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Paraná, entre el fuego y la bajante

El Río Paraná, vena hídrica de nuestra Patria, arrastra conflictos que precisan empezara a enderezar respuestas efectivas mas allá de los discursos. En medio de una bajante histórica, atravesando sus humedales el segundo peor año en materia de incendios, con leyes que duermen en el Congreso, el Paraná demanda respuestas.

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El Río Paraná, medido en caudal, es el décimo más importante del mundo. Por sus venas, se desangra la economía de nuestra Patria en manos de la rapiña interesada de las corporaciones extranjeras del agronegocio.

En este tiempo en que el debate se concentró en su soberanía, nuestro río comenzó a mostrar un paisaje desconocido. Una bajante extrema, de dimensiones históricas y sus márgenes iluminados por el fuego del segundo peor año en materia de incendios de humedales, son las postales de una tragedia nacional que no encuentra oídos sensatos sobre los que alzar la voz.

“Para entender la dimensión del problema, es útil señalar que la cuenca del río Paraná abarca nada menos que 2.583.000 metros cuadrados, casi el mismo tamaño que la superficie argentina continental. De esa amplia zona geográfica, hay una que despierta mayor atención” indica Nadia Luna desde las páginas de la agencia TSS de la Universidad de San Martín.

“Si te parás sobre un mapa y te situás en la provincia de Misiones, a mitad de camino entre Puerto Iguazú y Posadas, y trazás un radio de 300 kilómetros, esa es la parte de la cuenca donde más quisiéramos que llueva ahora. Ese círculo, por una cuestión morfológica, tiene respuesta rápida y, cuando llueve, el agua se distribuye enseguida. Por eso lo monitoreamos a cada hora a través de radares y satélites” señala el ingeniero Juan Borús, subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA).

Borús señala que el problema comenzó en el 2017 y se acentuó dramáticamente en el año 2019: “En ese momento, dejó de llover en la cuenca media del río Paraguay, que tuvo la bajante más pronunciada en 120 años. Fueron 156 días de bajante persistente a la altura de Clorinda y Formosa. Esa bajante, que respondía a la sequía de la región, se fue extendiendo a la alta cuenca del Paraná, en Brasil, adonde se empezó a notar una disminución importante de lluvias”, explicó.

Los ríos del cielo

“La lluvia que hace caudaloso al Río Paraná —que corre a través de Brasil, Paraguay y Argentina a lo largo de unos 4880 kilómetros— o exuberante a la selva misionera es producto de un fenómeno único: los ríos voladores de la Amazonía. Estos procesos extensos de evaporación y precipitación en el bosque crean baja presión atmosférica que atrae constantemente al aire húmedo del océano, de ahí el nombre de “bomba biótica de humedad”. Esta bomba sólo funciona en los bosques naturales prístinos. Ni la vegetación de los bosques clareados artificialmente y explotados, ni de las plantaciones, pastizales o cultivos son capaces de activar la bomba biótica y mantener la humedad suficiente para la vida óptima.” Señala Daniel Verzeñassi, integrante del Foro Ecologista de Paraná.

“La deforestación agroindustrial del bosque tropical ha dañado la “cinta transportadora” del ciclo hidrológico en el continente. La selva amazónica atrae los vientos del Atlántico, cargados de humedad. La atmósfera se sobresatura con los más de 20.000 millones de toneladas diarias de agua, que el bosque primario (que no ha sufrido la intervención humana) eleva desde sus raíces y entrega al aire” agrega para la Agencia Tierra Viva y destaca que “Todo esto afecta a la situación del río Paraná. La suma de responsables por el actual stress hídrico severo del río debe interpelar a los gobiernos del Cono Sur. Estos cauces de humedades aéreas, agredidos a más de 3000 kilómetros de distancia de las consecuencias y lesiones territoriales donde se expresan, reclama una acción política inmediata. Y ser compartida con la sociedad en su conjunto.”

Donde hubo agua, incendios quedan

Nadia Luna, desde las páginas de TSS sostiene que “Una de las consecuencias más preocupantes de la crisis hídrica es el impacto en los ecosistemas que rodean el río. La Cátedra de Ecología Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) trabaja desde la década del 90 en la relación entre la vegetación del río Paraná y los ciclos de sequías e inundaciones. Una de las tareas que llevan a cabo hoy es la elaboración, junto con organizaciones sociales y ambientales, de un plan de manejo y conservación de la reserva municipal Los Tres Cerros.”

La doctora en Ciencias Agrarias Graciela Klekailo, integrante de la cátedra, cuenta que la bajante del Paraná los afectó de diversas maneras. Para empezar, les dificultó el acceso a la reserva, ya que accedían por agua y actualmente hay varios canales por los cuales no se puede navegar. Además, explica que, al reducirse el caudal del río, se acumulan sedimentos y la vegetación terrestre empieza a ocupar más lugar, desplazando a la vegetación acuática o hidrófila. Por eso, años después de una bajante pronunciada, la vegetación puede cambiar notoriamente.

“Es una bajante histórica desde varios puntos de vista y es difícil predecir cómo se va a recuperar la vegetación. Estamos hablando de una bajante en un río que tiene represamientos en muchas zonas del delta, secciones que se impermeabilizan para hacer agricultura y lugares que se tabican para que el agua no pase y poder realizar ganadería. A través de esas actividades, le estamos quitando agua al sistema y, cuando se recupere, no va a ser de la misma forma que hace 30 o 50 años. Lo mismo sucede con las poblaciones de peces y de otras comunidades animales afectadas, porque se reduce el hábitat y se dificulta la reproducción”, señala la investigadora.

Además, Klekailo suma otra arista al problema de la recuperación de la biodiversidad: el impacto de los incendios y la reducción de humedales. Estos ecosistemas funcionan como esponjas que absorben y regulan el agua procedente de las precipitaciones. “Si bien el fuego como práctica de manejo para los sistemas ganaderos se usa todos los años, lo que se ha visto el año pasado es que las superficies que se prendieron fuego fueron mucho mayores que otras veces. Esto probablemente tenga que ver con un desplazamiento de la ganadería hacia el territorio de humedales, ya que antes se hacía en tierra firme pero hoy la mayor parte está ocupada por la agricultura. Otra presión productiva es la actividad inmobiliaria. Por eso, el reclamo por la Ley de Humedales está más vigente que nunca”, sostiene la investigadora.

La ley de humedales que no aparece y los incendios que siguen

“Con idénticas o incluso peores condiciones naturales y escasas y tardías respuestas gubernamentales, los incendios en la zona del Delta del río Paraná volvieron a hacer su aparición este invierno, con foco esta semana frente a Villa Constitución, en el sur de la provincia de Santa Fe. Sin agua en las Islas por la prolongadísima bajante, sin coordinación entre jurisdicciones para atacar el fuego y sin Ley de Humedales, el año 2021 ya es el segundo peor en cuanto a cantidad de focos de la última década, sólo superado por el 2020” sostiene Jorgelina Hiba, quien además es autora del documental Bajo Río.

“Los números hablan por si solos y no precisan demasiadas interpretaciones: según el último reporte semanal del museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de la ciudad de San Nicolás, desde enero a esta parte se registraron casi 6.000 focos de calor solo en la zona Piecas Delta del Paraná, que comprende las islas y la planicie de inundación desde la ciudad de Santa Fe al norte, hasta Campana (Buenos Aires) al sur” sostiene Jorgelina Hiba.

¿Cuánto significa eso en superficie? César Massi, de la Red Nacional de Humedales (Renahu) estimó esta semana que la superficie quemada sólo en zona Piecas ya superó este año las 150.000 hectáreas, unos 1.500 kilómetros cuadrados, con los meses de enero, mayo y julio (los más duros hasta ahora), promediando las 30.000 hectáreas. Para dimensionar: una superficie equivalente a más de ocho veces la ciudad de Rosario(180 kilómetros cuadrados).

Desde la Multisectorial de Humedales, un conglomerado de organizaciones ambientalistas nacida hace un año en Rosario con el objetivo de defender el territorio e insistir con la sanción de una Ley de Humedales, volvieron a alertar sobre la gravedad de la crisis de quemas en el Delta. “Sólo frente a Villa Constitución el área incendiada en los últimos días fue de 1.700 hectáreas, una superficie mayor a la de esa localidad”, dijeron los ecologistas, quienes volvieron a repudiar “una práctica que se repite incansablemente”.

Por su parte desde El Paraná No Se Toca agregaron que “los fuegos en ningún momento cesaron y la situación es la misma de los últimos meses”. “La extrema bajante del río, la falta de agua, el invierno y la gran masa vegetal seca es un combo muy propicio para que cualquier foco de incendio se descontrole y se torne mucho más grande”, afirmaron desde esa organización.