba y Tucumán.
1816 debe ser visto como un hito importante en el camino de la emancipación sudamericana, pero no como el nacimiento de una nación que ni siquiera aun había recibido el nombre de Argentina, pues el Acta del Congreso se realiza bajo nombre de “Provincias Unidad en Sud América”.
Se conmueven del Inca las tumbas
Cuando los europeos llegaron a estas tierras no se encontraron con un Continente vacío. El mismo estaba habitado por una rica diversidad de pueblos con expresiones culturares propias. El grado de complejidad social de alguno de esos pueblos los llevo a organizarse en forma de Estado, como es el caso de Imperio Inca. Sobre las grandes extensiones del Tawantinsuyu Inca, los españoles organizaron, conquista mediante, los Virreinatos del Perú y del Río de la Palta, como así mismo la Capitanía General de Chile. A lo largo de trescientos años, Sudamérica fue conformando una cultura mestiza.
La impronta y persistencia de los pueblos originarios era a tal punto tan relevante para los primeros patriotas que el Acta de Independencia fue confeccionada en español y traducida al quechua y aimara para poder ser leída delante de criollos e indígenas.
La traducción del Acta no era una mera formalidad o cuestión de estilo, sino de decisión política de los congresales. Tal relevancia tenía la cuestión indígena, que en los debates sobre la forma de gobierno que se debía adoptar se tuvo en cuenta la posibilidad de conformar una monarquía constitucional con algún descendiente noble inca con sede en Cuzco. Este plan fue impulsado por Belgrano y apoyado por San Martín y Güemes, pero enfrentado por los sectores que bregaban por una república centralista.
Argentina y la plurinacionalidad negada
El Estado Nacional Argentino se conforma hacia 1880 en la unidad político-territorial como la conocemos prácticamente en el presente. El mismo se asentó luego de la derrota federal, la destrucción del Paraguay y el sometimiento de la Patagonia y el Gran Chaco donde aún pervivían formas autónomas de organización indígena. Sobre esta base y el flujo migratorio europeo en el siglo XX se fue construyendo el relato oficial de la Argentina blanca bajada de los barcos, granero del mundo y una Buenos Aires como la París de Sudamérica. La historia oficial de un Estado conservador a imagen de la oligarquía agraria ocultó durante décadas el mestizaje cultural, el sincretismo religioso y los diferentes proyectos de organización social que se entrecruzan y son el marco en el cual nuestra Revolución y Declaración de Independencia se producen.
Si Bolivia como parte del otrora virreinato se declaró estado Plurinacional; si el Paraguay está orgulloso de su estirpe jesuítica-guaraní; si vemos una Asamblea Constituyente en Chile presidida por una mujer chileno-mapuche; ¿no será el momento de que Argentina vuelva a colocar la mirada de cara a la América Profunda y retomar la senda marcada por la UNASUR?
Independencia y Pueblo
La historia enseña que no hay posibilidad de cambios profundos sin protagonismo popular que les de sustento.
Bolívar y San Martín utilizaron los Andes como columna vertebral de un proyecto de emancipación y unidad continental. Sus tropas estuvieron conformadas por hombres y mujeres que mayoritariamente provenían de los sectores populares, de la “plebe” o “el bajo pueblo” como se los llamaba en ese entonces. Por más que fueran las élites ilustradas las que ocuparan los lugares de poder, fue la obra del pueblo organizado quien garantizó la emancipación.
Y así, en cada momento de nuestra historia nacional y latinoamericana que se avanzó en derechos y justicia social se lo hizo de la mano del pueblo. Sin el mismo, todo anhelo de bienestar material y de paz social es un engaño efímero.
En la Argentina del presente es bueno volver nuestra mirada sobre nuestros orígenes para pensar qué futuro como pueblo queremos construir. Y sobre todo entender que sin el concurso del pueblo todo lo que se pueda lograr, aun para bien, es meramente temporal pues sólo es capaz de trascender al tiempo aquello que se encuentra organizado tras un objetivo claro.