Entrevistas

Perón y El Che: convite al futuro

“Perón y El Che, en términos políticos son las figuras argentinas más trascendentes del siglo XX reconocidos por propios y ajenos. ¿Cuáles fueron sus puntos en común y diferencias?” y por qué es una invitación para pensar el futuro, son las preguntas que intenta responder el profesor David Acuña en esta nota.

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Posterior al derrocamiento del gobierno peronista en 1955, el Che Guevara le escribía una carta a su madre donde expresaba: “La caída de Perón me amargó profundamente, no por él sino por lo que significa para toda América (…) Estarás muy contenta, podrás hablar en todos lados con la impunidad que te da el pertenecer a la clase en el poder”. Evidentemente, el líder revolucionario tenía más claridad sobre el proceso político sudamericano que otros sectores de izquierda.

Doce años después, el General Perón enviaba desde su exilio en Puerta de Hierro una carta al Movimiento Peronista expresándose sobre el asesinato del Che en Bolivia, “Compañeros: con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable pérdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación. Quienes hemos abrazado este ideal, nos sentimos hermanados con todos aquellos que en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera, luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación”.

Perón y El Che, en términos políticos son las figuras argentinas más trascendentes del siglo XX reconocidos por propios y ajenos. ¿Cuáles fueron sus puntos en común y diferencias? En primer lugar, diremos que ambos combatían a los mismos enemigos, las oligarquías locales y al capitalismo imperialista, pero con diferentes formas de hacerlo.

Perón había alcanzado la presidencia como el corolario de un camino iniciado en 1943, el cual, intentaba desmontar la estructura colonial que la oligarquía nacional en alianza con el capital británico había instaurado en el país desde finales del siglo XIX. La gran pueblada obrera del 17 de octubre de 1945 había radicalizado el proceso permitiendo la primera anomalía histórica de nuestro país: contar con un gobierno que hiciera lo que el pueblo quiere y procurara la independencia real de la patria. Sin romper con el hemisferio occidental, se procuró una política exterior autónoma y de unidad sudamericana; mientras que, en lo económico, la industrialización por sustitución de importaciones redundó en menor dependencia de los condicionamientos externos y mayores niveles de justicia social para nuestro pueblo. El peronismo entre 1946 y 1955 fue el nacionalismo real existente producto de una revolución en paz y sus opositores, en mayor o menor medida, instrumentos de la antipatria.

El Che, por su lado, respondiendo a las necesidades del proceso social cubano apeló junto a Fidel Castro a la violencia social transformada en guerrilla para enfrentar y derrocar la violencia criminal de la dictadura de Fulgencio Batista aliada a los Estados Unidos. La insurgencia revolucionaria iniciada en 1953 se consagra con éxito para 1959 restaurando la voluntad popular e iniciando un camino propio al socialismo. Para hacerlo, Cuba se vio en la necesidad de acercarse a la entonces Unión Soviética como forma de balancear las presiones militares y económicas del imperialismo norteamericano.

A pesar de sus diferencias metodológicas y de sus horizontes doctrinales, ambos líderes se respetaban. No solo así lo expresaron en escritos o entrevistas, sino que lo ponen de manifiesto el resultado de las dos reuniones que mantuvieron en Puerta de Hierro. La primera de ellas se realizó a fines de 1964, dando como resultado el apoyo económico del Che y el gobierno cubano al primer intento de regreso de Perón a la Argentina. La segunda, se realizó en 1966 donde Guevara se entrevista con Perón y debaten sobre la intención del primero de lograr un foco guerrillero en Bolivia. Tanto la investigación de Rogelio García Lupo, como el testimonio de Enrique Pavón Pereyra, dan cuenta de la veracidad de ambos acontecimientos.

Mal que les pese a los auditores de toda ideología, tanto Perón como el Che siguen interpelándonos desde el pasado, pero con claros horizontes de futuro.

No es posible pensar la independencia de las naciones sudamericanas si no es en clave de unidad regional y diálogo con otros países del Tercer Mundo (categoría que hay que volver a rescatar), el ABC de Perón y el mensaje del Che a la Tricontinental así lo marcaron.

No es posible lograr la justicia social en Sudamérica si no se rompe con el modelo económico extractivo de materias primas para la exportación y se encara un proceso de industrialización conjunto, planificado y coordinado por algún instrumento supraestatal autóctono. El mundo se está encaminado a la conformación de bloques nacionales que disputarán la energía, el agua y los alimentos, Sudamérica cuenta con todo ello.

Y, por último, no es tampoco posible pensar en todo esto y llevarlo a la práctica si se sigue optando por ver la realidad con los lentes prestados del imperialismo (otra categoría a ser rescatada para tiempos actuales). Sudamérica tiene un bagaje cultural, político, económico, comunitario y religioso, capaz de ofrecernos todos los instrumentos teóricos y éticos que necesitamos para cuestionar nuestro presente y encarar el futuro. En ese futuro, Perón y el Che nos esperan junto a miles y miles de patriotas que nos antecedieron en el convite a la lucha por nuestra independencia.