Opinión

Por María Naveiro

Las brujas no existen, pero…

Tenía 22 años cuando fui a la plaza del Congreso por primera vez a pedir por la IVE. Me llegaban las notificaciones de la Campaña a mi casilla de hotmail (porque así de vieja soy).

 

Contando a las chicas de la mesa que juntaban las firmas para el proyecto, no éramos más de seis. No existían los pañuelos, no éramos marea, casi que ni una gota éramos. A mí hasta me daba algo de vergüenza.
Conocí a la Campaña porque en la facu nos habían pedido una nota de opinión sobre el aborto. De una cátedra de unas 60 personas aspirantes a periodistas, sólo yo y otra chica que no conocía, nos manifestamos a favor de la IVE. Dejando bien en claro, ambas, que todes estamos en contra del aborto, lo que defendemos es que las mujeres no mueran en la clandestinidad.
La Campaña seguía insistiendo año tras año sin éxito pero sumando firmas.
Y los años pasaron, los tiempos cambiaron y las ideas también. Llegaron las pibas, los pañuelos, el brillo, los bombos, las canciones, los dibujos, la info, el debate y el color esperanza.
Durante el macrismo me tocó ir a la plaza embarazada de una nena. Sentada en el cordón le dije a mi amiga que no podía confirmarlo pero que su ahijada podía estar en camino. Porque esta lucha también nos enseñó a elegir y desear sin mandatos la maternidad. O no sentir culpa por no elegirla. Pero entendiendo que ese otre que traemos al mundo se merece nuestro deseo más genuino. Porque el trabajo es enorme y demandará una entrega completa de nuestro cuerpo y mente. Esa vez no resultó. Pero la lluvia de ese día apagó el fuego ancestral y las brujas enojadas lo convirtieron en marea. Entonces ya nada fue igual…
Con las caras pintadas y algunas tetas al aire se escuchó: “Ahora, ahora, ahora que sí nos ven; abajo el patriarcado se va a caer, se va a caer; arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer; aprueben este proyecto que sea Ley, que sea Ley.
Así llegó la madrugada aquella de fines de diciembre cuando los primeros rayos de sol se asustaron con el griterío de las pibas que festejaban. La cúpula de Congreso parecía más verde.
Con el pañuelo en la muñeca, pude mirar a mi India dormir, y sentí que iba a poder crecer más libre, que su cuerpita crecía más libre, con más derechos. Y pese a mis diferencias con el peronismo, no puedo dejar de reconocerles que con ellos todes conquistamos derechos.
¿Nos relajamos un poco? Sí. ¿La Ley se aplicó en todos lados como corresponde? No. ¿Se redujo el número de mujeres muertas por abortos clandestinos (DE MANERA CONSIDERABLE)? Sí. ¿La ESI sumó en la reducción de (MÁS DE LA MITAD) de los embarazos adolescentes? También.
Dejamos de cantar algunas canciones, es verdad. Pero la que seguimos cantando siempre es esa que dice «…sean eternos los laureles que supimos conseguir…» Seguro les suena. Hace unos días cuatro pibas fueron en cana por cantarla en la puesta del Congreso. Qué ironía. Es que los laureles, por suerte, siguen siendo verdes, nosotras y la marea también.