Opinión

Por Pablo Tonelli, economista.

La Inflación Inercial

La inflación inercial argentina constituye un fenómeno que es consecuencia de la persistencia en el tiempo de altas tasas de incremento de precios.

El problema que el Gobierno enfrenta hoy es el traslado a precios de la devaluación, su intensidad y sobre todo el tiempo en que este evento ocurra.

Generalmente el incremento de un precio clave para la economía (por ejemplo el tipo de cambio, el precio de la soja, etc.) desencadena el incremento del nivel general de precios, que luego se transforma en un piso sobre el que se montarán  ajustes sucesivos de los valores de los difererentes productos y servicios en la medida que el mercado pueda convalidarlos.

Este fenómeno, presente en nuestra historia económica, tiene diferentes disparadores y ha sido estudiado en particular por los economistas de la escuela estructuralista latinoamericana en los últimos cincuenta años (Raúl Prebisch, Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel,  Roberto Frenkel, etc.) y retomado en algunos estudios  actuales.

El grupo de economistas nucleados en CESO (Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz) coordinados por Andrés Asiain, realizó el loable esfuerzo de formalizar un modelo de inflación inercial para la Argentina actual. A través del mismo llegaron a la conclusión “que la inflación presente es el resultado de los aumentos salariales establecidos en paritarias multiplicados por un parámetro que depende de la política cambiaria y de tarifas, la política empresarial de márgenes de ganancia, su estructura de costos y los precios internacionales”. Los resultados de este estudio arrojan una inflación inercial actual del orden del 20%. Vuelvo a resaltar, la inflación inercial constituye el piso sobre el cual operarán otros ajustes que nos darán la inflación real.

Esta ecuación deja de lado el rol que cumple la emisión monetaria para financiar déficit públicos, que los autores niegan enfáticamente como motor inflacionario adicional. Dado que en mi opinión la inflación es un resultado multicausal de fenómenos reales y monetarios mutuamente implicados, la forma en que finalmente se financie el déficit fiscal en 2014 es un dato relevante para explicar la misma inercia de los precios. Sobre este punto agregaría que si la política del BCRA en relación con el crecimiento de la Base Monetaria termina siendo la efectivamente anunciada (un crecimiento del 20 % y con financiamiento del déficit vía colocación de títulos y no de emisión) los cálculos de la inercia inflacionaria de los compañeros del CESO (dicho con todas las letras) son correctos, caso contrario serán, en mi opinión, mayores.

Coincidiendo con el CESO en que “Las circunstancias de que un salto puntual de precios permanezca o no en el tiempo, tienen que ver con lo que los economistas estructuralistas llamaban mecanismos propagadores, nombre técnico que refiere a la capacidad de reacción que tengan los sectores que vieron disminuir sus ingresos reales por el aumento inicial.”

Las presiones inflacionarias básicas que operan en la realidad económica argentina, en el enfoque estructuralista, tienen como componente central a la puja distributiva y los saltos puntuales de precios se refieren a las devaluaciones o a los cambios en los precios internacionales de los productos de exportación en lo esencial. A su vez las expectativas, la memoria y la incertidumbre conforman presiones inflacionarias acumulativas que en palabras de Osvaldo Sunkel “tienden a a acentuar la intensidad del mismo fenómeno al que deben su existencia”.  El mecanismo propagador por excelencia de este enfoque, que es retomado en la ecuación del CESO lo constituyen los salarios.

La idea de que la inflación se deba a la puja distributiva entre salarios, ganancias y rentas encuentra su base teórica en las explicaciones del mecanismo del mark-up sobre costos variables. Según esta teoría, originalmente formulada por Michel Kalecki, los precios se originan en la decisión de las empresas de  definir un margen de ganancia sobre los salarios que pagan y los insumos que contratan. Esto constituye un equilibrio inestable, pues las subas salariales centralmente y de insumos) son convalidadas por las empresas y luego trasladadas al precio final de los bienes si no existe un marco de “concertación” de la puja.

A partir del 2001 podemos considerar que la devaluación originada en la salida de la Convertibilidad, el alza de los precios internacionales de los productos agrícolas entre 2007 y 2008 y la devaluación de 2014 constituyen los saltos puntuales de precios que impulsaron las presiones inflacionarias básicas del período, para usar la terminología de los economistas Gabriel Giacobone y Rafael Selva. Estos saltos luego se propagaron a partir del ajuste de salarios.

Instalada esta dinámica, se llega paulatinamente a ese “piso” inercial que es tomado como referente para formar a partir de allí todos los precios de la economía.

La persistencia de este fenómeno inercial llevó, por ejemplo, bajo los gobiernos peronistas, a proponer un congelamiento de precios y salarios en 1952 y 1973 con el objeto de fijar un marco de referencia fijo y estable que posibilitara incorporar la estabilidad a la futura negociación de precios y salarios que seguiría su dinámica de conflicto distributivo, pero ya sin el piso inercial anterior.

Sin duda alguna el congelamiento temporal de precios y salarios, medida que el CESO propone en la actualidad, es el mecanismo más idóneo para el logro de terminar con  la inflación inercial con el menor costo temporal en términos de empleo, salarios reales y distribución del ingreso. El problema es que la coyuntura política de su aplicación exitosa estuvo ligada en el pasado a la reelección del Gral Perón en 1951 y a la asunción del Gobierno Popular en 1973.

En otra coyuntura política el ensayo de estabilización en curso busca “estabilizar el valor monetario de la demanda doméstica”  a través de medidas qué, como sostiene el economista Daniel Heymann, , logren que  “el conjunto de precios y salarios nominales y la demanda agregada crezcan al mismo ritmo.”

El objetivo central de la política económica post-devaluación en relación con el mercado interno consiste en amortiguar y trabajar para reducir los efectos de la devaluación, que provoca un salto inflacionario sobre precios ya elevados, sobre el salario real y el empleo.

El problema que el Gobierno enfrenta hoy es el traslado a precios de la devaluación, su intensidad y sobre todo el tiempo en que este evento ocurra. El fenómeno del pass-through. Es por eso que sostuvo el nivel del tipo de cambio para evitar subas de precios motivadas por expectativas alcistas y la incertidumbre. El éxito en esta tarea consistirá en  lograr que el alza nominal del 63 % del tipo de cambio, enero 2013 contra enero 2014 se transforme en un alza en términos reales, o sea que los precios de la economía, es decir la inflación y el salario crezcan por debajo de ese nivel el año en curso, idealmente crezcan la mitad y se sostenga el nivel de empleo y se evite un fuerte deterioro del salario real.

En términos de la inercia inflacionaria es evitar que los precios se espiralicen  y se contengan en un nivel alto pero estable. 

Por Pablo Tonelli, economista.