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La prensa opositora ecuatoriana sigue operando políticamente

La Prensa opositora sigue operando políticamente, a continuación elmensajerodiario trascribe el Editorial de Diario Expreso donde desde lo que ellos denominan Análisis fijan su posición descalificando las informaciones que brindo el Gobierno Ecuatoriano sobre el golpe y señalan la necesidad de dar marcha atras en las medidas.

La tapa del diario Expreso de Ecuador que refleja el tratamiento que le dieron al conflicto.

Este artículo esta acompañado por otro del mismo medio, que se acompaña, donde pone en duda el hecho de que Rafael Correa estuviera secuestrado en el Hospital Policia. También se acompaña otra nota donde se intenta descalificar el «supuesto» secuestro de Correa bajo el título «Bataaguay durazno para Correa».Redacción ExpresoAnálisisVersiones contradictoriasRafael Correa confunde valentía con responsabilidad. No es la primera vez que, creyendo que la historia emerge de destellos épicos, él se declara presto a meterse en la boca del lobo. “El presidente Rafael Correa nunca estuvo secuestrado” El hecho. El jueves pasado la tropa de la Policía Nacional se tomó el regimiento Quito 1, en protesta por la Ley de Servicio Civil. ¿El Presidente estuvo secuestrado en el regimiento Quito número 1? ¿Corría peligro su vida al punto de que, con una irresponsabilidad absoluta, se ordenó un operativo de rescate que enfrentó a militares y policías produciendo muertos y heridos?En el gobierno, el jueves pasado, hubo versiones contradictorias. Miguel Carvajal, ministro de Seguridad Interna y Externa, negó que se tratara de un secuestro. Rafael Correa lo dio por un hecho. Y el viernes, nadie dudaba de que el Presidente pasó horas en calidad de rehén. El gobierno logró, igualmente, anclar la idea de que el paro gremial de los policías fue, en realidad, un intento de golpe de Estado. Las únicas pruebas, para llamarlas de esa forma, son los lemas que cantaron algunos policías a favor de Lucio Gutiérrez. Es poca cosa, para tamaña acusación.Nadie celebrará que el Presidente haya estado en peligro. Y las imágenes que lo muestran en el patio del regimiento maltrecho, cojeando, insultado, asfixiado por los gases lacrimógenos, inerme en medio de policías enfurecidos, vapuleado… Esas imágenes debieron poner a prueba los sentimientos de aquellos que, aún oponiéndose a sus políticas, desearon que Correa encontrara urgentemente un mecanismo de evacuación.Esas imágenes y la del policía del GIR, desgonzado y, a la postre muerto, suscitan los interrogantes del día más triste de la vida del Presidente, como él lo caracterizó. Sin embargo, Rafael Correa no habló de las enormes responsabilidades que él tuvo. Su retorno triunfal a Carondelet y su discurso no auguran que el Primer Mandatario saque las lecciones de un capítulo aciago para la República, que hubiera podido evitar si simplemente seguía los protocolos de seguridad y los consejos que debieron darle los organismos de inteligencia.1. Un Presidente inconsciente:Rafael Correa confunde valentía con irresponsabilidad. No es la primera vez que, creyendo que la historia emerge de destellos épicos, él se declara presto a meterse en la boca del lobo. Aún se recuerda su declaración según la cual Honduras es un buen país para morir. Correa se declaró voluntario a aterrizar en ese país que, en ese instante, vivía una crisis institucional de proporciones impredecibles.Ir al regimiento Quito, con miles de policías sublevados era, en ese sentido, un gesto que rayaba con la provocación. Volver, como lo hizo el Presidente, fue un acto totalmente irresponsable. En términos de seguridad, significaba, si salía airoso, exponerse innecesariamente. Pero si fallaba, como efectivamente ocurrió, desencadenar un mecanismo incontrolable en el cual hubiera podido perder la vida. Políticamente eso no es valentía: es inconsciencia. El Presidente dio otra vez una prueba aciaga de que no entiende los deberes y servidumbres de su cargo.2. Un Presidente miope políticamente:Rafael Correa dijo que fue al regimiento a explicar la política gubernamental con la Policía. En teoría es lo que debe hacer un Presidente. En la práctica, vuelve a mostrar el déficit político del gobierno. Porque la política, más aún si se mira desde la Presidencia de la República, debe calcular tiempos, escenarios, tesis en confrontación y costos.Hacer política, en el caso de una insubordinación policial, implicaba, en primer lugar, desarmar los espíritus y devolver la dinámica de enfrentamiento con un organismo armado, a la mesa de negociación.No es lo que hizo el Presidente. En su intervención, caldeó los ánimos. Su aliento pedagógico duró bien poco y, al sentir que estaba arando en el mar, lejos de mostrarse conciliador para dar espacio a la política y ponerse a buen recaudo, retó a los policías, desconoció su malestar y, finalmente, los desafió a que lo mataran. El Presidente tensó innecesaria y peligrosamente la cuerda sin ni siquiera haber asegurado, como es su deber, un mecanismo para abandonar ese escenario que le era hostil.3. Un Presidente unívoco:Rafael Correa, lo dicen amigos y cercanos colaboradores, solo tiene cuatro años en política. Es una forma elegante de justificar una impericia que esta vez produjo muertos y heridos. Correa entiende la política como el arte de explicar a los otros sus decisiones. La política es un terreno en el cual los otros y sus lógicas o reivindicaciones no existen; los admite como receptores de sus mensajes o sujetos de sus mandatos y de su voluntad. Por eso la Asamblea y Fernando Cordero, en particular, se han quedado, en el lugar mismo de la política, sin espacio para negociar. Correa pudiendo acordar con su bloque, para evitar los traumas políticos que provocan sus vetos, no lo hace y mantiene el veto como una espada de Damocles suspendida hasta sobre la cabeza de su propio bloque parlamentario.Correa entiende, entonces, la política no solo como un hecho unívoco sino como una tarea que en el gobierno le corresponde solo a él. No hay cómo sorprenderse de que sus ministros sean subsecretarios. En frente tienen un megapresidente que entiende que su labor, en cualquier circunstancia y escenario, como un regimiento insubordinado, es imponer su visión. Correa no escucha porque está convencido de que es portador de la única verdad posible en la vida pública. Su deriva unívoca tiene consecuencias nefastas como lo comprobó la balacera: el Presidente no es un negociador hábil para convencer; es un notario intransigente dedicado a comparar lo que había en la supuesta larga y oscura noche neoliberal con lo que supuestamente ha hecho su gobierno.Lo que ocurrió en el regimiento de Policía es una prueba de que el Presidente no procesa el conflicto político según las características y los actores de cada caso. Correa mira la política desde un espacio hegemónico en el cual su labor es sumar cabezas: los pelucones, los banqueros, los empresarios, los periodistas, los servidores públicos, los policías… Ese es el prototipo del justiciero que ha generado réditos en los sondeos y que ahora, muy a pesar suyo si se asume las lágrimas que dice haber derramado, ha producido muertos y heridos. La visión unívoca de la política, condujo entonces al Presidente a un techo que no había tocado.4. Un Presidente que no aprende:De un hecho tan dramático como el que se vivió el jueves pasado, ¿puede incitar algún cambio fundamental en el régimen? Las primeras señales son poco auspiciadoras en ese sentido. El Presidente fue recibido como héroe por sus seguidores y lejos de abrir el puño, dijo que no cambiaría la ley impugnada y que arreglarían cuentas con los culpables. Correa y Alianza PAIS están en una disyuntiva crucial para ellos y el país: si atienden sus utopías épicas, corren el peligro de dar cuerpo a los fantasmas más retorcidos de la vieja izquierda. El ovillo ya fue puesto sobre la mesa y el Presidente y algunos de sus ministros ya han tratado de halar de él. Con cierta frecuencia han hablado, en efecto, de acciones para atentar contra la vida del Presidente y también de intentos de golpe de Estado. Nada han demostrado. Pero ahora que la Policía exhibió crudamente su malestar con una ley votada la víspera en la Asamblea, inmediatamente apareció la tesis del golpe de Estado. El oficialismo no solo la urdió sino que la internacionalizó sin darse la pena de demostrar evidencias. Esa tesis, sin embargo, puede significar un camino sin retorno para el gobierno y el país. Si Alianza PAIS compra ese discurso, implicará que Correa, lejos de entender los mensajes de la sociedad, se victimizará y se radicalizará.El jueves en la noche hubo señales de que ese escenario tiene pista. El Presidente, negándose de plano a analizar sus responsabilidades y las del gobierno en el conflicto con la policía, aprovechó para atacar a la oposición, endosar culpas ajenas a los medios de comunicación que no están bajo su égida y recordar que nada ni nadie parará su revolución. La decisión de homogeneizar la información, haciendo depender todos los canales de la televisión gubernamental, muestra a un gobierno más proclive a encerrarse en sus fantasmas que a jugar en la cancha abierta y compleja de la democracia.En todo caso, si el Presidente no aprende de sus errores y los de su gobierno, tras una experiencia dramática, en la cual vivencialmente estuvo tan involucrado, no se ve qué pudiera incitarlo a salir de la simpleza política en la cual un paro es un golpe de Estado y una discrepancia se vuelve una muestra de alianzas explícitas con los peores enemigos del país.Los militares, que esta vez accedieron a asaltar un espacio policial a bala, para sacar de allí al Presidente, le dijeron, y le repitieron, que tiene que dar un paso atrás en su ley. Un consejo no pedido, como tantos otros que han recibido el Presidente y su gobierno de muchos sectores, y que han desconocido. Esta vez, sin embargo, hay muertos y heridos de por medio. Y esta vez el Presidente y su gobierno no pueden negar su responsabilidad -no la única pero la más lamentable- en el día más triste desde que llegaron al poder.Rafael Correa dijo que fue al regimiento a explicar la política gubernamental con la Policía. En teoría es lo que debe hacer un Presidente. En la práctica, vuelve a mostrar el déficit político del gobierno. Porque la política, más aún si se mira desde la Presidencia de la República, debe calcular tiempos, escenarios, tesis en confrontación y costos.El Presidente fue recibido como héroe por sus seguidores y lejos de abrir el puño, dijo que no cambiaría la ley impugnada y que arreglaría cuentas con los culpables. Correa y Alianza PAIS están en una disyuntiva crucial: si atienden sus utopías épicas, corren el peligro de dar cuerpo a los fantasmas retorcidos de la vieja izquierda.Los militares, que esta vez accedieron a asaltar un espacio policial a bala, para sacar de allí al Presidente, le dijeron y le repitieron que tiene que dar un paso atrás en su ley. Un  consejo no pedido, como tantos otros que han recibido el Presidente y su gobierno de muchos sectores, y que han desconocido.